Mirarnos en los ojos del otro

Con tal de que confesara su relación con el Diablo, fue sometido a tortura, y –como era de esperarse- confesó tal relación.  La consecuencia

Antide Collas, quien fue denunciado por tener dos sexos –hermafroditismo-, vivía en Dole, fue examinado por médicos, quienes indicaron que sí tenía dos sexos, y la única explicación posible que encontraron para ello era que había tenido relaciones con Satán, sumándose así un segundo sexo primitivo. 

Con tal de que confesara su relación con el Diablo, fue sometido a tortura, y –como era de esperarse- confesó tal relación.  La consecuencia histórica de tal confesión, es obvia, fue quemado vivo en 1599 (Foucault).

El motivo histórico de la condena a muerte de Collas, fue el miedo contra alguien que no pertenecía a un grupo social específico, motivo que actualmente, movido por la inercia, se manifiesta como si el tiempo no surtiera efecto sobre eso que bien podría considerarse la intolerancia humana, atemporal por definición.
Muchos son los ejemplos históricos en los que la intolerancia ha movido a actos de violencia, el caso de Collas solo es un episodio específico de una gran cantidad de actos de intolerancia hacia el otro, hacia aquel considerado diferente y, consecuentemente, eliminado.  Así, la Inquisición fue una etapa regida por el miedo a la otredad, igualmente muchas de las batallas de la humanidad –que irónicamente provocan en ciertas personas orgullo- se han originado en la búsqueda de la erradicación del otro, pese a que en su momento se justificaron con algún falso discurso, con el mito, como lo fue el discurso mantenido por Hitler basado en un enfermizo nacionalismo procura de la eliminación de un pueblo entero, o bien; para dar un ejemplo más actual, las políticas de tolerancia cero aplicadas en la década de los 90 en Nueva York, que en lugar de disminuir la delincuencia, lo que obtuvieron fue un incremento en las políticas de persecución criminal basadas en criterios racistas y clasistas, que culminaron con la detención y registró en la calle a 45.000 personas por una mera sospecha basada en la ropa, el aspecto, el comportamiento y –antes que cualquier otro indicio- el color de la piel (Wacquant).
Esta tendencia a la intolerancia constante, también está presente en  movimientos de aplicación actual en nuestro país, como la xenofobia, el expansionismo punitivo, el discurso de anulación del garantismo, el clasismo –promovido desde varios frentes, como es la disminución efectiva de políticas de ayuda social-, la violencia de género, entre otros.  Pareciera que esta intolerancia a la otredad es inherente al ser humano, pero por otro lado, la humanidad también ha sido acreedora de grandes logros para el bienestar común, como la resistencia pacífica de Gandhi, los tratados de paz entre naciones que se han visto inmersas en un conflicto armado, la normativa contra la pena de muerte, prohibición del racismo o algún otro tipo de discriminación, que son algunos ejemplos que ilustran verdaderas victorias de paz.  Esta ambivalencia hace que surja una pregunta: ¿por qué la naturaleza humana, capaz de producir actos de paz, también ocasiona actos violencia hacia el otro?  Estimo que la respuesta a esta pregunta podría orientarse desde la perspectiva de la falta de empatía, la ausencia de reciprocidad en las relaciones sociales que nubla al entendimiento con respecto a la afectación del otro por los actos propios.
La intolerancia se basa en el irrespeto a la alteridad, promueve sistemas de descalificación y de ella surge toda una gama de discursos de violencia, su erradicación –si acaso se busca una sociedad tolerante- debe partir del reconocimiento del otro, reconocernos en él y dar cabida para la empatía en la intersubjetividad.  La construcción de un sistema interpersonal basado en el reconocimiento del otro como sujeto de un trato igualitario, promovería una minimización de los actos de violencia que la historia nos atestigua, objetivo que se lograría no al buscar enemigos imaginarios, sino al mirarnos en los ojos del otro.
La posibilidad de la empatía al vernos en el otro, permitirá reconocernos en los demás, formar un nuevo sistema y reconstruirnos como tal, en el tanto; por ejemplo, al sabernos como parte de un todo; al procurar la dignidad y reconocimiento del otro, necesariamente se dará un mejor soporte a nuestro sistema y nos veremos integralmente beneficiados, sabremos que al educar inteligente y críticamente al niño le disminuiremos el riesgo de un futuro ruin, al prevenir el delito por medio de la solidaridad social, necesitaremos menos cárceles y más escuelas, menos pistolas y más violines.  En el fondo, la empatía, no será más que eliminar el concepto del otro y hablar de un nosotros…

 

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