Dios no juega al fútbol…

“Esperamos que todo nos salga bien”, “gracias a Dios ganamos”, “alabado sea Jesucristo porque ganamos”, “contamos con un rival muy fuerte, pero la ayuda

“Esperamos que todo nos salga bien”, “gracias a Dios ganamos”, “alabado sea Jesucristo porque ganamos”, “contamos con un rival muy fuerte, pero la ayuda de Dios nos hizo salir adelante”… expresiones tales y similares  (y muchas veces acciones en el campo, oraciones, genuflexiones, persignaciones, etc.) suelen decirse y realizarse cada vez que los periodistas deportivos de TV entrevistan a un jugador de fútbol.

Y está bien creer. No discuto eso. Por el contrario. La persona o el Estado o la ideología que se oponga –clara o solapadamente- a la idea personal o colectiva en Dios o en la creencia religiosa personal y colectiva, se opone radicalmente a la libertad de pensamiento, y consecuentemente a la libertad de decisión y al desarrollo personal y  armónico de la dignidad humana.

A lo que voy es a que Dios (Jesús o la Virgen) no juegan fútbol. Para decirlo con otras palabras, suele haber quienes ubican a Dios (y a lo divino y religioso) en terrenos plenamente reservados al esfuerzo humano.

Jesús (lo divino) puede aceptar y complacerse y bendecir el esfuerzo personal y de un grupo; eso no significa que la divinidad o una práctica religiosa mitigará el esfuerzo o conducirá a plenitud el propósito. Dios no anotará goles, el jugador no anotará goles por eso y el portero no evitará que lo barran única o reiteradamente en la portería. La vida de santificación cristiana no puede ser una vida de superstición. La superstición, la imaginería mental no son atributos del cristianismo fiel. Pero sí lo es el esfuerzo y la entrega por una causa para mayor gloria de Dios e incluso con el desconocimiento humano (de las propias manos del fiel cristiano). Dios no juega al fútbol. El esfuerzo humano es bendecido si el propósito es noble, digno, humanizante y sano. Pero de una oración no se sigue que se cumpla lo que uno pide.

Consecuencias de creer que Dios juega al fútbol: dos equipos pierden; entonces, ninguno de los dos oró bien. Otra, un equipo gana y otro pierde; el primero le oró a “la Negrita”, el otro le pidió a Jesús”; consecuencia, puede ser más efectiva la Virgen que Jesús, y/o los orantes son pésimos. Otro caso, un equipo religioso frente a contrincantes ateos: pierden los primeros, ganan los segundos; imposible, dirá alguno, pero posible en la realidad; ¿y ahora en dónde estará el entuerto? Y otra posibilidad: la mayoría de juegos y jugadores en el mundo se han dado sin la recurrencia a la manifestación religiosa: consecuencia de una religión o práctica malentendida: eso es imposible, los “no creyentes” no pueden jugar así, o peor, “Satanás les ayuda”. Esto es ni más ni menos, lo que puede sostener la falta de racionalidad en quienes creen o en quienes confunden la fe con las acciones o con la superstición. Pero peor aun, no es dable que el cristiano practicante entienda que su vida de fe, o sus actos de fe, son una “extorsión” a Dios (o a lo divino).

Recurrir a la oración es posible, es sano, pero es para santificarse, hacerse cual Cristo, adoptar la vida de Cristo. Hasta donde sabemos los textos bíblicos condenan el uso vano del nombre divino. El fanatismo, y la  ilógica racionalidad de algunos cristianos (mal ejemplo) lo avalan, practican y admiten.

El esfuerzo deportivo es una cosa, la divinidad es otra y la vida religiosa (en procuración de la santidad) es otra. “Dad a César lo que a César corresponde; dad a Dios, lo que a Dios corresponde”. Un creyente es un creyente, un fiel cristiano es un fiel cristiano; un buen jugador es un buen jugador; un jugador cristiano puede ser buen o pésimo jugador, y sólo eso. Falacia, engaño, error, fanatismo religioso (el peor de todos) es confundir los límites, los conceptos, las realidades, los esfuerzos y los términos.

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