Desarticulados y perplejos ante las consecuencias del proceso de globalización, sometidos a enormes presiones financieras, los doce países de América del Sur se reunieron en Ecuador para discutir medidas de integración y hacer frente a la difícil situación económica de la región.
El presidente de Brasil, Fernando Cardoso dice que los desarrollados no están dispuestos a aplicar el libre comercio en sus propios mercados.
Un nuevo impulso a un ambicioso proyecto de integración física, aprobado en la primera cumbre sudamericana celebrada el 2000 en Brasil, y la creación de una zona de libre comercio entre el Mercosur y los países andinos acordaron los mandatarios de 12 países sudamericanos en la II cumbre regional, celebrada el 26 y 27 de julio en la puerto ecuatoriano de Guayaquil.
No se trató solo de dar un nuevo impulso a iniciativas de integración física, sino de constatar las consecuencias del actual proceso de globalización que, lejos de promover el desarrollo y el equilibrio social, acentuaron la debilidad de unas economías severamente endeudadas, que no encuentran caminos para dar respuestas a las demandas de sus ciudadanos.
Sin embargo, prevalece todavía entre los gobernantes sudamericanos la convicción de que una mayor apertura comercial por parte de los países desarrollados sentaría las bases para un crecimiento sostenido de sus economías, a pesar de las crecientes evidencias de que el comercio internacional, controlado cada vez más por un puñado de empresas transnacionales, no ofrece bases suficientes para eso. El tema fue abordado en diversos tonos por los mandatarios, en particular por el brasileño Fernando Henrique Cardoso, que acusó a los países desarrollados de predicar un libre comercio que no están dispuestos a aplicar en sus propios mercados.
De este modo se acentuó en la cumbre el tono de las críticas, particularmente contra Estados Unidos y la Unión Europea, sin que se perfile más claramente una propuesta de desarrollo alternativo para la región.
El denominado «Consenso de Guayaquil», firmado por los mandatarios, propone tres ejes de trabajo: integración, seguridad e infraestructura para el desarrollo.
En los 34 puntos del documento se exhorta a la comunidad internacional a que revise sus políticas proteccionistas, incluyendo la imposición de salvaguardas al comercio con medidas no arancelarias.
INTEGRACIÓN
La medida más ambiciosa de esta reunión es la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional de América del Sur (IIRSA), adoptada en la I Cumbre Sudamericana de Brasilia. Se trata de 162 proyectos, relacionados no solo con la producción y suministro de energía, sino también de desarrollo del transporte y telecomunicaciones, a un costo de $25 mil millones, que deberían ser implementados en los próximos dos años.
Los presidentes están convencidos de que este mecanismo «promoverá el crecimiento económico de la región, mejorará su competitividad y fortalecerá la integración» y reafirman el papel estratégico de la energía en el desarrollo económico. El documento impulsa diversos compromisos de cooperación en este ámbito y sienta las bases para la elaboración de una Carta Energética Sudamericana.
El otro aspecto abordado por los mandatarios es la creación de una zona de libre comercio entre el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) durante este año.
APOYO FINANCIERO
Uno de los temas más sensibles abordados en la reunión fue el de las presiones financieras a las que están sometidos todos los gobiernos del área. Fue el presidente del Perú, Alejandro Toledo, el que presentó una propuesta tendiente a eliminar la dependencia que las naciones del continente tienen con respecto a los organismos financieros internacionales.
Toledo sugirió crear un fondo de solidaridad financiera para la defensa de la democracia y la gobernabilidad, una idea que perdió fuerza durante la reunión. Para Toledo la amenaza de ruptura de la institucionalidad ya no viene de los cuarteles, sino del descontento social, al que debemos hacer frente con recursos frescos.
El mandatario chileno, Ricardo Lagos, aseguró, en una conferencia de prensa al concluir la cumbre, que los países sudamericanos no tienen los recursos necesarios para crear una entidad crediticia de este tipo.
Es evidente, sin embargo, que las presiones a las que están sometidos todos les hace ver la necesidad de buscar nuevas soluciones. El ejemplo argentino, sometido a una implacable presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de Estados Unidos, que ha hecho imposible negociar nuevos recursos que lo ayuden a salir de la crisis, hace más evidente la fragilidad de la situación a la que todos están enfrentados.
El propio Brasil, que esperaba una ayuda importante después de la vista de la número dos del FMI, Anne Krueger, la semana pasada, ha visto con decepción que no habrá por ahora más recursos. Pese a tener un presidente «modelo», por lo menos en materia financiera y fiscal, el gobierno brasileño no podrá contar con recursos indispensables para detener el deterioro de sus finanzas. El «riesgo país», que mide la confianza de los inversores en la economía brasileña, sigue oscilando, pero con una tendencia al alza, mientras el dólar no para de subir.
Uruguay y Paraguay, los otros dos socios del Mercosur, viven también una severa crisis. En Paraguay, hace dos semanas no había recursos siquiera para pagar a los empleados públicos, mientras, en Uruguay, crecen los rumores -aunque el gobierno los niegue- de que el país se encamina hacia el «default», o sea, la incapacidad de hacer frente a sus compromisos financieros internacionales.
ESFUERZO ESTRATÉGICO
El resultado de la cumbre es, por lo tanto, desconcertante, destacan comentaristas de la región.
«Si no fuera por la crítica situación en la que se encuentran la mayoría de los mandatarios de la región y sus países, la cumbre que concluye hoy en Guayaquil, Ecuador, tendría que ser presentada como el principio del proyecto más estratégico de Suramérica en la época de la globalización», dijo Luz María Sierra, editora internacional del diario «El Tiempo», de Bogotá.
La periodista destacó algunos aspectos políticos de la situación, en particular «el creciente interés de Brasil de disputarles a México y a Estados Unidos la influencia sobre los demás países de la región».
Para la primera cumbre, celebrada en Brasília, no se invitó a México y el entonces presidente electo de ese país, Vicente Fox, tuvo que realizar gestiones de última hora para enviar a un representante como observador. Para Brasil, la economía mexicana se ha transformado en un apéndice de la estadounidense, con lo que esa nación pierde capacidad de iniciativa para incorporarse a la propuesta sudamericana.
Por su parte el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, trajo a colación, durante la cumbre, una frase histórica del líder argentino Juan Domingo Perón quien dijo que el siglo XXI nos encontraría «unidos o dominados». Estamos dominados, afirmó Chávez, resumiendo el malestar de quienes sienten que la situación regional se hace insostenible.