El arte es una lección de libertad

Carlos Poveda: «El verdadero arte siempre ha sido irreverente a través de los tiempos. El arte que más respeto es el

Carlos Poveda: «El verdadero arte siempre ha sido irreverente a través de los tiempos. El arte que más respeto es el que rompe».

El artista Carlos Poveda inició su carrera profesional en 1960, a los veinte años de edad y cuatro años después dio un salto importante al realizar su primera exposición en Washington D.C.

Autodidacto y convencido de su vocación y filosofía del arte, Poveda ha evolucionado a lo largo de más de 40 años de trabajo.

El 12 de agosto el Museo de Arte Costarricense inaugura una muestra antológica de la carrera de Poveda, quien radica en París, Francia.

A propósito de su venida al país, Poveda conversó con UNIVERSIDAD sobre su trabajo y su visión del arte.

 

¿ Ser autodidacto fue una ventaja creativa, o una desventaja con respecto a otros artistas?

 

– Comencé mi carrera con el dibujo en blanco y negro sobre el papel y nunca sentí algo que me incomodara con respecto a otros artistas con base académica.

El autodidactismo me llevó a crear mi propia academia, a investigar por mi cuenta y desarrollar un trabajo no sólo en la parte técnica, sino en la temática.

 

¿Cómo le llegó la oportunidad de salir del país tan temprano en su carrera?

 

– Tuve la suerte de conocer a los miembros del Grupo 8, conformado por varios artistas a finales de los 50 y principios de los 60, entre quienes estaban Felo García, César Valverde, Rafa Fernández, Néstor Zeledón.

Hacían exposiciones al aire libre y ahí aprendí qué es el arte. Su trabajo fue mi primera escuela, me fascinó. También me influenció su actitud contestataria.

Ellos presentaron mi trabajo a José Gómez Sicre, director de la división de artes visuales de la OEA. Fue él quien me consiguió la exposición en Washington D.C. Una puerta se abrió a una gran cantidad de exposiciones durante los años 60 y a la Bienal de Sao Paulo, donde gané un premio de dibujo.

 

Su exploración de la figura humana duro quince años, ¿cómo describe las diferentes etapas de su carrera?

 

-Tengo tres periodos de mi trabajo bastante marcados. Primero éste de quince años sobre la figura humana, otro sobre paisajes que también me tomó quince años y ya tengo casi diez años de trabajar el bodegón.

 

¿A qué se debió la decisión de mudarse de Estados Unidos a Venezuela?

 

-Mi contacto con artistas latinoamericanos en Estados Unidos me planteó gran interés por el arte del continente y el reto de exponer en toda América Latina.

Me atrajeron mucho los movimientos artísticos de Venezuela. Además tenía amigos artistas allá y, por el sólo hecho de hacer lo que hacía, Venezuela me abrió las puertas para enseñar, sin tener título académico.

 

¿Cuál era su técnica de trabajo en esa primera etapa?

 

– Utilizaba esmalte comercial y la parte de atrás del pincel para dibujar, con lo cual lograba texturas imposibles para el pincel y el lápiz, lo que cargó mis dibujos de mucha fuerza.

 

-En 1974 viajó a Polonia, ¿coincide este primer contacto con Europa con el paso de la fase de figura humana a la de paisajes?

 

– La experiencia en Polonia fue muy fuerte no sólo por el cambio al sistema socialista, sino que Polonia es un campo minado, allí pasaron cosas como el holocausto judío, es un país con unos recuerdos muy intensos. De hecho la pintura, la gráfica y el cine que vi en aquel periodo eran obras muy densas.

Es probable que todo ello influenciara mi salida de la figura humana.

 

¿Es su trabajo con paisajes más conceptual, tal vez menos desgarrador que con la figura humana y más intelectual?

 

– Sí . Pero aparte del ego intelectual, el trabajo que desarrollé con la figura humana tiene gran fuerza psicológica. Ese tipo de obra era buscada por un tipo de coleccionista muy específico.

La mayoría del coleccionismo busca obras que no generen ningún tipo de resistencia o problema, que reflejen un placer. Podría decirse que el paisaje tiene esa característica en relación con la figura humana. No puedo explicar qué me llevó a ello, más que el amor por el papel, el amor por los grafismos, por las texturas, los grabados.

 

Su paso de la figura humana al paisaje también lo es del blanco y negro al color, ¿qué buscaba?

 

– Es el paso del dibujo a la pintura. El vínculo de los trazos de los dibujos con los paisajes son las nubes, que son trazos. El cambio de la línea del negro al blanco, me exige un fondo de color. Después empiezo a trabajar blanco sobre blanco.

 

Su etapa actual puede ser más complicada de digerir para el público en general, pues ha evolucionado del lienzo a un trabajo más escultórico y de instalación, ¿qué es lo que se plantea?

 

– A través de mi obra me persigue una irreverencia estética, que creo es la verdadera puerta dentro del arte. El verdadero arte siempre ha sido irreverente a través de los tiempos. El arte que más respeto es el que rompe.

 

¿Esa ruptura es exclusiva en el campo de la estética, o tiene repercusiones afuera de lo estrictamente artístico?

 

– El arte enseña la hermosa e interesante lección del concepto de libertad en el ser humano. Vivimos muy constreñidos y obligados por las leyes y en el arte nos permitimos ciertas cosas. La gran enseñanza del arte es la irreverencia, es la libertad.

 

¿Qué representan sus trabajos con los platos?

 

– Son una evolución de trabajos anteriores, que me acercaron al concepto vivencial del hombre en cuanto a su alimentación. También es como cerrar un ciclo que se inició con la figura humana.

Además el plato está relacionado con la comida, cualquier cosa que uno coloque en un plato ya refiere a la  alimentación, pero al mismo tiempo habla de otra cosa, hay una ambivalencia. Esa dicotomía me gusta.

Eso creó un misterio, algo extraño, y eso es lo que me interesa del arte, que sea diferente, lo cual nos lleva de nuevo a la irreverencia.

Hay otras connotaciones, como el hecho de que los materiales con los que trabajo son desechos de la industria actual, como plástico o metales.

 

¿En qué momento toma la decisión de radicarse en París?

 

– Hace cinco años.  Consideré que debía confrontar mi trabajo en otros niveles, en este caso Europa. Ya en París la galería Lelia Mordoch estaba interesada en mi obra, así que no estaba desamparado.

Hay muchas galerías dedicadas a mover cierto tipo de arte, donde me ha costado colocar mis trabajos, pues son muy atrevidos. Eso no me entristece, más bien me alegra.

El concepto no es trabajar un bodegón estricta y estéticamente figurativo, sino que haga pensar al espectador, que le ayude a reflexionar. El arte también es para pensar, reflexionar, aprender, motivar, y subsistir.

 

¿Entonces, su gran influencia en cuanto a la actitud y la conceptualización de lo que debe ser el arte, es el Grupo 8?

 

– Sí, aunque no me influyó estéticamente, sino intelectualmente, lo cual me permite reflexionar. En Venezuela, después de que me di a conocer, me planteé si tendría que hacer toda la vida el mismo trabajo, y vi que eso me mataría.

 

¿ Cuál podría ser una cuarta etapa de su trabajo?

 

– Por ahora sigo con los bodegones, pero he retomado la idea del huerto, que no lo llegué a trabajar del todo. Hay otra fase que ya comencé, la fotografía de mis propios trabajos, que también se acerca a algo más contemporáneo.

 

¿Qué significa la elaboración en Costa Rica de una muestra antológica de su trabajo?

 

– Me honra y me reconcilia con el país.  Es algo muy afectivo, es un lindo gesto de Costa Rica hacia mí y espero no defraudar.

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