El FEES y una visión de mundo

Después de la masiva marcha del día del 17 de agosto son pocos los sectores de la población metropolitana que no tienen algo que

…tendría que ser el resultado de todo un cambio de los sistemas de educación y, sobre todo, de un cambio en el espíritu de los encargados de darla. Vaz Ferreira
 
Quien no esté empapado con el debate central de la discusión del Fondo Especial de la Educación Superior a esta altura del campeonato, es simplemente porque vive en una burbuja.

Después de la masiva marcha del día del 17 de agosto son pocos los sectores de la población metropolitana que no tienen algo que decir. Aunque sea que somos unos vagos y no tenemos nada más que hacer que no sea molestar a todos los que tienen que trabajar de verdad.

(Parte I)

Creo que puedo afirmar sin temor a equivocarme, que la principal distinción entre quienes apoyan fehacientemente el aumento del 11 %  y quienes lo reprueban, es que ambos grupos se caracterizan por tener una visión de mundo distinta. Sin querer entrar en romanticismos (sobre todo porque formo parte de este grupo), creo que quienes apoyan el aumento tienen una visión mucho más optimista de la educación, que quienes van en contra del aumento.
La diferencia fundamental que intento apuntar es respecto a la visión que se tiene sobre esa educación. Gracias a las políticas neoliberales que desde hace años (como es sabido) imperan en nuestro país, la noción que se tiene sobre educación es la característica de una tecnocracia. Tecnócratas que defienden a capa y espada una visión consumista y monetaria de todo fenómeno humano y, por ende, de la educación. La apuesta de los últimos gobiernos no podría desencadenar en otra cosa que no fuera la creación de miles de técnicos capacitados y entrenados para hacer dinero y consumirlo. De no ser así, en el Valle Central se estarían proliferando los teatros, los espacios de discusión desinteresada y los centros culturales a una mayor o igual velocidad con la que lo hacen los malls, los restaurantes extranjeros y las bases de empresas transnacionales. 
Se trata de un círculo vicioso destinado a reproducirse infinitamente: la apuesta gubernamental hacia una economía neoliberal, que nos hace (o intenta hacer) creer a los costarricenses que se está bien si se trabaja en alguna multinacional con alguna especialidad técnica y con un inglés truncado por nuestro latinísimo acento. Dentro de esta visión reducida se escucha decir en la calle que alguien triunfó si le va bien monetariamente y tiene su “carrito” y su “casita”. Pocas veces se pondrá en tela de juicio su capacidad analítica, su disposición a mejorar las condiciones de la colectividad o (¡Dios guarde!) sus tendencias éticas. Se trata de una de las tantas manifestaciones del Homo Mechanicus en su máxima expresión.
La noción de educación de la mayoría de la población costarricense queda reducida a la posibilidad de ubicarse cómodamente en el mercado laboral. La noción de educación que comparte la mayoría de defensores del aumento del 11% es de una visión integral: la formación de profesionales que velen por mejorar el panorama nacional y, a veces mundial, desde todos los frentes (inclusive aquellos que aún no existen, pero que posiblemente serán descubiertos gracias a los constantes cuestionamientos de la realidad que se dan en las universidades). Para lograr esto último es necesaria la inversión de recursos que faciliten, tanto al profesional dedicado a la educación como al estudiante, una calidad de vida digna. Cuando hablo de calidad de vida me refiero a buenas instalaciones, a buen equipo, a buenos salarios, etc. 
El tema de la viabilidad del aumento sufre influencia directa de lo anteriormente señalado. Dependerá de la visión de mundo, y dentro de esa visión de mundo de la visión que tengo de la educación, mi esfuerzo a encontrar medios prácticos que me lleven a soluciones monetarias viables. Nos encontramos ante la compleja disyuntiva entre Administración y Cultura. Los que apostamos por una creación cultural compleja y heterogénea, creemos que es necesario apostar en las instituciones de educación para posibilitar un cambio substancial en la realidad costarricense. La administración deja de lado dicha apuesta y se preocupa por la cuestión de fondo, desde una perspectiva tecnócrata. Se encuentra frente a un problema más, cuyo complejo conglomerado de implicaciones y soluciones escapa a su análisis. El trasfondo ideológico resulta sumamente evidente. Las manifestaciones culturales de calidad ocupan espacios y para la creación de esos espacios se necesita dinero, pero si la apuesta fuerte de la administración no son esas manifestaciones culturales (posiblemente la mayoría de los participantes del debate ni siquiera se han planteado el problema en estos términos), nunca le resulta necesario buscar encarecidamente por otra solución a no ser la más simple: dar el aumento mínimo posible.

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