América Latina y el Caribe ocupan su nuevo espacio en la política internacional

Reunidos en Santiago de Chile el último fin de semana de enero, los gobernantes de 60 países de América Latina, el Caribe y Europa

Reunidos en Santiago de Chile el último fin de semana de enero, los gobernantes de 60 países de América Latina, el Caribe y Europa dejaron en evidencia los enormes cambios en el escenario político internacional, en una cita que no estuvo carente de polémica.

“En Santiago, confirmaremos el carácter estratégico de nuestra relación basada en valores comunes”, dijo unos días antes el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.

Carlos Fazio, analista internacional del diario La Jornada de México, estimó que la reunión tenía otro carácter. En su opinión, se trataba de “discutir una agenda ‘economicista’ impuesta por las potencias de la vieja Europa”.

 

Lo cierto es que en Santiago, entre el 25 y el 29 de enero, se produjeron dos reuniones internacionales con participación de algunos de los principales líderes del mundo.

En la primera, los gobernantes de los 33 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se reunieron con sus colegas de los países de la Unión Europea (UE) y los máximos representantes de esa organización. Después la CELAC celebró su primera cumbre desde su creación en el 2011.

La cita con Europa, la sétima que reunió a las dos regiones, fue la primera en la que América Latina y el Caribe participaron integrados en la CELAC, lo que permitió a la región «hablar con una sola voz», como destacó canciller chileno, Alfredo Moreno.

La reunión se celebró en un momento en que América Latina muestra un crecimiento económico sostenido, mientras Europa atraviesa una prolongada recesión, cuya salida todavía no se ve.

Las inversiones fueron tema de la cumbre, tanto las de Europa en América Latina, como las de la región en Europa, un enfoque novedoso destacado por los comentaristas. “La UE aspira a colocar más productos industriales en América Latina, que reclama, a su vez, mayor apertura para sus productos agropecuarios y materias primas”, señalaron.

Con una visión más crítica del encuentro, Fazio cuestionó este enfoque, al señalar que “en rigor, lo que quieren las corporaciones europeas es disputarle a Estados Unidos, en su tradicional patio trasero, el acceso a los mercados y las materias primas (litio, petróleo, gas shale, biodiversidad, el acuífero Guaraní —segundo reservorio de agua dulce del mundo— y la Amazonía, pulmón que oxigena al resto del planeta)”.

En todo caso, el vínculo económico entre las dos regiones es particularmente importante. Según la Comisión Europea, la UE es el principal inversor extranjero directo en los países de la CELAC, donde —en 2010— se acumulaba una inversión de 385 000 millones de euros, “superior a las de Rusia, India y China juntos”.

El comercio de mercancías, se duplicó en la última década hasta llegar a los 214 000  millones de euros (unos $286 000 millones, un 6.5 % del comercio total de la UE), según las mismas fuentes.

Pero, para poner en debida perspectiva ese dato, se puede señalar que, en la última década, el intercambio comercial entre China y América Latina se multiplicó por 12, pasando de $15 000 millones a $183 000 millones.

Esa realidad económica se ve enmarcada, a su vez, por un contexto político muy distinto al de hace un par de décadas. Si bien Van Rompuy hizo énfasis en los “valores comunes” prevalecientes en ambas regiones, quizás ningún otro fenómeno pone en evidencia los cambios como la decisión de Argentina o Bolivia, de nacionalizar empresas europeas de servicios o que explotaban recursos naturales en la región.

El conflicto entre Argentina y el Reino Unido por las islas Malvinas ha tomado también una nueva relevancia, gracias a ese cambio reciente en las relaciones internacionales, una situación que el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, puso en evidencia al destacar que hay “diferencias en las visiones entre Europa y Latinoamérica”. Una opinión importante, entre otras cosas, porque Cuba asumió en Santiago la presidencia de la CELAC durante un año.

NUEVO ESCENARIO

El hecho de que Cuba asumiera la presidencia de la CELAC —un cargo ejercido por un año por los países miembros, en orden alfabético, y que le correspondió al presidente cubano, Raúl Castro, recibirlo de manos de su homólogo chileno Sebastián Piñera— contribuyó a resaltar la importancia de esos cambios.

“No queda un solo país en el hemisferio (aparte de Estados Unidos) que no tenga relaciones con Cuba y se oponga activamente a la política de embargo contra Cuba”, vigente desde 1962, dijo a la agencia de prensa AFP el analista Arturo López-Levy, de la Universidad de Denver (Colorado), coautor del libro «Raul Castro and the New Cuba», recientemente publicado en Estados Unidos.

Cuba no se interesó en retornar a la Organización de Estados Americanos (OEA), de la que fue suspendida en 1962, pese a que hace tres años esa medida fue anulada.

La insistencia de Estados Unidos de mantener el bloqueo a la isla ha terminado por aislar completamente el Gobierno de Washington, que hace ya varios años no cuenta más en las Naciones Unidas, que con el voto de Israel y de alguna isla perdida del Pacífico, en apoyo a esa medida.

“La asunción (de Cuba) de la presidencia de la CELAC puede calificarse como […] el inicio de una etapa que se caracterizará porque Cuba será un país totalmente integrado a la diplomacia de la región”, dijo a la AFP el académico y exdiplomático cubano Carlos Alzugaray.

Cuba logró otro éxito diplomático en abril del año pasado, cuando América Latina y el Caribe unieron sus voces en la Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, para exigir que se pusiera fin a su exclusión de ese foro. El tema impidió que hubiese una declaración conjunta con Estados Unidos y Canadá.

Esa nueva situación fue destacada, entre otros, por el presidente uruguayo José Mujica, para quien “este clima que estamos viviendo, de gente que piensa muy distinto y, sin embargo, descubre que tiene que andar junta, nunca se vio en nuestra América”.

El hecho de que, precisamente en estos instantes, se estén celebrando en Cuba las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), dio pie también para un encuentro entre el presidente Juan Manuel Santos y Raúl Castro. No hay que olvidar que tanto Estados Unidos como Europa siguen calificando a las FARC como organización “terrorista”, una decisión adoptada a instancias del entonces jefe del Gobierno español, José María Aznar, en un contexto de una marea conservadora que dominaba sin contrapeso el escenario internacional.

Hay que observar ahora si, en el inicio de su segundo mandato, el presidente Barack Obama y su nuevo secretario de Estado, John Kerry, serán capaces de avanzar en la dirección sugerida por Insulza y demandada por América Latina, con el apoyo del resto del mundo.

LA DERECHA

Ante estos cambios, si bien la derecha latinoamericana y europea ha perdido la iniciativa, no se queda de brazos cruzados. En Chile, país donde tiene fuerte presencia y controla incluso el Gobierno, se desarrollaron diversas líneas de acción.

El diario La Tercera reconoció que el traspaso de la presidencia de la CELAC a Cuba era muy significativo, “pues supone la incorporación sin cortapisas de Cuba en la comunidad latinoamericana y caribeña, concretando así un antiguo anhelo de la diplomacia de ese país. Una situación que parece inaceptable”, según el periódico.

La Unión Demócrata Independiente (UDI), principal partido de la coalición de Gobierno en Chile, arremetió contra Castro y puso en dificultades al propio presidente Piñera, al acusar al Gobierno de Cuba de “amparar” a miembros de un comando que, en 1991, mató al senador Jaime Guzmán, ideólogo de la dictadura de Pinochet y fundador de la UDI. Escándalo que finalmente fue resuelto con discreción por el propio Piñera, interesado en el éxito de la cumbre.

También, organismos de “derechos humanos”, como Human Rights Watch, arremetieron contra la reunión. “Cuesta tomar en serio a una asociación de Estados regional presidida por Cuba, cuya razón de ser es reunirse una vez al año sin Estados Unidos ni Canadá”, señaló el director de la División de las Américas de esa organización, José Miguel Vivanco, citado por El País, de Madrid, diario que hace eco de las posiciones conservadoras europeas con respecto a América Latina.

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