Ella era encantadora. Acaparaba la atención tanto de hombres como de mujeres. Luego supe que era una Top Model, que cuidaba su figura de una manera que yo considero hiperbólicamente exagerada y que a causa de eso pertenecía al mundo de la farándula. La expresión “farándula” siempre me ha resultado muy difícil de pronunciar, pero mucho más difícil de entender.
A la farándula pertenecen personas que la mayoría de la población reconoce en la televisión, en las revistas, en la prensa escrita. Los de la farándula hacen novelas, presentan noticias, visten ropas diversas y hasta hay quienes explotan todas las cosas que ellos hagan. También supe que unos señores que se llaman paparazzis les hacen fotografías incluso a escondidas. Algo así es lo que se llama farándula.Pero bueno, de eso no quería hablarles. Es que un día de estos conocí a una muchacha que todos se quedaban viéndola y que apilaba observadores de ambos sexos a su alrededor. “¡Pero es ellaaaaa!!!” “¡Mírala!”, “¡mirá!”. “¡Es como en la tele…!” Por mi parte, yo en mi vida había visto a esa muchacha.
Como dice alguien por ahí que lo que todos buscan, que lo que todos aceptan y hacen es lo mejor y lo que hay que hacer y que si no se hace no se está en nada, pues yo me acerqué a ella. Se me quedó viendo.
Me miró con sus dos ojos, quedé mudo por un momento, qué se le dice a alguien de la farándula. Y entonces le dije, dicen que usted es muy famosa, que todos en el mundo la conocen. “¡Ay sí, es un fastidio! Los famosos de Costa Rica ya ni podemos ir a una taberna o a misa o al cine o al súper, nos reconocen en todas partes. Usté ya ve, aquí todos me reconocen y no me dejan en paz en ningún lugar”.
En señal de cortesía me disculpé. Le dije, sí, parece que es lamentable el trato que recibe alguien por ser rico y famoso. Me sonrió y me dijo: “vieras que sí y además creen que uno no va a la U”. Le dije, adelante siga estudiando y hágalo para aprender realmente y para el oficio de vivir, que es el oficio más apremiante y radical.
Se me ocurrió pedirle un autógrafo. Le dí un cuaderno y un bolígrafo. Movió su cabeza como en un comercial de champú y anotó: “Para un desconocido. Envidiando su anonimato aunque no su pobresa”.