El país de los hijos… de Dios

Esto significa que a los ojos del Dios católico, va mejor un homosexual insincero casado con una dama a la que fecunda, o una

Un aspecto cómico de la doctrina católica sobre la homosexualidad, aunque trágico para sus víctimas, es que acepta a los homosexuales como seres humanos siempre que no practiquen: o sea, mientras se comporten o como asexuados o como heterosexuales.

Esto significa que a los ojos del Dios católico, va mejor un homosexual insincero casado con una dama a la que fecunda, o una homosexuala insincera que, casada, se hace fecundar por su esposo, que un homo sincero que ama a otro varón o que lesbianas que en familia crían a hijos de ambas, resultados de previos lazos heterosexuales. Los insinceros irían al Cielo, donde el obispo Ulloa interrogará al regente que vendió ilegalmente clericales servicios financieros. Los honestos, en cambio, residirán eternamente en Costa Rica bajo la seca mirada de su Conferencia Episcopal.

 

Parecida receta da el gobierno de la costarricense dilecta hija de María (al parecer divorciada y vuelta a casar, punto que enfrentaría a la Virgen de los Ángeles con Dios Padre, según el catecismo, # 1650) a las parejas que, infértiles, optan por un tipo de fecundación asistida usualmente llamada “in vitro”. En Costa Rica la técnica fue prohibida por la Sala IV, mandato que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estima viola derechos humanos. El gobierno dilecto busca legalizar la fecundación in vitro, pero en términos que la tornarán un caro fracaso y hará infelibérrimas a las parejas recurrentes. ¿Fecundación in vitro querían los mamitas? Mirala.

Los católicos gobernantes y especies afines gozan con su truco: “La  fecundación in vitro no se prohíbe en Costa Rica, pero ni el Espíritu Santo logrará tener un hijo con ella. ¿Ven como sí respetamos derechos humanos?”. El embajador del país ante la OEA se emociona: “No queremos que Costa Rica se convierta en un mercado internacional de conservación de embriones”. Este Chapulín salvará a Costa Rica del libre comercio de embriones humanos. Lo hará castigando no a este libre comercio, sino a las parejas que desean a un hijo. Y alguien notará que el tráfico sería de pre-embriones.

A la base de la emoción del embajador no está el comercio de pre-embriones, sino un juicio doctrinal. Según la jerarquía clerical la vida humana ha de ser respetada incluso antes que el ovocito sea fecundado por el espermatozoide o el cigoto humano sea puesto en el útero de la eventual madre. El planteo es discutible, en especial porque ‘ovocito’, cigoto humano y ‘persona’ ni biológica ni culturalmente son identificables como sinónimos. El debate biológico y cultural lo liquida de un tajo el principal pastor tico de ovejas católicas: “La iglesia les recuerda a los esposos que no alcanzan la anhelada descendencia que un hijo es un don y no un medio para satisfacer un deseo” (LN: 22/10/2010). Lo que Dios no quiere ni da, la pareja no debe desearlo. Así, los esposos estériles que buscan hijos resultan individuos soberbios que desafían a Dios. Cual titulares de Satanás se ubican en el temible campo de la idolatría. No se trata del libre comercio de pre-embriones, sino de Lucifer contra Dios y de la idolatría de quienes toman partido por el primero.
 
Es evidente que los obispos leen de una manera curiosa “derechos humanos”. Contra el Dios omnipotente y misterioso que “dona” hijos a quien se le antoja y se los niega también a quienes no se le antoja, nadie tiene derechos (es decir capacidades reclamables ante los circuitos judiciales). Es el criterio católico.

Pero las parejas frustradas no son católicas. Podrían ser cristianas y no católicas. Incluso adherir a Luzbel. Mientras no cometan delitos, se trata de ciudadanos que no pueden ser discriminados por querer tener hijos mediante una técnica de fecundación asistida. Excepto que la técnica configure delito. La ley debe precisar esto y no decir que la fecundación in vitro es factible y legal,  pero que no se puede fecundivitrear en la práctica. Es como afirmar que nadie discrimina en Costa Rica a los homosexuales si ellos no practican. Buen punto para El Chinamo y los obispos, pero no para un Estado que respeta a sus ciudadanos.

Desear hijos mediante la fecundación in vitro quizás ofenda al Dios católico, pero no es delito. Si el gobierno dilecto lo desea, puede anunciar al mundo que en Costa Rica el método tipifica delito y de lesa humanidad. Así el mundo sabrá que Costa Rica es un país de hijos de Dios y que por ello humanas felicidades y derechos no corren. Y amén.
   

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