Imre Kertész. Budapest. 1997. “… ni siquiera intento imaginar qué hará este joven guapo, vital, vigoroso, atraído por una propaganda falsa en medio de la indiferencia y la locura asesina que nos rodea”. Sin quererlo he creído que hablaban de Costa Rica, ante el mismo paisaje y bajo la misma sensación presentida.
No pude dejar de imaginar algún joven, y claro está quienes ya no somos tan jóvenes ni definitivamente jóvenes, el destino que vendrá a los ahora jóvenes… Para estos que son considerados, y hasta a veces se consideran a sí mismos jóvenes, guapos, vitales, vigorosos, incluso muy jóvenes, muy guapos, muy vitales, muy vigorosos, ¿qué deparará la noria, el destino cuando los alcance?
Ellos, sin saberlo quizás, sin intuirlo casi en ningún sentido, pues indiscutiblemente muchas veces están fascinados (en el sentido griego antiguo), están atraídos casi gravitacional y magnéticamente por una propaganda falsa, por estímulos contradictorios que se van institucionalizando, socializando. Ellos, sin saberlo, sino hasta el puro final, en un momento crítico, álgido de sus vidas, están siendo atraídos, seducidos cotidianamente por “una propaganda”, en realidad por mecanismos destructivos. Mecanismos mantenidos como vigentes a causa de la impotencia de algunos, por la ignorancia de otros, pero prioritariamente por la indiferencia de casi todos. Indiferencia en todos, desde jóvenes hasta no tan jóvenes, desde coetáneos hasta antecesores, cercanos y lejanos. La indiferencia es aquello que mata el amor; te tengo cerca pero te ignoro. La indiferencia mata todo y permite todo. Cual locura asesina extermina aquello que absorbe y aniquila todo lo que rodea, incluida la vida y la juventud. El entusiasmo juvenil y su deseo de verdad son convertidos en nada.¡Alerta a los jóvenes! Porque para algunos los jóvenes son solo un público para el consumo. Jóvenes sí, pero no permitirse ser jóvenes manoseados gracias a la ingenuidad, la indiferencia, el oportunismo, el deseo de destruir y desgraciar la sociedad y las personas. Y todo esto a veces en nombre de una idea, a veces política, de un deseo de ser superior o diferente, o bien de un propósito naturalmente mezquino que alguien quiere imponer a los jóvenes. Permitir que esto siga existiendo debería ser un delito; destruir esa conspiración contra los jóvenes es definitivamente un acto de humanidad y un deber.
Darle al joven la oportunidad de educación real, de una educación verdaderamente real y efectiva, no de una educación de maquillaje, subdesarrollada. No manoseada. Educación que capacita para decir NO. NO, por ejemplo al entreguismo personal, a la subordinación incluso de alfombra a quien habla y viste diferente, NO al miedo de hablar, de pensar, de decir NO a quien sea y donde sea. Que la educación enseñe a destruir la autocensura, eso que es más peligroso que la censura previa. Educación que se extienda a todos los ambientes: desde los centros educativos a los medios de información, desde estos a las familias y a los futuros padres de familias y sobre todo a los futuros seres humanos que han de entender y esforzarse por convertirse cada vez en mejores seres humanos. Aunque a algunos no les parezca ni este discurso ni esta finalidad. Sí, aprender a cuestionar, aprender a atreverse a pensar, p. ej., por qué esto no le gustaría a algunos y en muchos sentidos…
Des-moda-ficar al joven y de paso a todos. Hacerle ver al joven que su esfuerzo, su inteligencia y sentimiento propios deben ser optimizados y estar a la altura para enfrentarse con ese mundo que ya desde ahora existe y que le grita que precisamente ese mundo y no otro será el que en un futuro él mismo y nadie más tendrá que administrar. Enseñarle al joven que eso será irremediable, pues tarde o temprano se quedará solo. Tarde o temprano se quedará solo. Algún día estará solo. Solo. Muy solo. Sin muletas ni auxiliadores. Solo. Ante la vida. Ante la sociedad. Ante sí mismo. Ante su muerte.
Hay mucha mascarada… hay muchos distractores y tal parece que algunos de esos tiene como objetivo amputarle al joven su vida…