Nada describe mejor el estado de los sirios “de a pie”, que la palabra agotamiento

Una población “agotada” en medio de una guerra desgarradora, que no se puede entender fuera del contexto de otros dos conflictos mayores: el árabe-israelí

Una población “agotada” en medio de una guerra desgarradora, que no se puede entender fuera del contexto de otros dos conflictos mayores: el árabe-israelí y las rebeliones en los países del norte de África y del Medio Oriente.

Así es como Bassam Haddad, director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason, describe el conflicto sirio, que cumple ya dos años, con un saldo de 70 mil muertos y sin perspectivas claras de solución.

“Ya no es un misterio que el levantamiento sirio se convirtió rápidamente en mucho más que en eso”, dice Haddad. “Está enredado en las contradicciones y conflictos de la región y en los sutiles, aunque reales, juegos internacionales de poder”.

 

 

El listado de esos juegos es largo. Además del conflicto árabe-israelí, Haddad cita: la resistencia ante el imperialismo en general; el equilibrio de poderes entre Irán, Siria y Hizbollah, por un lado, y Arabia Saudita, Qatar y los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), por otro; la tensión religiosa entre suníes y chiíes; y el levantamiento sirio, en su dimensión islamista.

ESFUERZOS DE PAZ

Dada las dimensiones de la tragedia y las amenazas de una escalada de consecuencias imprevisibles, como lo insinúa el bombardeo israelí de posiciones sirias la semana pasada, la comunidad internacional está promoviendo un nuevo esfuerzo de mediación en Siria.

Ese esfuerzo encuentra espacio en una coyuntura que el mismo Haddad ubicó a partir de diciembre del año pasado. Ahí se vio “un resurgimiento del vigor y confianza” del régimen sirio a nivel político y militar, “así como señales de grave inquietud entre los partidarios regionales e internacionales del levantamiento”. En su opinión, “esta situación no durará mucho tiempo más”.

Aprovechando esa ventana de oportunidad, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se reunió en Moscú, el pasado 7 de mayo, con su colega ruso, Serguéi Lavrov, y con el presidente Vladimir Putin, para proponer la celebración de una conferencia internacional  sobre Siria. “Rusia y Estados Unidos animamos, tanto al Gobierno sirio como a los grupos de la oposición, a buscar una solución política”, dijo Lavrov. La conferencia podría realizarse aun este mes, dando seguimiento a la que ya fue organizada en junio del año pasado en Ginebra. Ahí se propuso crear un gobierno de transición, con representación tanto del régimen del presidente sirio, Bachar al Asad, como de los rebeldes.

La eventual participación del presidente sirio en ese gobierno es el tema más delicado. Estados Unidos ha apoyado la exigencia de la oposición de que Al Assad no lo integre. Pero, en Moscú, Kerry dijo que serán los sirios quienes decidirán los miembros de ese gobierno. Un punto de vista que facilitó el acuerdo con los rusos.

A ese acuerdo, se sumó la cancillería china, cuya vocera, Hua Chunying, dijo que su país participará “activamente” de esa reunión con la esperanza de que “ayude a instaurar la paz y la estabilidad” en el país. Otros países, como Brasil, también han apoyado la propuesta.

GUERRA SIN FIN

Crítico del régimen sirio, Haddad estima, sin embargo, que el régimen está lejos de derrumbarse, aunque ya no pueda gobernar el país como antes. En su opinión, “a pesar de todo el ruido acerca de deserciones y cismas internos, el régimen sirio sigue teniendo mucha coherencia dentro de sus bastiones y aún puede, a medio plazo, mantenerse al frente de una guerra cada vez más brutal, aunque no llegue a parte alguna”.

“Cualquier referencia a la ‘partida final’ o cualquier afirmación que incluya escenarios binarios y claros reflejan una comprensión deficiente del conflicto”.

Entre los factores que ayudan a la permanencia de Assad en el poder, se incluye “la heterogeneidad de la sociedad siria, que podría socavar la acción colectiva entre la oposición; la cohesión del régimen sirio, que impediría escenarios tipo Túnez o Egipto, con una rápida salida del presidente como solución; las densas relaciones Estado-sociedad en Siria, que impedirían un aislamiento social tipo Libia respecto a los altos dirigentes; y la importancia de la posición antiimperialista regional de Siria, que refuerza al régimen a nivel externo, así como la irrelevancia final de tal posición ante la potencial protesta interna.

La caída del régimen, en todo caso, “podría abrir la puerta a una guerra civil más explícita entre las milicias, en la cual los partidarios del régimen y los residuos de los aparatos de represión representen una parte importante”.

PÉRDIDA DE RUMBO

El escritor libanés, Elias Khoury, aborda el tema desde una perspectiva regional y se pregunta si la nación árabe ha perdido el rumbo. Para Khouri, está en juego el destino de lo que llama “revolución democrática”, lejos del “baile de disfraces que tiene lugar en las capitales árabes y extranjeras”.

“No está claro hacia dónde se dirige la región árabe, pues los primeros indicadores del retorno de la lucha suní-chií a la palestra se convierten en realidades palpables sobre el terreno de las luchas abiertas en Siria… y a todos nos da fiebre ver que casi han borrado los objetivos del estallido revolucionario que comenzó en Túnez y llegó a su cruento punto álgido en Siria. Es como si el Levante árabe perdiera su significado en mitad del arrollador caos que está a punto de comernos a todos”, afirma un angustiado Khouri.

“En vez de que las revoluciones árabes recuperaran la centralidad en el Levante árabe, actuando como su foco de lucha y su norte, facilitaron –tanto los partidarios de los Hermanos como los liberales–, la alianza con Estados Unidos bajo condiciones estadounidenses. Es decir, la condición de poner la lucha contra la ocupación israelí en el más bajo escalón de las prioridades”, se lamentó.

“La invasión estadounidense de Iraq, con la clara connivencia de las élites opositoras –que se subieron a los tanques de la ocupación–, muestra los escenarios a los que puede verse sometida la zona, por medio de la contrarrevolución que quiere acabar con las posibilidades de las revoluciones árabes”.

Señala Khouri, nuevamente, los dos elementos del contexto que no se deben perder de vista: la ocupación israelí de territorio palestino y sirio, así como las revoluciones árabes que despertaron la idea de “libertad y dignidad” y que ahora pretenden sustituir “por un viejo discurso que abre la lucha en la región hacia el abismo de la polarización sectaria y confesional, hundiéndonos en nuestra propia sangre”.

INTERVENCIÓN MILITAR

En ese contexto, se reabre el debate sobre la posibilidad de una intervención militar norteamericana en Siria. Una propuesta que despierta un intenso debate en los mismos Estados Unidos, donde el exasesor de Seguridad Nacional entre 1977 y 1981, Zbigniew Brzezinski, rechazó el punto de vista del senador y excandidato presidencial John McCain, que propone una intervención militar en Siria.

“La intervención solo lo hará todo peor”, asegura Brzezinski, para quien el conflicto sirio es una lucha entre fuerzas financiadas y armadas por actores externos, principalmente por Arabia Saudita y Qatar, a favor de los rebeldes; e Irán, apoyando el gobierno de El Assad.

La intervención militar norteamericana, asegura Brzezinski, empujaría la situación hacia un escenario más complejo y difícil. La única solución, aseguró, es procurar el apoyo de Rusia y China para unas elecciones promovidas por Naciones Unidas en las cuales “con suerte, Assad podría ser ‘persuadido’ a no participar”.

La eventual intervención militar recuerda, también, el analista Charles Knight, en un artículo publicado en el Huffingtonpost, tampoco cuenta con el apoyo de la opinión pública. Una reciente encuesta del New York Times y CBS reveló que dos tercios de los norteamericanos piensan que su país “no tiene la responsabilidad de ‘hacer algo sobre el conflicto sirio”.

La mayoría de los norteamericanos, estima Knight, “está muy delante de la Casa Blanca en lo que se refiere al aprendizaje de las duras lecciones de las guerras de Iraq y Afganistán”.

Por ahora, parece que todas las apuestas están en la conferencia convocada por Rusia y Estados Unidos, sin que se sepa si este nuevo esfuerzo de paz permitirá poner fin a un conflicto que podría extenderse por la región, con consecuencias imprevisibles.

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