Juegos peligrosos

Con su comentario, Ortega evoca un concepto primitivo de soberanía y de patria. Ante esa definición de soberanía, los ciudadanos deben apoyar al presidente

En este mundo todo se pretende solucionar con dinero. En La Nación del domingo 21 de noviembre el presidente Ortega  refiere que el laudo Cleveland de 1888 y la resolución de La Haya otorgan el derecho a Nicaragua de realizar obras en el río San Juan, aunque afecte a Costa Rica, con la condición de indemnizarla.

Con su comentario, Ortega evoca un concepto primitivo de soberanía y de patria. Ante esa definición de soberanía, los ciudadanos deben apoyar al presidente aun cuando muchas de sus decisiones sean equivocadas o respondan a intereses muy particulares y algo alejados de los intereses del pueblo. Muy usado por gobernantes para justificar lo injustificable y lo vemos doquier veamos la historia de la humanidad.

 

Después de tantos rodeos diplomáticos y técnicos, ya Ortega indicó que es el canal lo que desea hacer, mediante la excavación de un canal a través del extremo norte de la isla Calero. Sin embargo, el derecho crea deberes y esto obliga a Nicaragua que su obra sea social, económica y ambientalmente factibles sin violentar el derecho de otros.

¿Cómo debe entenderse la soberanía  en áreas limítrofes? Por lo menos no debe interpretarse igual que la soberanía que se puede invocar para el centro del país. La soberanía de fronteras se origina a partir del complemento e interdigitación de las soberanías de ambos países, más cuando las fronteras son sumamente porosas.

En este particular Nicaragua no detenta la soberanía absoluta sobre el río, pues desde el momento que La Haya acuerda que los ticos tienen libre navegación por el río, exceptuando fragatas bélicas, ya se le indica a Nicaragua que no es dueño absoluto de la soberanía. De hecho, en este mundo nadie es libre de hacer lo que quiera porque puede afectar al vecino.

El canal por Nicaragua fue una idea que venía acariciándose desde el periodo colonial; no obstante el canal por Panamá y su actual ampliación deja fuera de posibilidades a la obra por Nicaragua, por lo menos así lo pensaría desde el factor tiempo que se requeriría accesar a uno u otro océano tanto por el canal de Panamá o por el posible canal por Nicaragua.

El tiempo se traduce en ganancias. A lo sumo el canal por Nicaragua serviría para cruceros turísticos. Pero ante la escasa transparencia del gobierno nicaragüense ante tal proyecto, ¿cómo se va a confiar en que el gobierno cumpla su palabra de indemnizar al país por el daño ambiental que se generaría? ¿Cuál sería este? Creo que no se han realizado estudios satisfactorios y de hacerlos, Costa Rica debe ser consultada e invitada a participar en la realización de dichos estudios de prefactibilidad.

Debe tener voz y voto sobre lo que concierne a la integridad ambiental de esa parte del país afectada por la realización de las obras. Es un proyecto no comparable a Crucitas, con lo que el gobierno nicaragüense ha tratado de desviar la atención.
Además, el misterio ante las obras en el río San Juan deja entrever un proyecto que en algo favorecería a Nicaragua, pero que reviste connotaciones geopolíticas de la mayor importancia para otros países que son los que podrían estar financiando la obra, que no tendría mucho futuro ante el canal de Panamá, pero que sería la punta de lanza para seguir con una escalada de dominio de un territorio que se encuentra en las mismas barbas de los gringos. Esto porque algunos periódicos han señalado a Irán como el socio económicamente fuerte de Nicaragua, seguido por Venezuela.

En este sentido, el cacareado desarrollo que podría ver con buenos ojos el pueblo nicaragüense, pasa a un segundo plano ante los posibles intereses geopolíticos de sus socios. Para Ortega significa su interés por la reelección en el 2011 y para sus posibles socios, una oportunidad de enclave en un espacio caracterizado por su posición geográfica privilegiada y que se ha dicho es el patio trasero de los gringos. En todo caso, el canal por Nicaragua solo serviría a su pueblo para seguir su dolorosa diáspora, pero cómodamente sentados en una embarcación.

Lo que sí queda claro es que el conflicto por el río San Juan y el extremo norte de la isla Calero está desbordando los límites de ambos países. Cobra nuevos matices y Ortega es el último eslabón de mayores intereses por hegemonías y control estratégico de territorios.

Quién sabe si la indemnización que sugiere Ortega tendrá que ser para todo el istmo y no solo para nuestro país. Además, hay que reconocerlo, es una oportunidad enorme para que cualquiera escriba, a partir de este conflicto, una novela de intrigas políticas al mejor estilo de Clancy.

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