Los negocios de las transnacionales con los productos transgénicos y sus consecuencias imprevisibles sobre la salud, fueron los temas analizados por el especialista Sebastián Pinheiro
Según Sebastián Pinhero es necesario abrir la discusión en el análisis de datos sobre transgénicos, tanto por parte del Estado como del sector académico.
«La tecnología no es buena ni es mala. La tecnología está en el mercado y causa impactos, ese es el punto que debe estar en discusión», sentenció esta semana el científico Sebastián Pinheiro, de la Fundación Juquira Candirú para América Latina, de la Universidad Federal de Río Grande del Sur de Brasil.
En una conferencia impartida en la Escuela de Biología, que versó sobre «Transgénicos en América Latina», el investigador criticó la actitud del sector académico, de las empresas transnacionales y de los Estados nacionales de no abrir el debate sobre los impactos que puede ocasionar la biotecnología con la producción de organismos modificados genéticamente (OMG).
El científico hizo un recorrido por el proceso evolutivo de la naturaleza y el ser humano como parte de ésta. El impacto que puede ocasionar el rompimiento con este proceso natural a través de las modificaciones genéticas en alimentos son imprevisibles y es un aspecto que no se discute a profundidad.
ENGAÑOS
Para Pinhero, a pesar de que las grandes transnacionales cambiaron la matriz tecnológica de los agrotóxicos por la matriz biológica, el mercado es aún lo más importante.
«Estas empresas engañan a la gente a través de la fascinación por la biotecnología, pero la ley es la del mercado, y como sabemos, éste no tiene ética» argumentó.
Pinheiro mostró con datos y fotografías como estas empresas utilizan tóxicos como el fosforato en agroquímicos que afectan a niños y a agricultores de América Latina, los cuales fueron utilizados como armas de guerra durante la segunda guerra mundial y la guerra del Golfo Pérsico.
También cuestionó la actitud ideológica de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), frente a la aplicación de agrotóxicos en los países tercermundistas.
En África se ha incrementado el uso de plaguicidas en los últimos años, al igual que la incidencia de intoxicaciones anuales por estos químicos, mientras que en el resto de los continentes esta tendencia disminuye.
Cuestionó el hecho de que en América Latina se produzcan millones de intoxicaciones por agroquímicos en la década de los 70, y que ahora se repita en África.
«Estas empresas no tienen ningún compromiso porque ven un mercado para los plaguicidas y también venden los antídotos y tratamientos para los afectados,» argumentó.
Agregó que entre 1997 y 2000 todos los países fueron obligados a crear su Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNB). Empero las personas que integraron estas comisiones no recibieron la capacitación necesaria.
Sobre las consecuencias que puede producir el uso inadecuado de esta tecnología, el científico detalló que la soya transgénica resistente al Roundoup, ha recibido una inserción de dos genes que la hacen resistente al agroquímico, pero este se concentra cien veces más en la semilla.
«Si comemos una soya que tiene glifosato, aún cocinándola a 260 grados no hay una destrucción total, en el proceso digestivo esto se combina con nitrosalinas, lo cual es altamente tóxico,» aseveró el experto.
También recalcó que esta tecnología puede generar nuevas plagas como sucedió con la soya en Argentina y provocar impactos en la biodiversidad como las variedades de maíz en México y Brasil.
EL MERCADO
Por otro lado, Pinheiro llamó la atención sobre como la firma NOVARTIS, que es el mayor inversor en la investigación biotecnológica con $1.2 millones diarios, ha incursionado en la importación de alimentos orgánicos. Además en Brasil es la empresa encargada de la certificación de alimentos orgánicos.
«Lo que parece contradictorio es muy claro: estas empresas se quieren asegurar los dos nichos de mercado, porque los transgénicos tienen precios bajos ya que se considera una tecnología poco segura», explicó el agrónomo.
Estas empresas están dominando todos los sectores de la cadena del «Agrobussiness» que involucra producción de semillas, plaguicidas, investigación, comercio y hasta el crédito, lo que ha provocado que en países como Argentina, miles de agricultores hayan abandonado sus tierras.
«¿ Quién asumirá la responsabilidad por el impacto de un mercado de transgénicos que carece de discusión académica?», fue el cuestionamiento con el que concluyó Pinheiro.