Si algo distingue a la actual Asamblea Legislativa es la sensatez política del oficialismo.
La sagacidad y coherencia de sus actos son invaluables. Ungidos por el poder Ejecutivo iniciaron sus proezas: un aumento salarial al inicio de sus funciones, hasta la pretendida y discreta inmunidad perpetua.
Así que nada extraño resulta la diatriba del jefe de la fracción liberacionista contra los Magistrados de la Sala Constitucional (UNIVERSIDAD, edición 1985): “… Acusaciones a un magistrado por violación (ya tipificó y juzgó sin haberse iniciado el proceso); otros trece con la pensión aprobada se aferran a los cargos; se han recetado un régimen de privilegios, pensiones y salarios. No hay límites de anualidades, ni de cesantía; no se cumple el principio de justicia pronta y cumplida… una Sala que se ha considerado un senado político por encima de la Asamblea Legislativa y que ha llegado a la vergüenza de enterrar dos planes fiscales por aspectos meramente de formalismos jurídicos o “leguleyadas”…” (El destacado y paréntesis no es del original).Obsérvese el juego semántico que expresa el discurso del jefe liberacionista. Muestra una imagen que descalifica a los Magistrados, los exhibe en forma grotesca y el significado ideológico orienta al primer poder de la república a subsanar esos entuertos provocados por el Poder Judicial. Nótese que los argumentos del estimado oficialista no se refieren a las normas del derecho ni a la materia (constitucional, administrativo, penal, civil, laboral, familia, agraria,…); su análisis sobrepasa las contradicciones de la conducta humana y controversias sociales; basta que los futuros candidatos tengan un currículum imprescindible: probidad en las filas partidarias, devoto del neoliberalismo, sagaz en ética de negociación y perito en concesiones. ¿Y los procedimientos del derecho, el conocimiento de normas, las etapas del proceso? En este imaginario, el Magistrado Sumiso no requiere de conocimientos jurídicos, ni de regulaciones entre el individuo y el Estado o conflictos de intereses o bienes patrimoniales.
En este esfuerzo por degradar la imagen de los magistrados no hay retórica, se vulgariza la función de los magistrados y con ello deslegitima la función del poder judicial; ¿a quién sirve este discurso? ¿Serán conscientes los demás diputados de la trascendencia maquiavélica que tienen esos juicios de valor? ¿En manos de quién queda el bloque de legalidad? ¿Para qué sirve la división de poderes? ¿Qué papel desempeña la justicia en un Estado donde los magistrados sigan las líneas del partido gobernante? ¿No había alertado don Luis Paulino Mora sobre la amenaza que se cierne sobre el poder judicial?
Pero, seamos optimistas y pongámonos retóricos: así como el mito indica que la tea simboliza el fuego de la libertad, y pese a que el discurso del poder pretende intimidar a la población de Occidente, y el bufón se toca la hidalguía del toro para enfrentar a las comunidades por la concesión de una carretera que él cree que es legítima, que no olviden que no hay esclavos sin su libertador, ni Magistrados sumisos sin su derecho positivo, natural o ecléctico. Total, el cortesano y el bufón se merecen una máscara y un espejo para que la justicia no sea una panacea de políticos de alquiler (Borges).
