Víctor Hugo Rascón: El arte es base de libertad de expresión

El dramaturgo mexicano Víctor Hugo Rascón visitó Costa Rica y compartió su pensamiento en una conferencia. Luego de superar la leucemia, Rascón Banda

El dramaturgo mexicano Víctor Hugo Rascón visitó Costa Rica y compartió su pensamiento en una conferencia.


Luego de superar la leucemia, Rascón Banda decidió dedicarse exclusivamente al teatro. / Foto: Ana Muñoz

A propósito de la puesta en escena de su pieza «La Malinche», el dramaturgo mexicano Víctor Hugo Rascón Banda visitó nuestro país y asistió a un montaje especial de «Mujeres que beben vodka», además del de la mencionada pieza.

Rascón aprovechó su visita para impartir la conferencia «Literatura, cultura y sociedad», en el Teatro de Bellas Artes, en la UCR.

Con La Malinche ya son ocho las piezas de Rascón Banda que se presentan en nuestro país, entre las que destacan Contrabando, La Mujer que cayó del cielo y Mujeres que beben Vodka.

Hace un año, en mayo del 2004, el dramaturgo puso fin a un año y medio de lucha contra una agresiva leucemia, que le debatió entre la vida y la muerte.


En su conferencia, la cual tuvo lugar el 28 de mayo, Rascón comenzó por explicar que el arte es una creación colectiva, que es tradición pues recoge lo que viene de atrás.

«El arte es la base de la libertad de expresión y la diversidad cultural. En este siglo las amenazas contra la libertad de creación ya no son religiosas o políticas como en el pasado, sino que son económicas. Así, someter la creación a las reglas del mercado es mutilarla», expresó.

Rascón, quien hasta el advenimiento de su enfermedad ejerció la abogacía, explicó que el desarrollo cultural guarda una relación íntima con la defensa de la soberanía, según el contexto del tratado de libre comercio que su país firmó con Estados Unidos y Canadá (NAFTA, por sus siglas en inglés). En ese marco, puso el ejemplo de la apertura de un local de una cadena de abarrotes norteamericana en Cuernavaca, la cual destruyó recursos naturales, patrimonio arquitectónico y acabó con el mercado tradicional del lugar.

Especificó que el quehacer cultural no se puede separar del proceso educativo ni económico, pues la cultura tiene un impacto en el producto interno bruto (PIB) de los países.

IDENTIDAD

Siempre en el tema de la importancia de la identidad cultural, el escritor manifestó que las lenguas son «especies vivas, las palabras viven, mueren, nacen, renacen, pierden sentido y ganan otros significados. Hay que proteger la diversidad de lenguas contra la dominación de una sola».

No dudó en denunciar que «el inglés es una amenaza de muerte que existe sobre el mundo. Hay partidarios que lo defienden aduciendo que Estados Unidos es una democracia, donde muchos quieren vivir, que es una lengua práctica, portadora de modernidad y que seduce a la juventud pues la pone a cantar y bailar».

Sobre la importancia de la diversidad cultural y las lenguas, señaló que «a la llegada de los españoles a lo que hoy es México, se hablaban 170 lenguas fijas, a finales del siglo XIX ya solamente quedaban alrededor de cien. En la actualidad hay lenguas que  por el bajo número de hablantes que tienen, está encima la amenaza de su extinción. Cuando una lengua muere, muere una visión del mundo, una concepción del universo. Cuando una lengua muere, una parte de la humanidad también muere con ella», expresó.

Sobre el tema de la lectura, Rascón Banda recordó que hay una realidad social donde leer y escribir se ven como una pérdida de tiempo o una cosa de ocio.

«En México hay un decreto del Presidente Fox para que sea un país de lectores. Nada más temible en el ejercicio de la lectura, que tener que leer, porque eso equipara a que la lectura es una obligación engorrosa», explicó.

Para él, la esencia de la lectura es «poder hablar con personajes de otros tiempos».

«El arte es participación. ¿Por qué escriben los escritores? Ya hemos escuchado a García Márquez decir que ‘escribo para que me quieran’ y a Vargas Llosa decir que escribe para expulsar sus demonios, hay quien escribe con el único propósito de ganarse la vida, sin atender preocupaciones artísticas. Yo escribo por indignación, porque es la única manera de sublimar el nudo en la garganta», manifestó.

Sobre el tema del compromiso artístico Rascón recordó que «algunos dicen que el escritor no tiene más compromiso que con la palabra, que ya es bastante. Yo agregaría que somos parte de una sociedad, tenemos también que opinar, no nos podemos quedar en una torre de marfil».

«El teatro es lo mío»

Luego de la conferencia, el escritor mexicano conversó brevemente con UNIVERSIDAD:

Usted dijo que el teatro es el amante más exigente, ¿a partir de qué momento en su vida se vio seducido por este amante?

-Desde la escuela primaria. Yo provengo de un pueblo minero por Chihuahua. El programa educativo en esa época incluía una materia de teatro llamada Dramatización. En el colegio formé parte de un grupo de teatro, pero aún no escribía nada. Mis primeras obras las escribí cuando ingresé a la carrera de leyes. Eran piezas jurídicas basadas en lo que estudiaba de las diferentes especialidades del derecho. En ese momento dije «el teatro es lo mío», decidí que iba a vivir haciendo teatro aunque viviera del derecho.

En la escuela, ¿era el teatro como un juego?

– Sí. Representábamos las escenas ante los demás y eran diálogos cómicos. Así se le perdía el miedo al teatro y a las palabras. En ese pueblo yo no pude ser vaquero, ni minero, ni abigeo, ni asesino. No pude ser nada porque no tenía las facultades físicas, entonces me refugié en la lectura. Había una materia que se llamaba Composición desde el primer grado, donde componíamos un relato al día todos los niños.

¿Por qué los sistemas educativos tanto en Costa Rica como en México tratan de inculcar la literatura o cualquier disciplina artística de manera coercitiva, no como un juego?

– En todo América Latina y el mundo están desapareciendo las materias artísticas y humanísticas de los programas de estudio, para privilegiar las materias informativas y cuantitativas. Se pide que el niño memorice, no que sienta; se pide que cuente, sume y multiplique, no que sueñe; o sea, los programas no buscan formar seres humanos plenos, sino para formar máquinas de pensamiento. En las universidades de México desaparecen las carreras de letras, de filosofía, de teatro, por privilegiar las ingenierías, la informática y la contaduría. Es una tendencia global provocada por las doctrinas neoliberales económicas, que privilegian las cosas como productos mercantiles, pero la literatura y el arte primero son cultura, después mercancía.

Creo que esto no puede seguir así, no podemos seguir formando robots que sólo cuentan, tenemos que formar seres humanos que sientan.

Lo que plantea La Malinche, el entreguismo a una potencia extranjera, es común a todos los países latinoamericanos, sin embargo, la especificidad de la historia es profundamente mexicana, ¿cómo asume ventilar esa parte de la historia mexicana internacionalmente?

– La Malinche es un símbolo de América Latina, de la conquista europea. Ahora hay una conquista nueva, la de Estados Unidos sobre nuestros países. La Malinche es un pretexto para hablar de la conquista norteamericana por la economía, que domina nuestra vida nacional desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego.

Lo central de la obra es cómo nos enfrentamos ahora a una sociedad de entretenimiento; ahora hay una conquista también espiritual, así como desaparecieron los dioses antiguos por la represión europea, así también ahora llega un dios nuevo que es el dólar, los tratados de libre comercio.

¿Qué vislumbra para América Latina si todos nos embarcamos en un TLC, o el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA)?

– Creo que los países deben tomar el ejemplo de México, lo que nos ha sucedido, para que no entre la cultura en el TLC. Que en un tratado así sólo entre la exportación e importación de mercadería. La cultura y la identidad nacional de los países no deben entrar, pues los países se van a avasallar. Hoy en México ni legislar se puede, pues Estados Unidos tiene poder de decisión.

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