Lola Fernández exhibe sus “apuntes de una vida”

Una colección de 29 “apuntes” artísticos de Lola Fernández se expone en el vestíbulo del edificio Administrativo A, de la Universidad de Costa Rica.

“Esta exposición es distinta: está basada en apuntes. No son dibujos propiamente dichos, sino apuntes que he hecho a través de toda mi vida y que son resultado de la experiencia de algunos de mis viajes”, expresó Lola Fernández acerca de su exposición Apuntes de una vida, en el vestíbulo del edificio Administrativo A, de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Con motivo de su trayectoria y sus aportes en el ámbito de la pintura y artes gráficas al país, la Vicerrectoría de Acción Social quiso rendirle un homenaje abierto al público desde el pasado 11 de noviembre, que concluirá el 16 de enero del próximo año.

Conversemos”, plumilla, 1994.
Conversemos”, plumilla, 1994.

Lola Fernández nació en Cartagena, Colombia, en 1926. A los cuatro años de edad se embarcó, junto con sus padres, rumbo a la que sería su nueva patria. Radicada en Costa Rica, su interés en las artes gráficas despertó rápidamente. Inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la UCR. Su formación académica continuó en la Universidad Nacional de Colombia y en la Academia de Bellas Artes en Florencia, Italia.

Recorrió, además, algunos países de Oriente, gracias a una beca otorgada por la Unesco para artistas creadores. Allí conoció e integró nuevas técnicas de pintura. En 1995, recibió el Premio Nacional de Cultura Magón, por su trayectoria en el campo cultural costarricense.

Los 29 apuntes que constituyen su exposición fueron seleccionados cuidadosamente, dentro de un conjunto de más de 2.000 trabajos hechos por la artista durante toda su carrera. UNIVERSIDAD habló con la pintora sobre esta muestra y algunos otros temas.

¿Qué va a encontrar el público cuando visite la exposición Apuntes de una vida?

Puede ser un poco sorpresivo para la gente que ya me conoce y que ha seguido mi trayectoria, pues por lo general han visto que trabajo cuadros y pinturas muy grandes. Esta exposición es distinta: está basada en apuntes. No son dibujos propiamente dichos, sino apuntes que he hecho a través de toda mi vida y que son resultado de la experiencia de algunos de mis viajes.

La exposición podría ser interesante, sobre todo, para los estudiantes. La intención es que se den cuenta de que el arte no se improvisa de la noche a la mañana, sino que hay que vivirlo y hay que conservarlo. Me interesa mostrar en ese contenido una serie de situaciones que tuvieron importancia para mí en un momento determinado de mi vida. Por ejemplo, la situación de la miseria extrema que vi en la India durante el tiempo que estuve allá. Esa experiencia fue muy interesante, porque entendí muchas cosas del ser humano. Pero también hay apuntes de otras experiencias como la de Japón, que influyó más en mi pintura en lo que tiene que ver con el sentido del espacio, los colores, el uso de láminas de oro.

El público se encontrará con que todos mis apuntes hna sido producto de cosas espontáneas, pero muy vividas y con mucha intensidad la mayoría de las veces.

Apuntes de una vida, se mantendrá en el vestíbulo del edificio Administrativo A, de la Universidad de Costa hasta el 16 de enero del 2016.
Apuntes de una vida, se mantendrá en el vestíbulo del edificio Administrativo A, de la Universidad de Costa hasta el 16 de enero del 2016.

¿Cuál fue el criterio de selección de las 29 obras?

−Las obras las escogí junto al curador Luis Guillermo Chacón. El criterio principal fue tratar de mostrar una variedad de técnicas: dar a entender que el artista está siempre experimentando, es decir, que pintar es una búsqueda continua. En los trabajos expuestos en Apuntes de una vida hay técnicas con tinta china, crayola, tempera y acuarela, etc.

Lo que he expuesto en otras ocasiones son óleos, acrílicos, relieves, serigrafías o grabados, pero esto es nuevo. Es un poco intimista. La idea no era mostrar lo mejor ni lo más importante sino, sobre todo, la variedad de técnicas.

De las 29 obras expuestas ¿cuál es su favorita?

−Todas las obras retratan distintas épocas y momentos. Sin embargo, mis favoritos son los que hice en una sola línea; fueron espontáneos y de un solo trazo. Me gustan porque son los que más me caracterizan. Los otros son intenciones de búsqueda, de práctica o de experimentar nuevas posibilidades.

Aunque sus obras son resultado de diferentes experiencias, ¿hay alguna idea recurrente cuando pinta?

−Las ideas varían dependiendo del momento, de la época y las circunstancias. Lógicamente empecé pintando según lo que dictaba la academia. Para eso fui a Italia; quería pintar como se debe y esa experiencia me enriqueció mucho. Allá tuve muy buenos profesores y se me abrió un mundo nuevo. Por fortuna pasé primero por Colombia, donde también tuve una buena escuela. Pero creo que las ideas del artista reflejan, sin proponérselo, el momento que vive y las circunstancias de todo tipo: políticas, sociales, económicas.

Lola Fernández fue Premio Nacional de Cultura Magón en 1995.
Lola Fernández fue Premio Nacional de Cultura Magón en 1995.

Con respecto a su experiencia en Colombia, usted estuvo justo en la época del estallido de la violencia. ¿Influyó esa vivencia en su obra?

−Sí, por supuesto que influyó. De hecho tengo algunos cuadros referidos a esa experiencia, en los que sobresale la tendencia de lo abstracto. Estaba en el centro de Bogotá en ese momento y vi todo desde un segundo piso. Había pasado 20 minutos antes por el mismo lugar donde mataron al líder político Jorge Eliécer Gaitán. Ese fue el detonante para que surgiera la violencia. Fue una experiencia impresionante, pues hubo muchos muertos; aún no se sabe la cantidad exacta. Colombia cambió totalmente después de eso.

¿Cuál es la exposición que recuerda con más cariño?

−Todas han sido muy diferentes, pero definitivamente diría que son las dos retrospectivas que hice, una en el Museo de Arte Costarricense y la otra en el Museo del Banco Central. Esta última fue una exposición estupenda, moderna y didáctica. Trabajaron muy bien en el montaje.

¿Cómo combinó su vida artística con la labor docente?

−Definitivamente son dos prácticas que se apoyan mutuamente. La docencia lo obliga a uno a estar siempre al día, estudiando. El arte evoluciona muchísimo y hay que estar enterado de qué se está haciendo para no hacerlo, es decir, para no copiar. Además, con la docencia uno está en permanente contacto y comunicación con los jóvenes. Ellos tienen sus inquietudes y hacen que uno se preocupe y desarrolle temas con mayor profundidad. Seguí pintando, pero hay muchos profesores que, por distintas circunstancias, no han podido realizarse como artistas.

Además de la buena técnica y el talento, ¿qué debe tener un pintor para que su obra trascienda?

−Creo que no basta con el talento. El artista debe tener pasión y un poquito de suerte. Tuve la suerte de que vinieron varias personas del extranjero y se interesaron en lo mío, entre ellas, por ejemplo, el crítico de arte, curador y director del Museo de las Américas en Washington, José Gómez Sicre, quien hizo muchísimo por el arte latinoamericano.

¿Cómo ve el arte local actualmente?

−Está en efervescencia. Ahora hay muchos pintores y escultores, aunque hay algunos que se nombran más que a otros y hay quienes exponen más frecuentemente… es una cuestión de tiempo. Habrá unos que desaparecerán y quedarán los que realmente tienen valor. Hay muchas circunstancias que condicionan las tendencias; a veces depende de qué es lo que le interesa más a los críticos.

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