Por quién ladran los perros

En 1940 Ernesto Hemingway publicó su convicción de que cuando en alguna parte se derruye la sensibilidad humana, y con ello el pudor, y

En 1940 Ernesto Hemingway publicó su convicción de que cuando en alguna parte se derruye la sensibilidad humana, y con ello el pudor, y el hecho no se denuncia y se pelea contra él, entonces todos en el mundo perdemos integridad porque desertamos de ella. Tituló su observación Por quien doblan las campanas y la situó en la Guerra Civil española. Trece años después, en México, Juan Rulfo incluyó en El llano en llamas el cuento No oyes ladrar los perros, parábola sobre las vencidas esperanzas de los humildes y de la deuda humana contraída con ellos, obligación que, al no cancelarse, les impide bien morir. El título de estas líneas hace referencia a esos trabajos.

En algún momento de este año el actual presidente Abel Pacheco pergeñó al editorialista de La Nación S.A., Julio Rodríguez, como un chihuahua desdentado que ladraba desde Llorente. La caricatura era vistosa y sirvió para comentarios entre los que destacó su mención por C. Cortés, subdirector del mismo periódico, quien lo incluyó en su «Manual de iniciación en ‘abelismos'». (RD, 5/05/02). Menor eco tuvieron, en cambio, los esfuerzos de la Dirigencia Chihuahua empeñada desde hace tiempo en reivindicar imagen debido al daño que les ha significado la publicidad de Taco Bell. En Internet se pueden rastrear dos de sus comunicados: «No nos antropomorficen», contiene una defensa básica de los comanches ratoneros. «Sobre todo no nos rodriguemorficen» explora en enérgicas líneas una historia de la agonía moral en Costa Rica. Pese a su valor, la prensa no concedió espacio a estos ladridos.

La referencia de Pacheco sobre Rodríguez, que excitó la reacción de los chihuahuas, probablemente resultó de la acumulación de un malestar. El editorialista, y con él La Nación. S.A., se inclinaron, en la pasada elección, según confesión de Rodríguez, más por el chorizo que por lo que comenzó a llamarse, despectivamente, moralina. En breve esto quiere decir que los funcionarios del periódico comenzaron hasta a encontrar ‘sexi’ a Rolando Araya mientras denostaban como erráticas, ignorantes e hipócritas las acciones de Pacheco. El asunto tocó techo cuando Rodríguez adhirió a un fosco campo pagado en el cual ‘calderonistas de hueso colorado’ y pseudoabelistas celebraban la inminente muerte de Liberación Nacional, etiquetaban como injusta y sangrienta la revolución del 48, tildaban de ‘mercenarias’ a las tropas de Figueres Ferrer y reservaban el calificativo de ‘patriotas’ y ‘mártires’ sólo para los socialcristianos a quienes Pacheco representaba

(La Nación, 24/03/02).

El campo pagado era obviamente obra de los mismos o semejantes que expusieron documentos privados de un parto de la señora de Otón Solís para probar que éste era tan corrupto como ellos, o que cometieron fraude contra Walter Coto en elecciones internas, o que introdujeron material propagandístico de Rolando Araya en las valijas de un empleado del narcotráfico en los negocios que condujeron a prisión, en Estados Unidos, a Ricardo Alem. Todos estos ingenieros de la «política sucia» ( y al parecer también criminal) han quedado legalmente impunes aunque el electorado les propinó dos palizas recientemente. Sólo el señor Rodríguez, apresado por una militancia inconfesada, dio por ‘bueno’ el campo de los ‘huesocolorados’ magnificándolo como un documento contra la verdad histórica y contra la democracia (La Nación, 1/04/02) y exigiendo, como requisito moral para asumir la presidencia de Costa Rica, que el entonces candidato Pacheco pidiera perdón al pueblo de Costa Rica «por haber participado en la invasión de 1955». Como se advierte, o ingenuidad grotesca o mala fe instalando un exabrupto que permitiera proyectar desde ya la ilegitimidad de un gobierno de Pacheco.

¿Cuáles serán los requisitos morales que debería darse y cuidar el editorialista del principal medio comercial escrito del país? ¿Cuáles los efectos sociales de quien, porque no quiere o no puede, no los cultiva? ¿Y cuál la responsabilidad ciudadana de quienes le pagan? Algunos de este grupo, al menos, deberían convertirse.

Ultimo botón o ladrido. Hasta La Nación S.A. reconoció, vía gacetilleros y otros funcionarios, que en su asunción Pacheco hizo un buen discurso, positivo y esperanzador, auspicioso y concreto (09/05/02). Sólo Rodríguez, Toribio el náufrago, lo descalificó como desaliñado y conceptualmente disperso, «indigente» (10/05/02) al compararlo con las alocuciones de Demóstenes o Cicerón (!!!). Con razón gruñen los respetables chihuahuas.

El costarricense le dio, hace ya tiempo, lugar en su corazón a Pacheco. El elector, mejor o peor informado, le otorgó su voto mayoritario. ¿Qué corazón costarricense alberga un JR? ¿Quién lo elige para malinformar desde posiciones de privilegio y reclamar, después, ser víctima?

No es saludable que el país elija un presidente y que el mismo día alguien, porque otros le han concedido poder, se autoelija como su roedor sistemático. En esta situación muchos, Hemingway y Rulfo anotan, deberíamos pelear.

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