Años y años de engaños

Como explica Karl Popper, la justificación de la mentira política se remonta a Platón, quien, como padre intelectual del totalitarismo, animó no solo a

Como explica Karl Popper, la justificación de la mentira política se remonta a Platón, quien, como padre intelectual del totalitarismo, animó no solo a Hitler sino a los comunistas y a todo tirano. Platón dice que el filósofo ama la verdad, pero él mismo no dice la verdad al declarar esto, porque por otro lado dice que el gobernante –que debe ser un filósofo- debe recurrir a mentiras y engaños por el “bien” del pueblo.

 Decía Hitler que «alguna parte de hasta la mentira más insolente siempre se les pegará a las masas». El medio para lograrlo era «una propaganda hábil y perseverante, con la cual hasta el cielo puede presentársele como el infierno al pueblo y también la vida más miserable puede presentarse como un paraíso».

Fidel Castro no se quedó atrás como mentiroso, pues en su visita a Estados Unidos tres meses después de tomar el poder, declaró: “He dicho en forma clara y definitiva que no somos comunistas”. Cuando llegó al poder en enero de 1959, como si estuviera extenuado, con voz débil, casi quejumbrosa, con la cabeza hundida entre los hombros y humildad de benedictino, Castro dijo que no actuaba por ambición personal y que su intención era retirarse en cuanto el país se hubiera pacificado: “Sinceramente –dijo-, no creo que mi presencia sea imprescindible”. ¡Pero lleva más de 50 años en el poder! Fidel era un magnífico mentiroso, un actor sin par.

A medida que algún político se vuelve más poderoso, llega a creer que todo lo que dice es verdad simplemente porque él lo dice. La verdad es su sirviente, no su amo. La clave del éxito de estas personas está en su autoengaño -creen en las mentiras que dicen-. Eso transmite una fuerte sensación de convicción y hace que la gente incauta confíe en ellos.

Es excelente la teoría de Robert Trivers sobre el autoengaño: ocultar la verdad a la mente consciente es la mejor forma de ocultarla a los demás. Los ojos bajos, las palmas de las manos sudorosas y la voz ronca pueden indicar el estrés que acompaña al conocimiento consciente del intento de engaño; pero cuando llega a ser inconsciente de su engaño, el mentiroso oculta esos signos al observador. Así puede mentir sin el nerviosismo que acompaña al engaño.

Una primera táctica para promover un programa estatal injusto y despilfarrador es bautizarlo como algo a lo que es imposible oponerse, como “proveer seguridad económica”, “evitar la dependencia en los adultos mayores”, “protección de la niñez” o “protección del trabajador”. Mediante esfuerzos masivos, los propagandistas estatales usan un lenguaje engañoso, oscuro o eufemístico, según les convenga. Otro ejemplo es cuando el político llama “medidas para reducir el déficit fiscal” o “reforma tributaria” a los aumentos de impuestos.

En una elección es importante estar consciente de La Mentira. La Mentira es: “Le daré lo que usted quiera y haré que otra persona pague su costo”.

Pero tenga mucho cuidado con el engaño de quien se disfraza como crítico del Estado,  alegando que este no gasta suficiente dinero para “solucionar” problemas imaginarios. Ese glorificador del Estado –siempre subvencionado por este- es en realidad un crítico de planta, un impostor.

Tantos engaños pueden formar un círculo vicioso. Por ejemplo, para tratar de protegerse contra las persecuciones en China comunista, la nación entera se deslizó hacia el doble discurso (doublespeak) descrito por Orwell en su obra 1984. Las palabras se divorciaban de la realidad y de los verdaderos pensamientos de la gente. Las mentiras se decían con facilidad, porque las palabras habían perdido su significado –y habían dejado de ser tomadas en serio por otras personas-.

 Si es posible, los engaños deben ridiculizarse como lo hizo George Bernard Shaw, quien ante la   propaganda que apelaba al nacionalismo,  lo definía como la convicción de que el país de uno es superior a todos los demás, solo por el hecho de que uno nació ahí. No es un argumento decir que  un ideal equivocado o malintencionado deja de serlo porque lo concibió un compatriota.

Es decir, hay que retar al cuasimonopolio ideológico que ha predominado durante tantos años y años de engaños, plantear los temas que nadie quiere plantear, preguntar lo que nadie pregunta, presentar lo que falta para entender los contextos, poner en la agenda pública valores y objetivos muy diferentes de los existentes. El fin es derrumbar la muralla diaria de mentiras y medias verdades que nos asfixian. 

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