Bases en Colombia garantizan control geopolítico para EE.UU.

La decisión del gobierno colombiano de negociar un aumento de la presencia militar norteamericana en el país ha despertado inquietud en América del Sur

El incremento de la presencia militar de Estados Unidos en Colombia ha despertado inquietud en los gobiernos de América del Sur.

La decisión del gobierno colombiano de negociar un aumento de la presencia militar norteamericana en el país ha despertado inquietud en América del Sur y concentró la atención de los mandatarios reunidos la semana pasada en Quito, en la cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que agrupa a doce países.

Las negociaciones para la ampliación de esa presencia militar podrían estar cerradas el fin de semana (15 y 16 de agosto), dijo el comandante de las fuerzas militares colombianas, general Freddy Padilla, en Palanquero, una de las bases que usarán los esadounidenses.
«Los términos de la negociación ya han sido acordados en casi un 99% y contemplan una inversión de $46 millones en obras de adecuación de esta sola base», dijo el general. Las cifras dan una idea de la importancia de los cambios que se están programando.
Colombia consideró un “éxito” que la declaración final de la reunión no haya condenado el incremento de la presencia militar norteamericana en su país. Pero, en cambio, se acogió la propuesta del presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, de celebrar una cumbre extraordinaria sobre ese tema.
Según el ministro de Defensa de Ecuador, Javier Ponce, el presidente Álvaro Uribe no convenció a los países sudamericanos y debe explicar aún una decisión «llena de ambigüedad» como es la de negociar con Washington el uso de bases militares colombianas.
Dirigiéndose al presidente ecuatoriano, que asumió también la presidencia de UNASUR, Lula le dijo: «Tú Rafael, como presidente de UNASUR, deberías pensar en la posibilidad de invitar al presidente Barack Obama, para una reunión profunda sobre la relación de EEUU con los países de América Latina…
Sin embargo, la presencia de Obama en esa reunión no se ha confirmado.

POLÉMICA

El asunto será tratado por los países que integran UNASUR  en una reunión extraordinaria que se celebrará el 28 de agosto en la ciudad argentina de Bariloche.
El presidente colombiano, Álvaro Uribe, que no asistió a la cumbre de Quito el 10 de agosto pasado, confirmó su asistencia a la cita de Bariloche. Después de haber intentado condicionar esa asistencia a un cambio en la agenda, Uribe parece haber confirmado su participación sin condición alguna, según información dada a conocer por el diario Clarín, de Buenos Aires.
La preocupación por el aumento de la presencia militar norteamericana en la zona se explica por los alcances estratégicos de la medida, que van mucho más allá del conflicto interno colombiano.
Uno de los más respetados especialista en la política exterior y las relaciones internacionales de Brasil, Luis Alberto Moniz Bandeira, descartó, en entrevista reciente, que esa presencia responda a los cambios políticos ocurridos en la región.
“No creo que ese despliegue de las bases militares de Estados Unidos en Colombia sea a causa del surgimiento de gobiernos progresistas. Estos no amenazan la seguridad de los Estados Unidos. Venezuela sigue suministrando cerca de 15% del petróleo diario consumido en los Estados Unidos. Eso es lo que importa”, dijo el analista brasileño.
“El objetivo del despliegue de las bases en Colombia es estratégico y se conjuga con la restauración de la IV Flota en el Atlántico Sur”, agregó. “Eso permite a los Estados Unidos ampliar su presencia en la región y asegurar el control de sus recursos naturales, como, por ejemplo, el agua y el petróleo. América del Sur queda así cercada y, consecuentemente la capacidad militar Brasil – como ha señalado el profesor argentino Juan Gabriel Tokatlian -, es restringida por los Estados Unidos, buscando proyectar su poder en la Amazonía”.
Es importante señalar, añadió, “que la instalación y ampliación de las bases militares en Colombia, avanzando sobre la Amazonia, sucede al despliegue de la IV Flota en el Atlántico Sur, al margen de las fronteras marítimas de Brasil, donde Petrobras ha descubierto enormes reservas de petróleo en aguas profundas, entre los Estados de Espíritu Santo y Santa Catarina”.
El político peruano, exdiputado, Javier Diez Canseco, emitió una opinión similar.
La decisión colombiana de abrir siete bases militares (aéreas, terrestres y navales) a la presencia militar directa de las fuerzas militares de EE.UU. y bajo la conducción del Comando Sur, no es una necesidad frente a unas FARC fuertemente golpeadas y desarticuladas”, estimó. Se trata, agregó, de “un tema geopolítico: parte de un plan norteamericano más amplio, en marcha desde los 90, que busca derrotar el proceso de cambios y transformaciones en curso en América Latina desde fines de los 90 y marcadamente durante este siglo”.
“La decisión de Uribe va más allá de amenazar a Venezuela y Ecuador. Es un mensaje y amenaza a Brasil, verdadera potencia sudamericana que ha sido motor del grupo BRIC y el grupo de los 20 a nivel mundial, que ha mantenido una autonomía frente a los EEUU”, destacó el político peruano.

EL DEBATE EN COLOMBIA

Colombia ha justificado su decisión con el argumento de que no va a ceder ninguna base militar a Estados Unidos. Apoyada por los sectores más conservadores en la región, ha tratado de reducir el problema a un malentendido.
«No se trata de ceder ninguna de nuestras bases: la bandera y la soberanía en esas instalaciones seguirá siendo colombiana, los comandantes serán colombianos y las operaciones que se realizarán corresponden a los intereses de Colombia. Vamos a seguir combatiendo al narcotráfico y al terrorismo y esto no debería preocupar a otros gobiernos de la región”, dijo el general Freddy Padilla.
Pero las operaciones militares colombianas están cada vez más en manos, no solo de militares norteamericanos, sino que dependen, en gran medida, de los enormes recursos con los que Estados Unidos financia estas operaciones.  En el marco del “Plan Colombia”, solo este año, se acerca a los 600 millones de dólares. Con ese dinero, se ha privatizado la guerra, cuyas operaciones, sobre todo de inteligencia, se realizan por contratistas privados norteamericanos. Pero no solo norteamericanos, como lo demostró el accidente sufrido el 20 de julio pasado por uno de los 13 cazabombarderos Kfir, de la versión más moderna, comprada por Colombia a Israel, y que era tripulado por dos pilotos israelíes.
La posición de Colombia fue explicada por Uribe, en una gira que realizó por siete países de América Latina, en víspera de la cumbre que UNASUR celebró en Quito, con ocasión de la toma de posesión del presidente Rafael Correa.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) terciaron también en esa polémica. Su principal dirigente, Alfonso Cano, en una entrevista publicada la semana pasada, en la que reiteró su disposición de negociar una salida al conflicto político, negó que su organización esté pasando por una crisis interna.
«Si la situación de las FARC fuese de crisis, el presidente no habría invitado a los gringos a escalar su invasión”, aseguró.
«Una salida civilizada al conflicto no puede depender de la voluntad de una persona por poderosa que sea. Así que, independientemente de quien ocupe la presidencia, persistiremos en buscar salidas políticas al conflicto», dijo Cano.
Ante las presiones de sus vecinos, la analistas Sandra Borda Guzmán , de la Universidad de Los Andes, estimó que “el riesgo que plantean propuestas como la de Lula, de Chávez y de Correa es que Colombia se margine aún más del escenario regional y de UNASUR, y envalentonada por el apoyo estadounidense, se radicalice aún más en sus posiciones”.

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