(III parte)
El Artículo 18, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 diciembre 1948-Naciones Unidas), dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Año 2007. Irak. Kurdistán iraquí. Du`a Khalil Aswad apedreada; una niña con apenas 17 años de edad. Delito: enamorarse de un joven de otra religión.
Año 2012. Malí. En Aguelhok, el Grupo Ansar Di ue, que controla el norte del país, condenó a lapidación a una pareja bajo la acusación de adulterio, por vivir juntos sin estar casados. La pareja había procreado dos hijos, uno de seis meses, y vivían en el campo, pero fueron llevadas a la ciudad para la sentencia.
Año 2009. Pakistán. Asia Bibi, mientras realizaba tareas de trabajadora agrícola, bebió agua de un pozo reservado a los musulmanes, y también la ofreció a otra persona sedienta. Las otras mujeres de credo islámico la incriminaron porque no era musulmana y por esa razón y ninguna otra, contaminaría el agua. Le exigieron que se convirtiera al islam, a lo que Asia Bibi se negó. Una semana más tarde fue apaleada por una turba de musulmanes y la llevaron al “mulá” del pueblo −hombre cuya especie es la de ser un juez local o encargado de la mezquita, que es entendido en la doctrina y ley del islam−, quien también le ofreció renegar de su religión católica para salvarse en nombre de Mahoma y Alá. Se mantuvo firme y fue nuevamente apaleada, casi a muerte, ahora con permiso del mulá. Fue llevada a prisión donde nueve meses después ipso facto, fue condenada a morir ahorcada por blasfemia, por haberle expuesto a las compañeras de campo la enseñanza de Jesús, más compasiva y amorosa con el sediento. A finales del 2010 estaba a punto de morir por inanición, palizas recibidas, insalubridad de la celda donde la tienen, sin luz ni ningún tipo de servicio y asistencia, aislada de los musulmanes, quienes pusieron precio a su vida, así como así. ¡Cobardes! ¡Y más cobardes el hombre y mujer que no la defiendan, aquí, allá y en cualquier parte del planeta!
Frente a sus verdugos y asesinos religiosos, sentenció: “Prefiero morir como cristiana, que salir de prisión siendo musulmana”.
Escuelas de enseñanza fundamental, sometidas a un implacable sistema de cerrojo, donde la mujer es menos que el hombre y está bajo el imperio de su bota, solo con los derechos que a estos se les antoje, a pesar de la lectura de principios y observancias, de la aceptación y firma de los Derechos Humanos, hay mujeres mártires y héroes de la humanidad, un puñado de las cuales están ofrendando su vida por la igualdad real, efectiva y eficiente en su práctica cotidiana que les permita traspasar el umbral de sociedades anquilosadas, hipócritas, esclavistas y criminales de la esperanza por una humanidad mejor, más justa y compartida.