A propósito de ¿Te Diste Cuenta Qué…?

He leído con especial atención el libro ¡Te Diste Cuenta Qué…? (2010), escrito por el profesor Gerardo Contreras Álvarez y publicado por Ediciones Estudios Contemporáneos y considero importante destacar el carácter interpelativo que este texto tiene en relación con el contexto histórico y cultural, así como con los valores humanistas que reescribe. Lo primero que […]

He leído con especial atención el libro ¡Te Diste Cuenta Qué…? (2010), escrito por el profesor Gerardo Contreras Álvarez y publicado por Ediciones Estudios Contemporáneos y considero importante destacar el carácter interpelativo que este texto tiene en relación con el contexto histórico y cultural, así como con los valores humanistas que reescribe.

Lo primero que debe resaltarse es que este texto tiene una interesante presentación liminar, ya que en la portada hay una clara  alusión al poder económico y político, cuyo símbolo estereotipado es el águila.Además, en ella, y específicamente en el título, se emplea una retórica de apertura que se caracteriza por la interrogación y el suspenso, lo que permite introducir al lector en un universo particular que recupera y ficcionaliza la historia desde la perspectiva del autor.

Se trata de la historia política de América Latina (y del mundo también) vista en relación con “el terrorismo de estado de las administraciones estadounidenses”, como lo apunta el mismo autor, y diríamos, en términos más amplios, con la ignorancia y destrucción de múltiples elementos culturales de diversos países por parte de los Estados Unidos. En este sentido, el texto refleja las contradicciones y paradojas que encierra el poder, así como los contradiscursos que se encuentran en el accionar de personajes que tienen una referencialidad histórica muy definida, como se aprecia en este texto que abre el libro: “Pálido/con los párpados inflamados/con una mirada taciturna/me dijo George W. Bush,/ ¿Te diste cuenta que infames/lo que nos hicieron a la/ Democracia modelo?”  Además de mostrar al personaje en una condición lamentable, con sus párpados inflamados, que bien podría connotar una situación de deterioro, y la mirada taciturna que lo convierte en un ser dudoso, el yo lírico en un tono coloquial es capaz de contestarle e interpelarlo aludiendo a que su Democracia modelo fue la responsable de mutilar sin necesidad ni pretexto a los niños, jóvenes y adultos de Hiroshima y Nagasaki.

El texto, además de constituir un llamado a la recuperación de la memoria y de los hechos, se convierte en una voz firme que desenmascara las aberraciones del poder y avizora la pertinencia de una sociedad más humana, en la que se sepulte la primacía del “desarrollo financiero y militar”.  Por ello, el yo lírico se presenta como una instancia capaz de sugerir y recomendar, como lo hace con Bush padre: “Mr. Bush, aconséjele a su hijo,/ prudencia, mesura, racionalidad, /sé que él carece de estos valores, /pero bueno, que haga el esfuerzo al menos”. Esto constituye un rebajamiento de quienes asumen el poder en los Estados Unidos, muestra la metáfora del poder como enfermedad y descubre el proyecto ideológico de Contreras, en el que su mérito principal estriba en la imbricación entre el juego escritural y la denuncia.

De este modo, Contreras se preocupa por lograr la comunicación literaria, tanto en las instancias textuales como extratextuales. Internamente, el yo lírico, aunque discrepa de cualquier personaje que encarne el poder, se muestra cercano a él y es capaz de cuestionarlo y desestabilizar su discurso; y en el ámbito de la connotación, el texto pone a los receptores en contacto con la historia política del siglo XX y con aquellos regímenes que se han caracterizado por el autoritarismo y el terrorismo. En ambos niveles, sobresale la intencionalidad del autor de evidenciar las contradicciones del poder y, sobre todo, la necesidad de recuperar la dignidad, la justicia y la libertad como verdaderos pilares de un desarrollo humano integral.

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