Resulta al menos intrigante que un país que dirige una parte significativa de su presupuesto público a la educación tolere ser sistemática y groseramente desinformado por su más masivo medio escrito periodístico, La Nación S.A. La falsificación y el sesgo de información no se limitan a asuntos locales (cuestión de alguna manera explicable porque, en ausencia de partidos, La Nación comparte con Federico Malavassi el sentimiento de ser el principal, mejor, único, actor político del país) sino que se extiende, de manera cómica aunque enfermiza, al campo internacional.
El 22 de abril recién pasado el editorial del periódico dio su versión sobre la expulsión (los ecuatorianos dicen que constitucional) de Lucio Gutiérrez de la presidencia de Ecuador. El editorial afirma que Gutiérrez fue derrocado por ser un gobernante “populista” con un estilo político “muy extendido que le ha hecho grave daño a América Latina en los últimos lustros”. Lo asocia con el gobierno del presidente Hugo Chávez (para La Nación simplemente “Chávez”) en Venezuela y lo caracteriza como una “mezcla de populismo y militarismo de izquierda”. Curiosamente, el mismo día su página 24A (cable de EFE) afirma que Gutiérrez fue destituido por una agresiva movilización ciudadana y popular que caracterizó su gobierno como un modelo “asentado sobre la injusticia, la codicia, sobre el maltrato a un pueblo”. Uno de sus dirigentes, del tipo que odia La Nación, , un exsacerdote (honesto el hombre) del Grupo de Movimientos Sociales, apareció declarando: “… caerán los presidentes que caigan, hasta que escuchen la voz del pueblo”. Allá la voz del pueblo exige justicia, educación, salud y trabajo. Un nítido programa de demandas “populistas”, o chavista, según los criterios del periódico. Pero revelador también de que el editorialista de La Nación S.A. ni siquiera lee el cable que selecciona y edita. Si lo lee, no lo entiende. O si lo entiende, opta por ignorar la realidad. Una opinión sana es que un editor con esos rasgos (y tiene otros más periodísticamente fétidos) debería irse. Con prestaciones y hasta con aplausos y llantos fingidos, pero ¡fuera! Como Gutiérrez. Y debería acompañarlo el director (?).’
Un candidato local a la presidencia declaró que “Costa Rica no es Ecuador”. En efecto, no lo es. Ecuador es políticamente un país interesante. Logró construir durante la década de los noventas una articulación de fuerzas sociales (con eje agrario e indígena pero con resonancia urbana y mestiza) que si bien todavía no logra administrar un proyecto-de-nación ha expulsado a tres presidentes por incapaces, ladrones, antipueblo y serviles del dólar y de Estados Unidos. El ‘populista’ Gutiérrez precisamente determinó a Ecuador como “el mejor aliado de Estados Unidos”. Esto no despertó exactamente aplausos en el Ecuador sano que se desea internacionalmente digno y respeta a los poderosos, pero no les besa hediondeces ni tampoco idolatra los “buenos negocios” que empobrecen a muchos.
En efecto, Ecuador no es Costa Rica. No tiene por qué serlo. Por fortuna.