La ingobernabilidad en Costa Rica

Decía José Figueres: “gobernar es encauzar el esfuerzo nacional hacia la formación de una patria mejor, constituida por ciudadanos mejores, y que proporcione a

Decía José Figueres: “gobernar es encauzar el esfuerzo nacional hacia la formación de una patria mejor, constituida por ciudadanos mejores, y que proporcione a sus hijos un ámbito de vida mejor” (Cartas a un ciudadano, 2003). Hoy se debe considerar esta definición, contrastándola con la realidad que se vive en el país, de cara a un nuevo proceso electoral.

En Costa Rica, se percibe un ambiente de insatisfacción popular con la clase política, que lejos de rejuvenecerse y ofrecer una propuesta fresca, más bien, pretende invitar al electorado a que vote por políticos trasnochados y figuras de vieja guardia en los partidos tradicionales.

Esto socava las bases de una democracia, en la que se espera mucho del sistema presidencialista, para que arregle las carreteras, genere nuevas fuentes de empleo, y soluciones la grave crisis que se vive en el seguro social.

Sin embargo, la verdad es que el presidente está atado de manos, por el poder legislativo, que no se puede poner de acuerdo con nada con lo que se esté discutiendo, a raíz del multipartidismo, así como de un Poder Judicial que interfiere con los procesos políticos de construcción de iniciativas de política pública, faltando a leyes como la de planificación económica y de administración pública.

Esto repercute en la gobernabilidad democrática en la que se desenvuelve el estado costarricense, resultando en una deslegitimación del partido en el poder, a raíz del desencanto ciudadano por un estado que muestra signos palpables de desarrollo nacional, ayuno de ideas y de un plan programático de cómo hacer política.

Por lo tanto, es normal que el ciudadano en estos tiempos se muestra parco y escéptico de la política, en una campaña que tiene mucho tiempo de gestarse. Lo preocupante es que es él mismo el que tiene la clave para generar un cambio que estamos esperando desde hace años atrás, con su voto, el cual carece de valor para el individuo, que espera nuevas cosas, pero si no vota, o vota por los mismos de siempre, pues va a recibir lo mismo.

Esta situación deriva en una crisis de ingobernabilidad. ¿Quién manda en Costa Rica? ¿Dónde se toman las decisiones importantes? Son apenas dos preguntas de otras que se pueden formular. Lo que sí es cierto es que el clivaje en el sistema de partidos, lejos de fortalecer la democracia, la ha fragmentado en pequeñas maquinarias electorales, sin ideología y sin estructura partidaria necesaria para gobernar y, por tanto, el país se les vuelve ingobernable, para una ciudadanía que espera respuestas prontas.

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