Novelan crimen de Parmenio

Dos periodistas transformaron el asesinato del comunicador Parmenio Medina Pérez, el 7 de julio del año 2001, en una novela que es una apuesta

La hora del compadre aborda el asesinato del comunicador Parmenio Medina.

Dos periodistas transformaron el asesinato del comunicador Parmenio Medina Pérez, el 7 de julio del año 2001, en una novela que es una apuesta atrevida en pos de contar los hechos que desencadenaron la muerte del creador del programa La Patada.

La hora del compadre se adentra en la vida del comunicador, aunque no lo hace desde el periodismo, sino que le apuesta a las técnicas literarias para narrar lo sucedido ese sábado 7 de julio en que mataron a tiros a Parmenio, luego de que denunciara una serie de irregularidades con Radio María.
Por ser cómplice intelectual del asesinato, el empresario Omar Chaves fue condenado a 35 años de prisión.  Por otro lado, Luis Alberto Aguirre, alias “El Indio”, recibió un castigo de 20 años de cárcel.
El padre Minor Calvo, otro de los acusados, fue absuelto por el crimen, aunque por estafa le impusieron una condena de 15 años. Actualmente está en libertad condicional.
Fiel al estilo de la novela, que se escribió a dos voces, aquí les presentamos una entrevista en la que Otto Vargas y José Alberto Gatgens, intercambian criterios y los comparten con los lectores.

¿Por qué para contar la historia del asesinato de Parmenio eligieron hacer una novela en vez de un reportaje?

Otto: Porque la novela nos permitía llegar más allá. La novela se basa en un hecho real, pero utiliza la ficción para crear una realidad simbólica que gira en torno al homicidio de Parmenio Medina.

– Alberto: La realidad es mucho más compleja de lo que nos presentan los medios de comunicación en un cuarto de página. Los medios informativos nos dicen «la verdad», cómo sucedieron los hechos de esa realidad o verdad.  Pero, como bien sabemos, eso es mentira: la realidad es la suma de las circunstancias internas y externas que rodean a las personas involucradas en una situación determinada.
Por lo tanto, para poder contar una historia más o menos completa, hay que recurrir a la ficción, pues nosotros no podemos saber lo que pensó Parmenio cuando vio al sicario apuntándolo. Y eso que él pensó, es también parte de la realidad, pero como no podíamos acceder a ese instante, decidimos imaginarlo, pues así es posible recrear un evento más rico en detalles. Eso no lo permite el periodismo, pero sí la literatura. Por eso la novela.
 
¿Qué ventajas técnicas hallaron al apostar por dicho género?

Otto: La historia podía ser contada desde el punto de vista de varios personajes. Una feligresa, un amigo de la infancia, un hijo abatido por la muerte de su padre y hasta el propio Parmenio Medina.  Eso nos abría un abanico de posibilidades ilimitadas.

Alberto: Las técnicas de la crónica en profundidad o la crónica del “nuevo periodismo”, como mal se le conoce, tienen la posibilidad de diferentes acercamientos, como lo señalaba Otto, pues esa realidad poliédrica puede ser contada por los mismos personajes.  Esto da a los escritores la posibilidad de meternos en la mente de quienes van a contar su historia para que sean ellos mismos quienes la cuenten. La principal ventaja es que abordamos la realidad desde diferentes ángulos y en segundo término, que da un trabajo más íntimo, pues hay procesos de conciencia.

¿La novela es un género muy personal,¿cómo fue la experiencia de escribirla entre dos personas?

Otto: Fue un reto enorme. Fusionar dos estilos no es sencillo. Empero, la experiencia fue gratificante. Fue muy sano discutir nuestros puntos de vista. El ambiente siempre fue de sumo respeto y de gran profesionalismo. Escribir el libro por escenas, tal como se hace en el lenguaje cinematográfico, facilitó las cosas. Tardamos más de dos años y medio en escribir la obra y darle sus acabados.

 – Alberto: Creo que nos fuimos contaminando del estilo del otro, lo que hizo que los límites del estilo se volvieran más difíciles de encontrar. Eso nos dio satisfacción, pues la gente no sabe qué parte escribió Otto y qué escribí yo, lo que nos indica que hicimos bien el trabajo de entregar un producto de estilo uniforme.

¿En la escritura del libro predominó la técnica literaria, o en la novela, a pesar de ubicarse en el ámbito de la ficción, depende más de la técnica periodística?

Otto: Alguien me dijo, el otro día, que escribir sobre un caso de la vida real mediante la ficción le restaba seriedad al trabajo. Lo sería en caso de que habláramos de un reporte periodístico. Y ese no es el caso de La hora del Compadre. Podría decirse que es una crónica «novelada». Parte de un hecho real, pero ofrece una realidad simbólica. El relato navega por las aguas turbulentas del crimen y se sumerge en la vida del comunicador. Se salpica de la realidad aunque nunca abadona la ficción.

 – Alberto: Mira, José, yo creo que entrar a definir eso es difícil, pues ¿quién dice que los periodistas no hacemos literatura? ¿Las crónicas de José Martí, de Rubén Darío, de Ernest Hemingway, de Martín Caparrós, de Alberto Salcedo, de Tomás Eloy Martínez, de García Márquez, de André Malraux, de Manuel Leguineche, no son productos literarios? Creo que predomina una técnica periodística de crónica del mal llamado” nuevo periodismo”, pero que a la vez es literario,  aunque no tenga ficción.
Es una crónica novelada.

¿Qué balance hay entre realidad y ficción en el libro?

  – Otto: Es un buena pregunta. Uno condimenta al otro. Aquellos que han leído la obra encuentran que los límites se entremezclan. La literatura es magia. La hora del Compadre es una simple aventura literaria.

 – Alberto: Decirle al lector cómo tiene que leer el libro es un error.  Creo que ese lector sacará sus propias conclusiones de qué es una apropiación directa de la realidad o qué es una ficción completa.

En el país se suceden excelentes historias que los diarios apenas esbozan, ¿por qué creen que hay tampoco estímulo para que se publiquen esas historias  desarrolladas en forma de libro?

Otto:   Es una pregunta que me he formulado miles de veces. En Colombia existe una cultura de esa naturaleza. En cuestión de meses, los libros sobre grandes casos abarrotan las librerías y, en su gran mayoría, son trabajos sobrios y excelentes. Considero que ha faltado apoyo y motivación. Lectores abundan.

Alberto: Falta estímulo. Nosotros le quitamos horas al sueño, a los fines de semana, a nuestras novias, a los días feriados para escribir nuestro libro y cuando lo ofrecimos a las editoriales nos rechazaron porque el tema les parecía polémico. Así no hay quién publique. Juntamos cinco por cinco de la publicación, la editamos y la distribuimos nosotros. Con esto quiero decir que no hay estímulo, por lo tanto hay pocas posibilidades de que se publiquen.
Creo que nos menospreciamos y que no nos sentimos en capacidad de poder hacer algo más grande. Además, pocas academias nos forman para enfrentarnos a un trabajo de este tamaño y nos dejan mal formados, para ser reporteros dispuestos a trabajar en una redacción el resto de la vida.
Es una combinación de aspectos: poco estímulo, pocos antecedentes de este tipo de trabajos, mucho periodista poco preparado y los que sí lo están no se deciden a hacerlo (podría ser por miedo o por vagancia).

¿Le ven algún futuro a la “no ficción” en el país?

Otto: Siempre y cuando existan personas que lo hagan con seriedad y pasión, tendremos un futuro promisorio. El público costarricense es generoso. Lo hemos sentido así y nos emociona. Hay mucho por hacer; talentos que esperan una oportunidad para lanzarse al ruedo.

 – Alberto: Yo creo que hay futuro. Y bueno. En estas semanas en que ha salido La hora del Compadre, muchos colegas y futuros colegas se nos han acercado para decirnos que eso es lo que ellos quisieran hacer en verdad.

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