Antipsiquiatría y psiquiatría

Un saber que aspire a ser respetado como ciencia debe dar un debate respetuoso y de altura a las críticas de cualquier otra rama

Un saber que aspire a ser respetado como ciencia debe dar un debate respetuoso y de altura a las críticas de cualquier otra rama de la academia, ya que la salud, como la justicia o la economía, nos competen a todos en una democracia social. Me refiero al oportuno debate iniciado por el economista Andrés Muller en un periódico privado nacional, sobre la nosología en psiquiatría, y al ataque que recibe el domingo 17 en dicho medio.

Llamar locos o “irracionales” a nuestros adversarios les ensalza. Ridiculizar a quien nos critica puede incluso llevar a la certeza de que se nos reveló una verdad absoluta, a mí o a mi grupo, y de ahí a que toda crítica al dogma merece guerra implacable, sin escatimar crueldades ni sentir empatía por el prójimo opositor.

Cualquier psiquiatra (o bien, muchos universitarios con formación en Humanidades) debe saber que la Antipsiquiatría es un movimiento vivo, crítico y científico que se remonta a teóricos de la dignidad y la libertad humanas a los que debemos mejorías incuestionables en la atención del enfermo mental: como el derecho a que los encargados rechacen un internamiento o exijan la salida de cualquier Hospital Mental en cualquier momento, aunque los psiquiatras se opongan. Antipsiquiatras clásicos como Laing, Cooper, Szasz, Leary, Grinspoon, o el grupo de Palo Alto, son pioneros de la bioética que mejoraron y humanizaron la atención en asilos y manicomios; detuvieron el abuso de ciertos tratamientos y de ciertas familias contra sus familiares “designados” “enfermos” y crearon tratamientos nuevos y mejores, muchas veces administrativos, psicológicos, sociales, o con drogas prohibidas; superando una era (que aún no acaba) de “fascinación” con drogas “de ciertas fábricas” y marcas, vendidas como tratamientos mágicos para la enfermedad mental. Honor a quien honor merece. Que la antipsiquiatría sea ignorada en nuestro humilde posgrado en psiquiatría, no quiere decir que no exista.

La antipsiquiatría y la neouropsiquiatría son caras de la misma moneda. Hay variaciones del neurodesarrollo incuestionables como el Trastorno de la Actividad y la Atención, para los que la psiquiatría ofrece día con día, en la CCSS, una mucha mejor calidad de vida a personas, familias y comunidades, gracias al descubrimiento y uso adecuado del metilfenidato, satanizado idiotamente por movimientos pseudorreligiosos de EEUU con su antigua marca Ritalina, a pesar de más de 80 años de uso masivo sin efectos adversos importantes, y con mejorías asombrosas, capaces de prevenir incluso la muerte, la cárcel y la ruina.

Por otra parte, lleva razón el respetable economista en el hecho de que el Manual privado de Estados Unidos “DSM”, especie de imitación de cierto capítulo de la pública y transparente Clasificación Internacional de Enfermedades “CIE”, se edita en condiciones oscuras y denunciadas como pseudocientíficas en varios foros médicos y académicos. (Véase Bad Prognosis, en la revista skeptic.com, para un debate minucioso).

En cambio la revisión #11 de la CIE ocurre mientras usted lee, en un esfuerzo público mundial que se coordina a través de Internet, y no se propagandea, respetuoso del principio del método científico de que los resultados deben verificarse por investigadores independientes, en cualquier país, y no esconderse bajo “patentes” ni “marcas”.

Curiosamente, se retrasa la publicación de la “revisión” de la clasificación estadounidense DSM (DSM-5) mientras no aparece la CIE-11. Y hay una ideología psiquiátrica, a la que creo dirige su crítica el señor Muller, que espera con ansiedad ya desbordante, no un tratamiento nuevo y accesible si no… ¡Otro manual!… Tal vez anhelando una imposible simplificación en un trabajo que es esencialmente distinto del comerciante y el neurofisiólogo: Un trabajo con personas completas; y con sistemas completos de mentes, capaces como ninguna otra cosa en el mundo de confundirse, exagerar, conspirar, mentir… o de negarse a ser escépticos y a admitir que el quehacer científico es corrompible, y que ciertos paradigmas son obsoletos, y solo la admisión de la crítica permite progresar a la Ciencia.

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