Eduardo Galeano

Conocedor del morbo de la gente y de sus desafectos, decidió alzar los hombros y tomar el único camino irreversible. Y si sentían alguna curiosidad

Conocedor del morbo de la gente y de sus desafectos, decidió alzar los hombros y tomar el único camino irreversible. Y si sentían alguna curiosidad que se observaran en “Espejos…” (Galeano: 2008) para que recrearan los espíritus de los abuelos. ¿Qué se puede decir de un escritor que develaba la cultura ligera, los dictados del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la mano blanca o verde del mercado que abastece y desabastece productos con la magia de acaparamientos. Ni qué decir de los camaleones de la política local e internacional que siempre encuentran el giro lingüístico adecuado para exculpar errores y justificar agravios.

El mundo arde –nada de alegorías, basta observar las altas temperaturas en la India o Guanacaste… – y la utopía se aleja en el horizonte porque los visionarios duermen o acumulan objetos. Para Wall Street (Bolsa de Nueva York):”… rinden homenaje a la abnegada labor de los especuladores… deciden el valor de las cosas y de las naciones, fabrican millonarios y mendigos y son capaces de matar más gente que cualquier guerra, peste o sequía” (Galeano: 260).

Los muertos se multiplican en Siria, Irak, Libia, Afganistán, Palestina… La industria armamentista se frota las manos (Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia…), alientan los conflictos para lucrar con la sangre y el dolor. Los mutilados de cuerpo y alma son incontables; pero, los gerentes generales (manager), recibe bonificaciones por la venta exclusiva de armas a los grupos armados, no importa sin son honorables traficantes, decentes mercenarios, es decir, “contratistas”, les llaman.

Cómo no recordar su voz desafiante y clara, en las postrimerías de la guerra fría, cuando Ronald Reagan y sus campeones de la libertad pretendían tomar por asalto a Centroamérica, y los medios de comunicación (con excepciones como UNIVERSIDAD) eran parte de la siniestra maquinaria de la guerra de “baja intensidad”: en Guatemala, las operaciones de “tierra arrasada” tuvo como uno de los protagonista al general Otto Pérez Molina, actual presidente; las maniobras de la CIA, especialmente, en el Salvador contra el FMLN; la actual base de Palmerola (Honduras) de Estados Unidos era el santuario de la contrarrevolución que secuestraban, asesinaban y destruían la infraestructura de Nicaragua. Los medios de comunicación de Estados Unidos apartaban la vista hacia el Capitolio. Los medios de Latinoamérica oteaban en las estrellas o aterrorizaban a la población con el “chupacabras”. Sin embargo, las palabras de Galeano trascendieron las fronteras y denunciaron la agresión armada. Y por supuesto, no podía faltar La Nación que publicaba un suplemento de la misma contrarrevolución nicaragüense (su asimetría con las causas nobles no tienen paragón) y también destacó aquella política que él conocía y que trajo beneficios económicos: “de sí, pero más o menos; de sí, pero que no se note”.

Y la selección de seres humanos que hacía Galeano en nada difiere de las confrontaciones cíclicas del mundo; pero, su terquedad de charrúa siempre apostaba por los sueños, a la vida: “… Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos. Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también” (Idem. 6)

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