Puntos por latas. El mercado invade la escuela

Durkheim nos advertía, y aún tiene vigencia, de clarificar qué entendemos por un término a fin de evitar confusiones por su uso de sentido

Durkheim nos advertía, y aún tiene vigencia, de clarificar qué entendemos por un término a fin de evitar confusiones por su uso de sentido común. Así, mercado en este artículo debe entenderse como el espacio que el neoliberalismo privilegia en términos de ser el único en que las relaciones entre individuos pueden cristalizarse plenamente. Un espacio en que no solamente se intercambian productos, como entendería el sentido común; implica sobre todo una visión de mundo en que las relaciones se dan como transacciones centradas en, idealmente, negociaciones libres (término discutible) entre personas libres (igualmente cuestionable).

 

La escuela, como institución social y agente hegemónico, no escapará de esta visión, misma que se incrusta en todo el cuerpo social y es parte de la constante pugna entre los sectores preponderantes y las clases subalternas. Aunque ha venido a menos en la era de las TIC, aún es un terreno de disputa.

Esta pequeña puesta en contexto me permite ir al meollo de lo que quiero desarrollar. En la escuela, se comienzan a manifestar elementos de esta visión, y que se ven como algo normal, algo natural. Se ha naturalizado las relaciones de mercado en la cotidianidad.

Un ejemplo lo he podido observar en mi regreso a laborar como funcionario del MEP después de 14 años fuera. Al llevarme a conocer el aula en la que imparto lecciones, noté la presencia de un televisor de pantalla plana en la pared. Al preguntar sobre cómo se había podido adquirir, la respuesta que me da el Coordinador Académico fue que se compró con latas de reciclaje. ¿Campaña de reciclaje institucional? No, a cada estudiante se le pide que traiga 300 latas cada trimestre a cambio de 5 puntos extra en la nota respectiva, eso sí, de manera voluntaria.

Es un ejemplo claro de cómo el mercado invade la escuela. Relaciones de transacción comercial, yo intercambio un bien (latas) a cambio de otro bien (puntos). Y al darle un carácter de voluntariedad, se le da un barniz de relación libre. Y de paso, obtener una ventaja indebida sobre quien no lo hace, no participa del mercado. Desgraciadamente no es una situación aislada ni anecdótica. He sabido de otros casos en los que se ofrecen puntos por entradas a partidos de fútbol, macetas, medicamentos para botiquines, etc. Curiosamente, esto se da incluso en instituciones privadas, donde el elemento libre desaparece y se convierte en compulsivo, obligatorio.

Parece que es hora, entonces, de empezar a estudiar este tipo de fenómenos, desde las ciencias sociales, y poder dar insumos que permitan a quienes se posicionan y actúan críticamente en el  quehacer escolar, de realizar prácticas que contrarresten esta invasión. Y no solamente se trata de aspectos puntuales como el señalado, que es incluso contingente en lo objetivo, pero sí sustancial en su lógica. Más investigación sobre currículum oculto y sobre intención de las reformas impulsadas desde el MEP, parecen ser puntos pendientes de una agenda amplia de trabajo desde la academia.

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