Aquiles Jiménez: Premio Nacional de Escultura 2014: La escultura, sueño que se pasea por la esencia de las cosas

Aquiles Jiménez fue galardonado con el Premio Nacional “Aquileo J. Echeverría” de Artes Plásticas en Escultura 2014 por la exposición Aquiles, escultor.Aquiles Jiménez es

Aquiles Jiménez fue galardonado con el Premio Nacional “Aquileo J. Echeverría” de Artes Plásticas en Escultura 2014 por la exposición Aquiles, escultor.

Aquiles Jiménez es un hombre sencillo, de pueblo, que le suma méritos a su nombre de héroe griego. Sus manos fuertes están marcadas no por el uso de espadas y arcos con flechas, sino por la materia prima de la escultura. Es el artista que sueña, que busca la esencia de las cosas y les crea una imagen.

Desde hace cinco años vive en Concepción de San Rafael de Heredia. Ahí trabaja en su mitad casa y mitad taller, ayudado por otros dos escultores, Minor y Alex, quienes se sientan a tomar café con este hombre de cara redonda cercada por una gran barba gris.

Las sonrisas no aparecen con frecuencia, pero posee siempre una mirada curiosa en sus ojos rasgados, con la que interroga cada suceso y observa cada elemento. “Mi niñez fue lo más importante”, contesta al preguntarle qué lo llevó a incursionar en la escultura, pues las imágenes que mantiene vivas, en su mayoría, provienen de su temprana infancia.

Las raíces de Aquiles están en El Roble, a unos 15 kilómetros de Barva, en Heredia. Nació junto a un río, frente a un pequeño bosque del que se decía dueño cuando pequeño: “Lo llamábamos Pedregal, porque en él abundaban las piedras”.

Entre ríos, arena, piedras y montaña creció Aquiles Jiménez. Hoy, todavía recuerda sus primeros intentos de escultura, cabezas de barro que “al ratito se cayeron”.

LUEGO DEL AÑO SABÁTICO

Después de concluida la escuela, gozó un año sabático por error: a su mamá se le pasó el tiempo de la matrícula del colegio. “Me tiré un año riquísimo”, cuenta con una sonrisa. Al año siguiente, entró al Liceo de Heredia, en donde tomó clases con Olger Villegas, quien formó un club de artes plásticas. “Vio un dibujillo mío y me invitó. Empecé dibujando y pintando, y después trabajé una escultura”.

Para esta primera figura, Villegas le pidió que le llevara un pedazo de madera de su pueblo. “Esa fue otra odisea tremenda, porque teníamos que robárnosla”. Con uno de sus nueve hermanos, se adentró a un cafetal, cortó metro y medio de un ciprés que arrasó con un montón de matas de café. “Se nos ocurrió quitarle la cáscara, que sin ella se vuelve baboso. Empezó a llover, y nos resultaba imposible cargarlo, era como un chancho encebado. ¡Verdad!”.

En ese entonces participó en el Concurso Intercolegial de Artes junto a José Salazar Sancho, quienes ganaron el primer y segundo lugar, respectivamente; mientras que el representante del Conservatorio de Castella alcanzó el séptimo lugar.

“Entonces, Arnoldo Herrera (director del Castella) se pone como los diablos; dijo que ese resultado no podía ser, que a nosotros nos habían hecho las esculturas… y, bueno, se lo comenté a Olger Villegas, quien con semejante carácter que se tiene se peleó con Herrera, y lo retó: ‘¿Sabe qué?, acordemos algo: usted quiere saber si es creación de ellos o no; entonces, deles una beca’. Claro, el viejo nos dio las becas y, además, la Muni puso un bus”.

En el Conservatorio recibió formación escultórica complementada con diversas artes, como el solfeo y el teatro; sin embargo, sus manos de escultor eran toscas para el delicado trabajo del músico instrumentista y las clases de teatro una tortura para un muchacho introvertido.

Finalmente, se graduó en pintura y escultura, estudió tres años en la Universidad de Costa Rica y luego recibió una beca de ocho meses en Carrara, Italia, donde se quedó cuatro años.

De vuelta en Costa Rica se ha desempeñado como profesor en el Castella y en la Universidad Nacional (UNA).

MADRE, RITMO Y AGUA

En Italia, se inició en el primer tópico que marcó un período en su carrera escultórica: La Maternidad, “temática que todo costarricense desarrolla”, afirma. Pero Aquiles se diferencia de sus colegas al no representarla líricamente, sino de forma “más agresiva, más fuerte, muy cercana al animal”.

El artista recuerda que su madre no fue la mujer dulce que tantos otros escultores han recreado. Aquiles no quiere maternidades tiernas, sino muy aguerridas.

La esencia del volumen se combinó con el ritmo en su siguiente etapa artística, consistente en incorporar la música a la escultura, para formar Los músicos.

El agua, otra de sus series, se relaciona con la forma de moldear el volumen, los elementos de la naturaleza. “Yo me metía debajo de las hojas de plátano para escampar. Las hojas de plátano son lisas, reciben el agua y la dejan caer. De manera que las esculturas son lisas y limpias, como las hojas… Cuando nosotros nos mojamos se experimenta cierto grado de intimidad, el agua llega”.

PRESAGIOS, NOCHE Y MONTAÑAS

“No presagio con la mente; si lo hiciera, mi arte sería una predicción mental. Se presagia como un animal. A veces uno dice: ‘¡Pucha! Es que siento algo’, y lo hace con la piel, con un sentimiento interno. Yo siento que el mero hecho de hacer arte es presagiar”.

De estos sentimientos y sensaciones nace Presagios, esculturas de seres que son dedos, manos, pies; no son caras, porque para sentir no se necesita la cara, se siente con los ojos cerrados.

Con la escultura “La noche”, empieza su colección que lleva el mismo nombre, y es simbolizada por “una mujer que ve hacia arriba, hacia la noche, pero tiene gran fuerza en las manos, en el vientre, en la parte interna. Es una doble proyección: la mujer que ve hacia arriba el misterio, la esperanza, pero también está la parte carnal del sexo y la humana”.

Esta etapa es de luz y sombras; cada escultura, ya sea en mármol, marfil o piedra, guarda plena relación con las luces de la suavidad y el misterio de la noche. “El día es el raciocinio; la noche es el misterio, la intuición”.

Entre esos dos estados, el escultor creó un guardián que vigila la noche, que se asemeja al misterio: “Tal vez como la noche que llevamos dentro, la parte misteriosa de nosotros”. En este periodo, denominado Los Guardianes de la noche, Aquiles esculpe en sus obras los ojos rasgados para representar esa parte humana del vigilante.

El año pasado, Aquiles trabajó la temática de las montañas, al tomar la sensación de lejanía que proyectan e incorporarla al sentimiento de la escultura. Precisamente, esta serie fue la galardonada con el Premio Aquileo J. Echeverría de Artes Pláticas en Escultura 2014, en la exposición Aquiles, escultor, presentada en la Sala de la Rectoría de la UCR.

Las obras representan la imagen de montañas que lloran, montañas quebradas, que son la lejanía y la cercanía de un lugar común en el paisaje costarricense. La colección es una forma poética de exhibir la realidad de la naturaleza costarricense. Si la gente la interpreta como crítica, para Aquiles significa una buena respuesta. No obstante, no se trata de crítica pura, se trata de una escultura poética cuyo mensaje penetra en lo más profundo del ser humano.

“Nunca he creado una obra pensando en los demás, ni pensando en el mercado, ni pensando en el gusto de la gente, ni siquiera pensando en la crítica. La he creado para mí, como un camino del conocimiento, como un camino espiritual”.

Los periodos temáticos de Aquiles han sido marcados por sus experiencias de vida, sus corridas en sus años de escolar y en su vida de adulto. Son etapas que se aportan unas a las otras, todas juntas al final.

Porque la “escultura es encontrarle la imagen a ese sueño que se pasea por la esencia de las cosas. Nunca me ha interesado reproducir un objeto como tal. Ambiciono llegar al fondo, a la esencia, y tratar de unificar esas esencias en una sola obra”, expresó Aquiles Jiménez.

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