Nada quedó intacto, los soldados israelíes destruyeron casas, muelles y familias.
«Yo soy un estudiante y vivo en Rafah. En esta página web presento fotos y reportajes sobre mi ciudad. Sobre nuestra vida, nuestra comunidad, la demolición de casas, las familias sin casas, los niños en nuestro campo. Sobre las tragedias que ocurren todos los días».
Si usted quiere conocer una versión de esas tragedias (en inglés), puede acudir a la siguiente dirección en internet: www.rafahtoday.org
Con esas palabras empieza el testimonio de la tragedia de la ciudad palestina de Rafah, contada por una de sus víctimas. Algo así como una nueva versión del Diario de Ana Frank. Quien lo cuenta es Mohamed, un joven fotógrafo, habitante de Rafah.
Rafah es una de las ciudades más pobres del mundo, ubicada en la franja de Gaza, territorio palestino fronterizo con Egipto. Desde el martes de la semana pasada, Rafah ha sido sitiada y, sus barrios, parcialmente demolidos por el ejército israelí. Centenares de casas han sido destruidas por topadoras apoyadas por tanques y tropas.
En el pasado, la ciudad fue un importante lugar de paso de las caravanas que unían Egipto con lo que hoy son Siría, Líbano, Jordania y Palestina, detalla Mohamed. La ciudad tiene 130 mil habitantes, rodeados por campos de refugiados palestinos.
Los habitantes del barrio de Tel a-Sultán, en Rafah, confinados a sus casas por un estricto toque de queda, carecían desde hace varios días de agua y electricidad debido a los daños causados por el ejército israelí a las infraestructuras.
«El servicio de aguas residuales no funciona y éstas se han desbordado por las calles, no hay electricidad ni agua potable, el pavimento ha saltado en numerosos lugares, medio centenar de casas han sido demolidas y otras muchas se encuentran semidestruidas», según la descripción de la situación en Rafah, hecha por medios de prensa internacionales.
Las fachadas de numerosas casas han quedado maltrechas como consecuencia del paso de tanques y vehículos blindados por los estrechos callejones del campo de refugiados. «Apenas puedo reconocer mi propia calle. Creo que un terremoto no hubiera producido lo que ha hecho el ejército israelí», manifestó Abdel Rahim Abu Yazer, un maestro de 42 años.
Helicópteros y tanques han disparado sobre manifestantes desarmados el 19 de mayo pasado, cuando unas tres mil personas salieron a protestar contra el operativo militar.
Los vecinos de dos barrios evacuados salían de sus casas para contemplar la destrucción. Pero cuando los camiones con ayuda humanitaria trataron el viernes pasado 21 de ingresar a Tel a-Sultán, el ejército israelí bloqueó la entrada. Se trataba de tres vehículos cargados con mil paquetes de comida y 20 mil litros de agua mineral embotellada enviados por la organización de ayuda Care International.
OPERACIÓN «ARCOIRIS»
La ofensiva del ejército israelí fue bautizada como «Operación arco iris sobre las nubes», el que, según el relato de las Sagradas Escrituras, apareció en el cielo después del diluvio bíblico. Se trata de la mayor operación militar en territorios ocupados desde la guerra de 1967. Un balance provisional dejaba un saldo de más de 40 personas muertas, entre ellas varios niños y niñas, y más de 250 heridas. La brutalidad de las acciones de Israel fue condenada la semana pasada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, por 14 votos a favor y la abstención de Estados Unidos, que normalmente veta cualquier resolución de condena a Israel en el Consejo de Seguridad.
En medio de afirmaciones de que el operativo había terminado, el general Shmuel Zakai, comandante de las tropas desplegadas en Rafah, afirmó no haber recibido órdenes en ese sentido, mientras que, en la radio del ejército israelí, fuentes militares decían que «los palestinos todavía no van a respirar tranquilos».
El objetivo anunciado de la operación era destruir túneles usados por los palestinos para trasegar armas desde el otro lada de la frontera con Egipto. Pero ninguno se encontró y solo una persona había sido detenida.
Los verdaderos objetivos del operativo parecen ser otros. Entre ellos, aterrorizar a los palestinos.
«Los muertos de Gaza y el derribo de centenares de viviendas muestran que los estragos de la guerra no tienen ningún límite. Como de costumbre, la comunidad internacional ha protestado. Sin resultado. No bastará todo lo que ha ocurrido para frenar la obsesión represiva del primer ministro israelí. Y cabe preguntarse qué importancia dará a la suave reacción estadounidense. El día anterior, George W. Bush, buscando el voto de electores judíos -tradicionalmente demócratas- para los comicios de noviembre, afirmó que Israel tiene «todo el derecho a defenderse contra el terrorismo», comentaba el diario francés Le Monde, para hablar de la tragedia de Rafah.
«El ejército israelí está comprometido en lo que parece ser un plan para destruir unilateralmente el territorio palestino», señaló el New York Times. «El día de ayer nos trajo escenas horribles de muerte cuando un tanque y un helicóptero abrieron fuego contra un grupo de manifestantes palestinos (incluyendo niños) en el campo de refugiados de Rafah», agregaba otra información.
El ministro de Defensa de Israel, Saúl Mofaz, admitió que la verdadera intención de la Operación Arcoiris era «crear una nueva realidad en la zona».
El objetivo, según fuentes militares citadas por la prensa israelí, era ampliar el «corredor Filadelfia» entre la Franja de Gaza y la frontera con Egipto, una zona tapón bajo control de Israel, mediante la expulsión de miles de personas y la destrucción de sus viviendas y una extensa área que incluye plantaciones de olivo de varias familias campesinas.
Esta política de «tierra arrasada» y de castigo a la población no es nueva. Antes del inicio de la rebelión palestina contra la ocupación israelí, conocida como Intifada, las casas de Rafah llegaba prácticamente hasta la frontera. En realidad, la ciudad sigue al otro lado, en Egipto. A partir de octubre de 2000, el ejército israelí comenzó a destruir casas. Ahora, las que están situadas hasta a 300 metros de la frontera han sido marcadas para su demolición. Así, 88 edificios han sido demolidos en Rafah en los últimos días. Desde el inicio de la Intifada, más de 1.300 casas han sido destruidas, y unas 11 mil personas han quedado sin hogar. En mayo, los equipos de rescate de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA), informó que 2.197 personas quedaron sin techo, tras la demolición de otras 191 viviendas en la Franja de Gaza.
«El ejército israelí asegura que las demoliciones no son arbitrarias. Dice que las casas son utilizadas por hombres armados y como puntos de salida para túneles subterráneos utilizados por militantes palestinos para acceder a armamento que entra de contrabando desde Egipto.
Sin embargo, otras demoliciones también han ocurrido en Gaza, donde más de siete mil judíos viven en asentamientos al lado de casi 1,3 millones de palestinos.
El testimonio
Un resumen de la historia de la familia Naji Abaas presentado en la página de Mohamed.
«Naji Abaas tiene 35 años, trabaja como sastre y nunca estuvo involucrado en actividad terrorista o política. Su familia está integrada por cuatro personas. Ellos viven en Beit Lahia, cerca de asentamientos judíos. Los dos niños padecen de anemia y la familia es muy pobre.
Una noche, mientras la familia dormía, soldados israelíes llegaron con sus tanques a la calle..
…»Los soldados destruyeron los muebles y las pertenencias de la familia, mientras gritaban sin parar. Nada quedó intacto. Le dijeron a Naji que se aproximara y lo amarraron, mientras otro soldado ponía su rodilla sobre el cuello de la madre, manteniendo su cara hacia abajo, profiriendo los más bajos insultos contra ella. La mujer gritaba y preguntaba por qué los soldados hacían eso con su familia, pero en vez de obtener respuesta, el soldado golpeó su cabeza con un arma.
«Después un soldado le pegó en la cara a la niña Malak… la madre le preguntó por qué hacía eso. El soldado respondió: le pegamos porque ella tiene los ojos cafés, y la vamos a llevar con nosotros, porque ella es hija nuestra, no de ustedes, ustedes la robaron de nosotros. Pero luego la dejaron».
La historia termina con las torturas a que fue sometido Naji, enterrado en un hoyo estrecho por los soldados israelíes».