Crisis de credibilidad

La actual crisis económica mundial parece que va para rato, sin tener  indicios de dar alguna tregua. Mientras tanto, los gurús económicos siguen haciendo

La actual crisis económica mundial parece que va para rato, sin tener  indicios de dar alguna tregua. Mientras tanto, los gurús económicos siguen haciendo sus cábalas,  apostando en un principio ciegamente  por la austeridad.

Pero llevar a los ciudadanos al límite, para obtener resultados hasta hoy poco alentadores, ha demostrado que la faja no se puede socar hasta ahogar, a quienes están haciendo a lo mejor “injustamente”, su mayor sacrificio.

En Europa, la elección de  Francois Hollande, quizás ha sido el primer aviso, ante la firmeza  de la Sra. Angela Merkel, de que las cosas no pueden continuar igual.

La novedad actual es que lo que se practicó en el pasado, especialmente en Latinoamérica, Asia y el África con tanta frialdad, hoy se debe aplicar en el corazón de algunas de las grandes economías de Occidente, y es aquí donde las cosas comienzan a no encajar. Porque mientras en las últimas décadas, los países ricos vieron casi insensibles: las cacerolas en Suramérica, la hiperinflación en Brasil, una “oportunidad de negocios” en el colapso y miseria de los ciudadanos de la otrora URSS, la inmigración descontrolada de cientos de desesperados alrededor del mundo, y otras tristezas más, prefirieron seguir exigiendo medidas muy duras, pero “incuestionablemente necesarias”. No deberíamos olvidar con tanta ligereza, los malogrados programas de ajuste estructural en nuestra región. En algún momento, países asfixiados expresaron a través de sus líderes, su disconformidad con las medidas y ajustes exigidos, que  prácticamente atentaban contra su soberanía, recibiendo todos por respuesta, el mismo argumento de siempre: Los estados son por definición ineficientes, hay que reducir su tamaño, la mayor parte de los funcionarios públicos son corruptos, o que era imperativo vender las empresas públicas eficientes, para darles  oportunidad de negocios a los que “sí saben” porque las que no lo eran, nadie las privatizó a menos que prácticamente se “regalaran”. Ahora bien: lo particular de la crisis actual, esta   no es exclusivamente el producto de gobiernos ineficientes, sindicatos irracionales, o ciudadanos perezosos y poco productivos. La de hoy es una crisis que se comienza a gestar con los amigos en las grandes bolsas de valores, inventando instrumentos financieros a la libre, que aún hoy pocos entienden. Los bancos fomentando las hipotecas basura, los más importantes ¡hoy sabemos!, poniéndose de acuerdo para manipular tasas de intereses, las agencias calificadoras de riesgo convertidas en “un riesgo”, la desregulación venerada como el caballo de batalla del progreso, y la corrupción en los negocios y en el diario vivir como algo ¡normal! Porque al fin y al cabo, eran  cosas privadas, y si son privadas “no hay nada”! El lobby, el tráfico de influencias, los intereses ocultos, y alguna prensa influyente, cómplice de callar todo cuando ideológicamente le convenía a sus intereses. En fin, una terrible crisis de credibilidad en todos los niveles, que finalmente desembocó en un caos mundial. Pero cuando explotó, fue el  mismo Estado complaciente y negligente, que durante años se hizo de la vista gorda con sus deberes, el llamado a acudir al rescate: nacionalizar las pérdidas y a los bancos, salvar grandes empresas, y buscar cómo crear nueva legislación que protegiera a los más vulnerables. Algo así como desandar lo andado, pero sacrificando al ciudadano de a pie, por una crisis en la que no tenía tanta vela. Porque   si tomáramos como ejemplo a la tan vilipendiada Europa del Sur, los griegos no son tan vagos, ni mintieron tanto como se los pinta. Fueron más bien sus empresarios-políticos quienes lo hicieron, y lideraron al país hacia el caos durante décadas. O acaso nadie sabe que en la eurozona gozan de más feriados ¡los finlandeses!, y de mayores beneficios! los Franceses! Tampoco los españoles estaban tan aficionados a la siesta como se cree. Fueron sus empresarios-políticos los que desmantelaron el Estado, dizque para hacerlo eficiente, montando un lucrativo negocio ladrillero irresponsable, que fomentó la inmigración de miles de personas poco o nada calificados, y catapultó las ganancias de ciertos bancos, en lugar de invertir durante “la bonanza” en: tecnología, investigación o reformar su sistema educativo, considerado cuidado y si no, el más malo y poco productivo en términos de innovación en  Europa, lo cual se refleja claramente, en el mayor porcentaje de profesionales jóvenes a la deriva en el viejo continente. Y si hablamos de la bella Italia, el único país del atribulado Sur Europeo tecnológicamente e industrialmente altísimamente  desarrollado, solo basta mencionar las tramas corruptoras para entender sus problemas. En la turbulencia actual seguimos buscando soluciones y respuestas, pero quizás  estemos confirmando lo que ya nos había advertido  alguna vez el poeta Octavio Paz:

“La enfermedad de Occidente, más que social y económica es moral”.

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