Aprovecho mi derecho de respuesta a los comentaros del Dr. Mauricio Frajman, sobre mi participación en el foro Gaza: La urgencia del diálogo, para explicar por qué un boicot contra el sionismo, no es, como él afirma, “políticamente estúpido” o “discriminatorio”.
Recuerdo al Dr. Frajman que la idea de un boicot a Israel no es una propuesta mía. Es una iniciativa internacional que me supera en edad. Surgió de la proclama de la Liga Árabe de prohibir el comercio con Israel en los años 50.
Pero la iniciativa de los gobiernos árabes no surtió efecto -ellos mismos boicotearon su boicot-, y no encontró aliados en occidente porque ese movimiento se relacionó con la destrucción del Estado de Israel, objetivo que no comparto.
Me referí al movimiento social recientemente surgido entre la ciudadanía por el boicot en contra de la ocupación ilegal israelí de Cisjordania y Gaza (www.bdsmovement.net). Se trata de un movimiento que crece en tamaño y fuerza y busca que empresas, organizaciones, municipios y gobiernos, detengan el comercio, las relaciones diplomáticas, deportivas, y culturales con Israel. También busca que ciudadanos no consuman artículos importados cuyo código de barras inicie con el 729 (procedentes de Israel), ni productos de empresas multinacionales que se benefician de la ocupación (www.boycottisraeligoods.org).
El boicot no pretende destruir Israel, ni surge del antisemitismo. El boicot es una táctica por la paz para los dos pueblos, no un dogma. El sustento político del boicot es que se cumpla la legislación internacional que Israel se ha negado a cumplir. La duración del boicot está sujeta al cumplimiento por Israel de las resoluciones del consejo de seguridad de la ONU concernientes al fin de la ocupación de los territorios de Cisjordania y Gaza (resolución 242); el desmantelamiento de los asentamientos de colonos judíos ilegales en esos territorios ocupados (resolución 446); el derecho a retorno y compensación para refugiados palestinos garantizados (resolución 194); y la creación de un Estado Palestino viviendo en paz al lado de un Israel seguro (resoluciones 3236 y 1397). Estas son exactamente las mismas demandas que incorpora la organización judía israelí Gush Shalom en su propuesta de Paz (www.gush-shalom.org). Si Israel se niega a cumplir con estas premisas de paz, es inconveniente que occidente mantenga relaciones diplomáticas, económicas y culturales con ese país.
Muchos israelíes no solo apoyan el boicot, hay quienes lo exigen. Esto lo demuestra la petición que hicieran 500 personalidades israelíes a las embajadas de otros gobiernos durante la ofensiva en Gaza, solicitando boicot y sanciones, según reportó en el periódico The Guardian, la mundialmente reconocida periodista, y también vocera del movimiento de boicot a Israel, Naomi Klein.
El señor Frajman califica de políticamente estúpidas las acciones de un boicot. Me alegra que no lo creyeran así los 50.000 norteamericanos que en 1957 boicotearon los buses de Montgomery, luego del arresto de Rosa Parks por rehusarse a ceder su campo a un blanco por no tener su mismo color de piel. Me alegra que no pensaran como él los norteamericanos que mantuvieron el boicot, iniciando así el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, haciendo más democrático a esa superpotencia. Me alegra que Mahatma Gandhi no pensara como él, cuando inició un boicot contra productos ingleses, punto de partida de la liberación de todo subcontinente indio de la dominación británica.
El boicot es la herramienta política más eficaz que tiene el ciudadano común. Cualquiera puede ejercer su derecho como consumidor y seleccionar alternativas a productos y servicios israelíes, hasta que ese país se comporte como la normativa internacional lo exige. Esto no es discriminación, es consumo responsable.
Al referirme al boicot contra Israel, lo expuse como opción de la resistencia palestina y sus simpatizantes. La lucha armada no es la vía por la que Palestina logrará el fin de la ocupación. Solo el boicot puede presionar –sin violencia- a los ciudadanos de Israel para generen las condiciones políticas que pongan fin a la ocupación y propicien la paz. También es la única forma que la –nuevamente masacrada- sociedad palestina, reconozca en un mundo de consumidores solidarios con su sufrimiento, la opción por una resistencia no violenta. De esta forma se evitará la violencia suicida y el radicalismo de ambos bandos.