Guerra contra Irak Una cuestión de dinero

Millones de millones de dólares se mueven en torno al conflicto, en un cálculo de costos y beneficios que, finalmente, solo la realidad podrá

Millones de millones de dólares se mueven en torno al conflicto, en un cálculo de costos y beneficios que, finalmente, solo la realidad podrá mostrar en toda su dramática dimensión si la guerra llega a estallar.

Millones en las calles se manifiestan contra la guerra. Bush insiste en que eso no lo hará cambiar de opinión. Embarcado en una escalada militar contra Irak de enormes dimensiones, con centenares de miles de soldados desplegados en torno al escenario del conflicto, con seis porta-aviones en las aguas cercanas, la guerra contra Irak no será nada parecida a la otra que, hace ya más de una década, obligó al presidente iraquí a abandonar el invadido Kwait. Ahora se trata de liquidarlo políticamente y asumir el control de las enormes riquezas petroleras del país.

Pero el escenario actual es muy distinto. Por un lado, es distinto en lo militar puesto que las nuevas armas, cada vez más sofisticadas, hacen de la guerra un juego de «burro amarrado contra tigre suelto».

 

 

Con su economía devastada -se calcula que Irak ha perdido hasta $180.000 millones, como consecuencia del bloqueo sufrido desde 1991-, este país no tiene condiciones para enfrentarse a la parafernalia desplegada entorno a sus fronteras.

El otro escenario, muy distinto, en el que se desarrolla este conflicto y es el escenario económico estadounidense.

Por un lado, las empresas de la guerra se frotan las manos con los cálculos de los beneficios que un conflicto de este tipo les puede significar. Por otro, Estados Unidos se enfrenta a este conflicto con una economía enormemente debilitada en la cual una guerra, lejos de servir para reactivarla, podría contribuir a terminar de hundirla en la depresión, sostienen prestigiosos economistas de EE.UU.

CRISIS

En una economía como la norteamericana, $40.000 millones de gastos militares no tienen un efecto significativo, estimó el prestigioso economista James K. Galbraith, en un artículo escrito recientemente. Sostiene que un programa de rescate de la economía de $100.000 millones, incluyendo reducción de impuestos, sería la solución.  En las actuales circunstancias, la idea de estimular la economía debería ser sustituida por la de estabilización económica con medidas adecuadas a las dimensiones de la crisis.

Galbraith habló de $300.000 millones, pero no solo en gastos militares, sino también en programas sociales y recordó que las circunstancias económicas actuales prevalecientes en Estados Unidos, son muy distintas a las de la II Guerra Mundial: en esa época EE. UU. era el mayor acreedor mundial; era autosuficiente en energía y no padecía el enorme  déficit comercial de ahora. En estas circunstancias, un esfuerzo militar de mayor envergadura podría terminar por hundir el dólar, debilitando aun más las exportaciones y aumentando las importaciones del país, estimó el especialista.

Lo que Bush hizo ante esta situación fue anunciar, en enero pasado, un programa económico de recortes por $670.000 millones de los impuestos, en los próximos diez años. Casi la mitad del programa beneficiará a los ingresos personales por ganancias corporativas, un programa que, según opositores demócratas, beneficiará principalmente a los más ricos y que contribuirá a aumentar el déficit fiscal.

COSTO MUNDIAL

En medio del debate sobre las formas de enfrentar la crisis económica y las repercusiones de la guerra, un informe divulgado la semana pasada en Australia por expertos financieros, estimó el costo de la guerra para la economía mundial en $173.000 millones, solo este año.

Basándose en dos escenarios –una de guerra corta, con uno o dos años de reconstrucción; y otro, de cinco años de guerra, con otros cinco dedicados a la reconstrucción–, los expertos estimaron que el conflicto afectaría la inversión privada y podría empujar los mercados de valores a precios aún más bajos que los actuales.

En conjunto, podría haber una caída de la inversión en EE.UU. del 8% por debajo de lo estimado para este año y el próximo, algo menor para Japón y Europa, y todos tendrían que incrementar su gasto público para hacer frente a las necesidades.

En ese contexto, la guerra desataría nuevas presiones inflacionarias, cuyas consecuencias son también difíciles de predecir.

Pese a todo, la lógica del conflicto militar sigue prevaleciendo, acompañada de cálculos económicos de  todo tipo sobre las eventuales ganancias que podría deparar a las empresas de los países comprometidos en el ataque contra Irak, en primer lugar Estados Unidos y su principal aliado, Gran Bretaña.

Por otro lado, el presidente francés Jacques Chirac ha apostado a una solución diplomática para el conflicto, apoyada por las inspecciones de las Naciones Unidas y difícilmente aceptaría, en las actuales circunstancias, la aprobación de una nueva resolución del Consejo de Seguridad -donde tiene derecho de veto- que abra las puertas para la guerra. Esa posición pondría las empresas francesas en una situación difícil en caso de que los estadounidenses lleguen a controlar Irak, pero es evidente que París ve con preocupación no solo la hegemonía de EE.UU. en el escenario político, sino las consecuencias más graves que la guerra podría tener para la economía mundial. En esa posición ha sido acompañada por Alemania.

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