En Francia la mafia asalta la democracia

El domingo pasado de los tres principales candidatos presidenciales, dos se clasificaron a la segunda vuelta: Francois Hollande del Partido Socialista (PS) con un

El domingo pasado de los tres principales candidatos presidenciales, dos se clasificaron a la segunda vuelta: Francois Hollande del Partido Socialista (PS) con un 28 % (10.1 millones de votantes) y Nicolas Sarkozy de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) 27 % (9,6 millones). La tercera, Marine Le Pen del Frente Nacional (FN), con un 18% sea 6,4 millones de electores, quien no accedió a la segunda vuelta. Ahora en la segunda ronda se enfrentan izquierda y derecha, afuera queda la “extrema derecha”, de la cual dependerán los resultados y que Sarkozy tanto buscará seducir.

Según OpinionWay, 37% del electorado de Le Pen votará Sarkozy y tan solo un 18% por Hollande, aun así con esos números pareciera que la matemática no le cierra a “Sarko”, su rival cuenta con el apoyo del partido comunista y del ecologista: lo que significa un apoyo considerable. Y Le Pen no esta dispuesta a apoyarlo, al contrario, buscará destruir el UMP para colocarse como jefa de oposición liderando toda la derecha francesa en el parlamento, intenciones que dejará manifiestas el 1ero de mayo en la fiesta a Jeanne D’ Arc, siempre tan celebrada por los nacionalistas, destrucción que se torna creíble cuando los miembros de la “Droite Populaire” (ala más radical del UMP) han declarado una posible alianza con Le Pen en caso de un fallo de Sarkozy. Pero, ¿qué es lo preocupante ante tal escenario?

No deberíamos preocuparnos y al calor de estas elecciones alarmarnos sobre el apogeo de la extrema derecha, situación denunciada a intromisión de Angela Merkel, sino de los casi 20 millones de franceses que sufragaron por partidos políticos agudamente corruptos. De un lado Sarkozy, con el caso Bettencourt, la irrupción ilegal de comunicaciones a los ciudadanos y un hijo que usa bienes del Estado para irse de fiesta. Del otro lado Hollande, representante de la mafia socialista, quien encarna un partido descompuesto de pies a cabeza y que dio a luz al libro “Rose Mafia”, escrito por un exalcalde de ese partido que pasó una temporada en la cárcel.

Y es esta situación lo verdaderamente grave de las elecciones, no el supuesto auge de la mal llamada extrema derecha. Debemos gritar al mundo y pedir auxilio para los franceses, cuando una desilusionada sociedad civil apoyó a partidos políticos de dudosa representación y a sabiendas de ello.

¿La polémica entorno a la extrema derecha de Le Pen? No es más que una ficción, acomodada a los intereses económicos que se concretan a través de la Unión Europea y su libre mercado de especulación y circulación de capitales apoyada por los partidos socialistas. Esa misma Unión que ha propiciado un alza en los suicidios en Grecia, Italia y España, donde los ciudadanos ya no logran sobrevivir a causa de esta Unión y que ahora se ensaña en eliminar el salario mínimo mediante la circular “Bolkstein” ¡Sí! ¡Los partidos socialistas ahora se convierten en ultraliberales que atentan contra el salario mínimo! A Le Pen, quien busca sacar a Francia de la Unión Europea, urge etiquetarla de antidemocrática, cuando lo genuinamente antidemocrático es la corrupción. Sin dudas, Le Pen –como ella misma lo dijo- hace temblar a las elites, a ese 3% que se enriquece a costa del resto. ¿Cómo explicar sino el descenso de esta candidata? Para mayo del año pasado las intenciones de voto la colocaban en un 33%, ganadora de la primera ronda. En las últimas semanas previas a las elecciones se le colocaba con un paupérrimo 11%. Bastó que llegara el domingo para ver su 18%, histórico para su partido, apoyo que pudo haber sido mucho mayor de no haberse llamado al voto útil de Sarkozy, donde un electorado importante del FN al corroborar el supuesto descenso de su candidata, prefirió votar por él con tal de evitar un triunfo socialista.¿Sondeos manipulados? Preferiría pensar que no.

La manipulación y la corrupción son lo verdaderamente antidemocrático, y no el soporte o desaprobación de la Unión Europea; finalmente de eso se trata la democracia. De la libertad de expresión, de pensamiento, de la franca confrontación de ideas. Pero pareciera que cuando esas ideas critican al sistema –Le Pen se cataloga como la única candidata anti sistema- entonces se torna antidemocrático, aunque lo criticado sea nefasto, como lo es la tasa de suicidios y desempleo de Europa.

De momento solo queda resignarse a la corrupción, a esa mafia –sea socialista o no- que conducirá la quinta potencia económica del mundo. Eso: ¡Sí que es peligroso!

 

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