Historiadora siguió el rastro de italianos en Centroamérica

Aunque su emigración fue por amor, Rita Bariatti siguió el rastro y las realidades de sus coterráneos italianos en Centroamérica desde hace 30 años,

Aunque su emigración fue por amor, Rita Bariatti siguió el rastro y las realidades de sus coterráneos italianos en Centroamérica desde hace 30 años, hasta plasmarlo en un libro que recoge gran parte de esas historias.

“Italianos en América Central” es la investigación en formato de libro que Bariatti presentará el próximo 12 de octubre en la Casa Italia y es el fruto de un esfuerzo continuado de tres décadas, en el cual se mezcla el interés por conocer vida y aventuras de los italianos que vinieron a parar a estos rumbos, sobre todo arrastrados por el impacto de las dos Guerras Mundiales y por azares como la construcción del ferrocarril al Atlántico en Costa Rica.

Bariatti nació en Milán y nunca pensó en estudiar historia; pero el destino, que nunca falla, le tenía reservada una tarea al otro lado del Atlántico y tras conocer a su marido, el médico José Alberto Rímolo ‒quien había tenido que trasladarse al país de sus ancestros para poder graduarse en medicina‒, vino a Costa Rica por primera vez en 1963 y tres años más tarde regresaría con todas sus maletas para asentarse en la América, cuyo “descubridor” había sido el navegante genovés Cristóbal Colón.

Esos golpes del destino, como los designa Bariatti, se fueron acumulando para que a ella le correspondiera la responsabilidad de dar una visión de contexto de sus “conciudadanos” en el libro “Italianos en Costa Rica” (2001) y ahora con su investigación de los italianos en el istmo, ya que incluye a Panamá.

“Si yo iba a Italia me gustaba visitar las bibliotecas para ver información sobre italianos en Centroamérica y lo que encontraba lo apuntaba y lo guardaba”, recordó esta profesora pensionada de historia, aunque en un principio ella soñaba con estudiar lenguas modernas con énfasis en inglés.

Periódicos de la época, archivos, libros, documentales, entrevistas e Internet: son parte de las fuentes a las que Bariatti recurrió para presentar ese gran panorama de los italianos en América Central, la mayoría de los cuales optaron por dedicarse al comercio y negocios propios, según consta en los hallazgos encontrados.

En cada viaje por la región, Bariatti iba con ojo escrutador y ya fuera por la arquitectura o alguna manifestación comercial, estaba atenta para tomar nota y certificar la huella de sus coterráneos.

“En un hotel o en una calle trataba de ver la vivencia italiana que podía haber detrás y así fue como fui haciendo mis investigaciones”.

RETRATOS

“Nuestro trabajo buscará trazar una visión global de los aspectos cuantitativos y cualitativos de los emigrantes italianos a América Central, así como se formalizarán en cada caso las biografías específicas de ellos”, apunta la autora.

En el libro, que consta de 442 páginas en un formato de 8×12 x 11 centímetros, incluye retratos de italianos dispersos por Costa Rica, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador.

Las emigraciones se produjeron de diversas formas, entre las que predominaban las de corte individual y las masivas; estas últimas motivadas, sobre todo, por razones políticas y económicas.

“En los cuarenta años entre 1876 y el comienzo de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) expatriaron 14 millones de italianos; de ellos, unos 4 millones se dirigieron a Brasil y Argentina. Al principio, las regiones de mayor aporte fueron las norteñas Veneto, Friuli, Piamonte y Lombardía; más tarde se fueron intensificando los éxodos desde las regiones sureñas como Campania, Sicilia, Calabria y Basilicata”.

En el volumen, Bariatti agrega que “claro ejemplo para confirmar lo mencionado y dignos de recordar son los casos de emigraciones en masa desde la región de Friuli hacia Guatemala (en los años 1877, 1878 y 1879) y, una década después, el éxodo desde la provincia de Mantua y zonas limítrofes (región de Lombardía) en los años de 1887 y 1888”.

También, partieron de Italia rumbo a América Central de lugares como Moreno Calabro, en la provincia calabresa de Cosenzo, un importante número de itálicos en busca de trabajo y nuevos horizontes, ante las difíciles condiciones económicas, entre otras razones, por la desaparición de las hilanderías de la seda.

Eso explica un hallazgo curioso y significativo que se encuentra en la página 45, en la que se cita cómo el periódico quincenal Vita Nuova, editado entre 1913 y 1922, en Morano, tenía suscriptores en Ciudad de Guatemala, Quetzaltenango, San José, Ciudad de Panamá y en Colón.

 

DESPUÉS DE LAS INDEPENDENCIAS

 

“Italianos en América Central” permite comprobar que la incorporación de los itálicos a las nuevas tierras fue, con las excepciones puntuales, gradual. De esta forma, en 1871 solo se registraban 65 italianos en Guatemala y en 1880 se contabilizaban 550.

En 1892, en El Salvador se tenía noticia de un total de 600 italianos afincados en este país, la mayoría de los cuales se dedicaba al comercio y a la industria. En Honduras, en los comienzos del siglo XX, apenas se sabía de unos 70 italianos dispersos por el país, varios en San Pedro Sula y Puerto Cortés.

En Nicaragua, en 1892, con una población de 400.000 habitantes, hay datos que indican que residían unas 70 familias, muchas procedentes de Génova, y se dedicaban al transporte de personas hacia California, en momentos en los que predominaba la fiebre del oro.

Ya para 1909 se estimaba en 200 las familias italianas entre los nicaragüenses: “Las propiedades rurales italianas en Nicaragua no son tan numerosas como aquellas de la colonia alemana, empero están muy bien cultivadas; generalmente las plantaciones se encuentran en los distritos de Managua y Matagalpa. Capital italiano fue invertido también en la Nicaragua Sugar States Limited, la más grande plantación de caña de azúcar con refinería y destilería”.

Bariatti precisa que no todos los italianos fueron triunfadores en América Central, pues muchos terminaron sus vidas pobremente y algunos tuvieron que regresar a su tierra de procedencia; aunque, esta opción no se veía con buenos ojos, debido a que era, de alguna forma, admitir una derrota en la aventura allende los mares.

Hubo varios estilos para que los itálicos terminaran de desembarcar en Centroamérica como ya mencionó entre la inmigración individual y colectiva, pero se daban los casos de las salidas escalonadas. Es decir, primero venía el hermano mayor, luego el menor, después el papá, y, finalmente, la madre.

Bariatti considera que el papel de las madres en esa emigración merecerá un libro completo, porque ellas eran, a su criterio, las más sufridas.

Poco a poco, ficha a ficha, retrato a retrato, Bariatti hurga en el alma italiana en Centroamérica y Panamá.

Es, sin embargo, una visión inconclusa, porque en criterio de la escritora quedan muchos cabos sueltos que otros investigadores tienen que seguir, para dar con el cuadro completo y definitivo de la presencia itálica en la región.

El libro, que costará ¢12.000 y se venderá en la librería Alma Mater y la Librería Universitaria, tiene recortes de publicidad de negocios italianos en el área y son un material de un extraordinario valor.

Así por ejemplo, hay dos láminas, en las páginas 413 y 414 en las que se anuncia “La más grande y la más perfecta del país. Si ud. Quiere satisfacer su gusto, pida los fideos de esta marca” y a continuación un diseño de un anuncio de “El progreso”, propiedad de Musmanni Hnos. Esto para solo citar el caso costarricense.

A veces el amor puede más que la política y la economía. Y aquella joven que en 1963 vino a conocer Costa Rica con su esposo y que anhelaba estudiar lenguas modernas en Milán, terminó en San José por el “divino azar”, como diría el poeta Pedro Salinas, y se convirtió sin saber, en la historiadora de los italianos en el istmo.

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