Más allá de la permanente y necesaria protección que se ha de mantener a las tortugas baula, y fortalecer, en las playas en que anidan estas (como sucede en ambas costas costarricenses) las tortugas baula todavía esperan por las medidas internacionales, que pudieren detener la matanza causada por pescadores inescrupulosos que faenan en alta mar, culpables del brutal exterminio que, principalmente en el océano Pacífico, tiene al borde de extinción a tan extraordinarios reptiles marinos. Y es que mientras los organismos internacionales y gobernantes no acojan, con la urgencia del caso, esa tarea pendiente, ni aún protegiendo todas las playas del mundo se podría evitar la desaparición definitiva de estos fósiles vivientes que por 100 millones de años han poblado los océanos del planeta.
En Costa Rica, por años se han ejecutado medidas de protección eficaces en sitios de anidación, como en las zonas del Pacuare, Gandoca, Playa Grande, etcétera, que hoy forman parte de un sistema de protección adecuado. Es clara la conciencia de los habitantes en cuanto a la importancia de proteger las baulas, de cuidar sus nidos, de conservar sus hábitat de desove, por lo que podemos asegurar que las acciones determinadas se cumplen a cabalidad. ¡Sin embargo, estamos perdiendo la batalla por su conservación, pues la estrategia equivocada de dirigir exclusivamente los esfuerzos hacia el instante en que estos animales marinos tocan tierra para depositar sus huevos, hace que números casi insignificantes de baulas lleguen ahora a desovar, por ejemplo, al Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste! De los miles de tortugas que antes llegaban a las playas de ese Parque Marino, ahora difícilmente arriban 50.
Por eso (y mucho más) rechazamos que se defienda como práctica correcta, «a nombre de la ciencia», el maltrato que de manera silenciosa se ha dado por varios años, en contra de las baulas, por personas supuestamente comprometidas con su protección y conservación. Comprobar que se les trata como «animales de experimentación», a los que se les tortura y elimina, nos ha llenado de rabia. En una publicación del «Journal of Experimental Biology», investigadores vinculados al Leatherback Trust (Fideicomiso Baulas) James Spotila y Richard Reina, de la Universidad de Drexel, Pensilvania, y Todd Jones, de la Florida Atlantic University, han descrito como han colectado baulas recién nacidas para someterlas a prácticas que calificamos deplorables. Después de inyectarlas a nivel de las cervicales para tomar muestras de sangre y colocarlas en un ambiente deshidratante, les inyectaron diversas sustancias (adrenalina, metacolina, sal) para ver los efectos de estas en sus lágrimas.
Es obvio que no se detuvieron ni un instante a pensar en el dolor infringido a las frágiles tortuguitas con esos «experimentos». ¡Pero eso no fue todo!
Olvidándose por completo del deber que tenemos por asegurar su conservación, lo que implica necesariamente ayudarlas a sobrevivir en sus primeras etapas de vida, esos mismos señores describen como las congelaron hasta la muerte, interesados en observar los eventuales efectos de sus «experimentos» sobre las diminutas glándulas de sal. Los resultados, además de intrascendentes, jamás se pueden considerar como aportes en pro de la protección de las tortugas baula, ni en pro de algo beneficioso para la humanidad. Seguro se trató de un entretenimiento ejecutado «a nombre de la ciencia» que quizá les hizo mucha gracia, pero a nosotros (y seguramente a ustedes) causa estupor y rechazo.
Pero bueno, ha sucedido y ahora no cabe más que exigir la suspensión inmediata de cualquier otro «experimento» semejante y demandar una exhaustiva indagación para ubicar a los responsables de tal desaguisado. Porque señores, fueron ¡autoridades costarricenses del Minae! los que aprobaron los permisos con los que se tomaron invaluables baulas recién nacidas en ese Parque Nacional Marino, para luego someterlas a las torturas descritas, por lo que, con el respeto merecido, solicitamos al señor Presidente de la República, ordenar una investigación independiente para sentar las responsabilidades del caso.
Por nuestra parte, seguiremos denunciando a quienes así actúan en contra de las baulas; esos que al mismo tiempo se oponen (¡vaya paradoja!) al establecimiento de un proyecto de desarrollo sostenible en las áreas cercanas al Parque. Si dichas tortugas se encuentran entre la vida y la muerte, estamos seguros que la gran mayoría de los costarricenses (lamentablemente no todos) estamos en defensa de su vida. Los que parecen gozar con su muerte son minoría y difícilmente encontrarán acogida en el corazón de nuestro pueblo.
-Biólogo