Mentes humanas o mentes “computiles”

Esta revolución cognitiva sin embargo, creó un norte definido a pesar de sus múltiples enfoques y puntos de convergencia, la gran mayoría se adhirieron

A mediados del siglo pasado, surge en muchas partes del mundo, lo que luego se llamaría, la revolución cognitiva. Esto es un profundo interés de muchos sectores por entender como es que funciona la mente humana.
 
Ante este megaproyecto se congregaron muchas áreas del saber humano como la psicología, la cibernética, la matemática,  la computación, la inteligencia artificial, la filosofía de la mente, la lingüística, las neurociencias. Luego y más recientemente, se matricularon la genética, la antropología, la pedagogía y otras más. El tema sin duda resultó muy interesante y provechoso, quizá uno de los de mayor impacto en los últimos dos milenios; nadie desconoce actualmente temas de la mente o de la memoria.

Esta revolución cognitiva sin embargo, creó un norte definido a pesar de sus múltiples enfoques y puntos de convergencia, la gran mayoría se adhirieron a la llamada metáfora del computador. Esta idea suponía de fondo que nuestra mente es análoga a la de una computadora, que ambos procesamos información como materia prima para la cognición, que nuestro lenguaje es como el de un computador, y que  lo que nuestra mente hace es almacenar información en la memoria.
 
La metáfora del computador desplazó a la de la “tabula raza” del conductismo, que suponía que veníamos en “blanco” al mundo y que las experiencias con el mundo eran las que nos daban el conocimiento.

La metáfora del computador tuvo un impacto poderoso en todas las formas de comprensión de los procesos mentales humanos, y hasta en algunas pedagogías y didácticas contemporáneas. No es una coincidencia que muchos docentes sigan creyendo que cargando información en las mentes de los niños, adolescentes y adultos es como creamos aprendizaje y conocimiento.

Hay sin duda un sobre énfasis en los contenidos en los programas formativos costarricenses, en el fondo parece existir una idea de que lo que tenemos por mentes son discos duros, y que nuestra memoria es como la de un computador. Todo esto a pesar de que se nos quiera hacer creer que mucha de la educación costarricense es constructivista. Lamentable, esta situación  perdura y se nota en las evaluaciones que realizan nuestros niños en sus escuelas o en los libros de textos interesados en simplemente dar información, situación que se perpetua en los programas de carrera de las universidades y en docentes que terminan siendo programadores de mentes.

Pero, la cultura popular también ha sucumbido a la  metáfora computacional; no son pocos los que creen que nuestra memoria es como un disco duro o que la memoria a corto plazo es como una memoria RAM.

Ahora sabemos, que nosotros los seres humanos tenemos creencias, comportamientos, intereses, emociones, lenguaje, valores y, estados mentales tan complejos y diversos como para que una teoría computacional de nuestra mente se pueda sostener como una propuesta científica fiable. Son muchos los investigadores tales como J. Searle, R. Penrose, J. Pozo y otros los que han desmantelado al funcionalismo computacional.

Desde nuestro fuerte basamento social, ya explorado con mucho acierto por Vigostky, Deacon, Dunbar y otros científicos, pasando por los aportes de una teoría del lenguaje más robusta como la de Ellis, hasta los claros desarrollos de los actuales científicos cognitivos en materia de procesamiento cognitivo analógico, es claro que a lo que menos nos parecemos a nivel mental es a una computadora. Ni memorizamos guardando datos que podemos luego recuperar de manera idéntica a como se “almacenó”, ni funcionamos con información como recurso básico cognitivo, pues lo hacemos con una combinación de información y conocimiento. No resolvemos los problemas de la vida como lo hacen a nivel lógico las computadoras, por más que se empecinen algunos filósofos e informáticos en hacernos creer que pensamos lógicamente. 

Las computadoras son máquinas de tipo sintácticas, no procesan significados ni sentidos y menos aún tienen algún nivel pragmático del lenguaje. Los seres humanos habitamos en el sentido, en el significado y es en las relaciones con los otros humanos donde construimos el conocimiento.

Es bueno saber que las máquinas computacionales operan con programas, nosotros creamos los programas, nosotros nos emocionamos, las máquinas a lo sumo usan simuladores emocionales.

Aún sin desintoxicarnos de la metáfora que hemos mencionado y que está inmersa en las pedagogías y psicologías educativas (para muestras Piaget), y apenas asumiendo que no tenemos mentes que funcionan como computadoras, aparece en el horizonte educativo la “neuromoda” prometiendo desplazar o ampliar la metáfora del computador por la metáfora del cerebro.

Tengamos cuidado, ni todo lo neuro es traducible a la educación, ni todo lo dicho por ellos está firmado como inamovible, la historia nos enseña que hay que caminar con cuidado, pero de esta neuromoda hablaremos luego.

Todo lo anterior debe pesar en una formación académica tan preocupada por los datos y los resultados, que lamentablemente piensa poco en la generación de conocimiento social y en la cooperación constructiva de saberes. Nuestros niños y adolescentes siguen en sus aulas apilados en función de una pizarra, y más recientemente, en frente de un monitor.

Una gran mayoría de docentes siguen esclavos de una forma de enseñar y un programa que cumplir.

 

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