Las “verdades” de don Alberto

Yo dije, y lo sostengo, que don Alberto en su condición de Presidente de la Asamblea Legislativa había “tomado la decisión impropia de quitar

En la edición del 4 de febrero del Semanario UNIVERSIDAD, el Lic. Alberto Cañas se refiere a una expresión mía, publicada en una entrevista que se me hizo, a raíz de la publicación de mi libro “Federico Tinoco Granados… en la historia“.

Yo dije, y lo sostengo, que don Alberto en su condición de Presidente de la Asamblea Legislativa había “tomado la decisión impropia de quitar el retrato de Tinoco del Salón de Expresidentes”; eso, como es su costumbre, lo enojó.

En defensa de su decisión como Presidente del Legislativo, don Alberto Cañas argumenta que cuando él llegó “en 1994” a dicho cargo, encontró el retrato en la Galería de  Presidentes, y que al indagar por qué estaba ahí, la única respuesta que supuestamente encontró, era que había sido una resolución de don  Miguel Angel Rodríguez, cuando también presidió la Asamblea, y que para él eso no era suficiente. Esto le permitió, a título personal, quitar el retrato con una seguidilla de actos impropios de la majestad de un Presidente del Poder Legislativo, con “mentadas de madre” de por medio.  Lástima que don Alberto, antes de escribir su respuesta, no leyera el estudio jurídico hecho por el abogado, historiador y académico Federico Mata Herrera sobre este tema, ya que le hubiera evitado caer, de nuevo, ahora en una respuesta impropia.
Como segundo argumento, habla de la llamada Ley de Nulidades de 1920 que pretendió declarar nulas las actuaciones de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, desde el 27 de enero de 1917 fecha del golpe de Estado de F. Tinoco hasta el 1 de setiembre de 1919, en que asume el poder Francisco Aguilar Barquero, gracias a una vergonzosa y humillante intervención contra la soberanía costarricense por parte de los Estados Unidos;  solo comparable con la que sufrimos gracias al TLC y la entrega del gobierno bicéfalo de los hermanos Arias Sánchez.
 Dice don Alberto, que esa tesis fue avalada por el Laudo Taft de 1923. Para información de nuestros lectores, Taft junto con T. Roosevelt y Woodrow Wilson fueron los ideólogos y ejecutores de la llamada “política del Gran Garrote”, que precisamente nos aplicaron en este caso. Resulta  que, además de apoyarse en un jurista con ese antecedente, don Alberto lo hace equivocadamente. Taft tenía que pronunciarse en un arbitraje, sobre la validez del contrato que el gobierno de Tinoco había firmado con la empresa inglesa Amory para la explotación del petróleo en Costa Rica. El gobierno de Estados Unidos había señalado, años antes, que en la zona del Caribe, solo podían operar compañías norteamericanas.
En ese arbitraje, don Alberto, debo indicarle que Taft nunca se pronunció sobre la validez o no de la Ley de Nulidades a lo interno de Costa Rica, pues no era su asunto. En lo internacional, que sí lo era, sostiene que de acuerdo con el derecho internacional el Gobierno de Tinoco, como gobierno de facto existió y trascendió la realidad nacional. Es cierto que Taft rechazó cualquier derecho que  la empresa Amory pudiera tener a raíz de  aquel contrato, pero su argumento fue que ese documento no había recibido la doble aprobación legislativa, del Congreso y del Senado, conforme lo establecía la Constitución de 1917, la misma cuya existencia pretendieron negar con la Ley de Nulidades y don Alberto Cañas.
Don Alberto comete algunos otros errores históricos en su artículo, que para no extender esta respuesta más de lo necesario, le sugiero leer el libro de don Hugo Murillo “Tinoco y los Estados Unidos”, y si  el mío no lo estresa demasiado,  le sugiero en concreto las páginas 75-133 y 295-322, ya que supongo que con su nueva Presidencia pacista, tendrá poco tiempo. Pero le recuerdo lo dicho por don Ricardo Jiménez a raíz de estos hechos:” Si el Gobierno legal fue derrocado y si uno ilegal fue gobierno real y efectivo, lo que fue, fue, pues la vida política ni pude detenerse, como se detuvo el sol, según la leyenda bíblica, ni menos puede decirse que lo que fue, no fue …”
Por último, usted don Alberto se ha ganado un merecido lugar como novelista y cuentista, que nadie discute, en la historia de la cultura de Costa Rica. Siga con esos géneros que lo hace bastante bien; pero no con el de la historia, que no es su campo.

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