Los “historietistas” Óscar Sierra y Ronald Díaz (Rodincab) se atreven por primera vez a presentar en el país una novela gráfica y lo hacen basados en ocho leyendas costarricenses con un amplio arraigo popular.
Si bien “Leyendas costarricenses” está integrado por ocho relatos contados en forma de historieta, los autores aspiran a que se lea como la primera novela gráfica en el país y del que solo se conoce un antecedente truncado del maestro Hugo Díaz, con un relato gráfico que le hacía al panameño Omar Torrijos.
El libro, ya disponible en la Librería Universitaria (de la Universidad de Costa Rica) y Nueva Década (contiguo a la Municipalidad de Montes de Oca), constituye un documento especial para los amantes del género cómic y de historieta.
La aspiración de los autores, confiesa Sierra -quien es un “barranquillero” que llegó en 1979 a Costa Rica y se quedó en su nuevo país adoptivo-, es llevar a la caricatura al campo educativo y utilizarlo como un recurso en este espacio.
El libro contó con el respaldo de la Fundación Ford, que patrocinó la publicación de 2.000 ejemplares; como hubo que desestimar de forma momentánea mucho material, los autores preparan una edición con el material excluido.
“La Segua”, “El Cadejos”, “La araña Ananci”, “La carreta sin bueyes”, “El tesoro de la isla del Coco”, “El sabanero y el diablo”, “La mona”, “Salir con domingo siete” y “el diablo chingo” son las historias que encontrará el lector. Para ahondar en el libro, Sierra conversó con Universidad.
¿Cómo nace el proyecto de “Leyendas costarricenses”?
-Este proyecto nace en 1984, cuando comienzo a publicar en diciembre de ese año la serie historietada “Mitos y leyendas de Costa Rica”, en los periódicos La Nación y The Tico Times, labor que se extiende a lo largo de 7 años consecutivos. Las muchas cartas que recibí en ese entonces, de parte del público lector, solicitaban la publicación de la serie en un libro. Fue entonces cuando comencé la recopilación del material ya publicado, con el fin de estructurar ese libro. Años más tarde, con la incorporación del colega Ronald Díaz a La Pluma Comic, el proyecto se amplía con las leyendas guanacastecas que este historietista publica en forma de libro en el año 2005. La idea de realizar las leyendas nacionales, en formato de secuencia gráfica, obedece a los fines de La Pluma Comic, de utilizar la historieta como un recurso cultural y educativo.
¿Desde cuándo está en circulación el libro?
-Recién salió de la imprenta hace dos semanas y estamos en el proceso de distribución en las librerías más importantes. Por ahora solo se consigue en Librería Universitaria y Nueva Década.
Las leyendas son, desde luego, historias independientes; sin embargo, llama la atención que denominen el libro como «Novela gráfica». En ese sentido, ¿qué persiguen con tal denominación?
-El término novela gráfica fue inventado por el historietista norteamericano Will Eisneir y alude a un tipo de narrativa gráfica, que busca expresarse en un nivel más alto del que lo hace el cómic convencional, tanto en su contenido literario como en el gráfico, al enfocar los temas con rigor y seriedad documental, al aportar al público lector conocimientos puntuales sobre determinados temas más allá del simple objetivo lúdico que poseen las historietas comunes y corrientes.
Aseguran, en el diálogo de los autores, que este libro es la primera novela gráfica que se publica en el país. ¿Hay algún antecedente incompleto que conozcan?
-El único antecedente que conocemos en este sentido fue un trabajo en secuencia gráfica que hizo el maestro Hugo Díaz Jiménez, sobre la vida del general panameño Omar Torrijos y que fue interrumpido con la invasión de Panamá por parte del ejército norteamericano en diciembre del año 1989.
Con base en su vasta experiencia, ¿cuál es el mayor, o los mayores, atractivos, que ofrece el lenguaje del cómic para el lector?
-La historieta utiliza un lenguaje audiovisual que lo acercan mucho al cine y al vídeo, cuyos códigos gráficos no solo son fácilmente captados y asimilados por el grueso de la población, niños y jóvenes especialmente, sino que atrapan el interés del lector de una manera emotiva y bastante entusiasta. De hecho, y pese a ser un lenguaje híbrido entre los textos, la imagen, las onomatopeyas y las alegorías visuales, muchas veces la historieta, para cumplir con su cometido narrativo, prescinde totalmente del texto y se basa en la pura imagen secuenciada.
¿Qué aspectos influyeron para que escogieran las historias que aparecen en el libro y no otras que también tienen su tradición en el país?
-Para este libro tuvimos que escoger cuidadosamente las ocho leyendas que lo conformarían, de forma tal que pudieran ser representativas de todas la regiones del país: Guanacaste, Valle Central, Limón y Puntarenas. El material que quedó por fuera y que era igual de excelente, lo hemos reservado para un segundo volumen que pensamos publicar más adelante.
Háblenos sobre la investigación del material para las historias. ¿Cuánto tiempo de trabajo les llevó?
-En mi caso llevo investigando sobre las leyendas costarricenses, de América Latina y mundiales, desde hace más de 30 años. Como producto de esta investigación me he ido haciendo de una gran biblioteca sobre el tema, así como de una rica base de datos conformada por recortes de periódicos, artículos de revistas e incluso videos y entrevistas grabadas que le he hecho a folcloristas y ancianos campesinos que guardan la memoria de las leyendas y tradiciones de antaño. En el caso de Ronald, él se ha apoyado en el trabajo de investigación de los folcloristas y escritores de la región de Guanacaste. Otras de sus fuentes de información han sido las largas sesiones de tertulias que ha mantenido con ancianos campesinos de su región.
Hasta ahora, ¿cómo han percibido la respuesta de los lectores a su novela?
-La respuesta ha ido mas allá de lo esperado por nosotros, ya que la obra logra despertar el interés no solo de personas doctas y de un cierto nivel cultural (como profesionales y profesores universitarios), sino de la gente más humilde, que ve en esta obra una remembranza de las leyendas que escucharon de los abuelos cuando eran niños, así como también un valioso material educativo que podría ayudar a sus hijos en algunas de sus tareas escolares.