La CCSS incorporó desde la década de los años cuarenta la medicina alopática como principal práctica institucional. Esta concepción desde luego no es totalmente negativa, pues nadie puede negar tantos progresos científicos y aplicaciones terapéuticas, sobre todo para el tratamiento de ciertas enfermedades, como por ejemplo, la corrección de algunas deficiencias coronarias (el bypass); la evolución de la radiología con sus muchas aplicaciones, entre ellas el ultrasonido, la resonancia magnética; las válvulas para corregir problemas de hidrocefalia, etc,).
Sin rechazar a priori el valor que pueda tener esta concepción de la medicina, también existe otra visión de la salud, que ha sido negada. Me refiero a la medicina holística, la cual ofrece alternativas de curación menos riesgosas y menos costosas. Estas terapias utilizan métodos que atienden a la enfermedad no solo desde el punto de vista fisiológico, sino que integran el tratamiento de la mente y de la psique para mejorar el cuerpo y el espíritu como una unidad indisoluble. Desgraciadamente, por razones culturales estas terapias fueron desplazadas en Occidente y si algunas de ellas han sobrevivido, ha sido porque sus raíces son milenarias. Me refiero a técnicas como la hipnosis, la pranoterapia, la medicina homeopática, la medicina naturalista, etc.
El acceso a la salud pública significa que los usuarios del servicio deben someterse a esta medicina única, sin que se brinde la oportunidad de otra alternativa, con lo cual se irrespetan las convicciones sobre el significado de la vida humana y de la salud. Esto desde luego pone en el tapete problemas constitucionales. Efectivamente, la Constitución política no habla de la medicina alopática, sino que esta fue impuesta por las acciones de los políticos, por la tradición positivista de la ciencia y la educación arraigada desde el siglo XIX y por la presencia de aquellas redes de distribución del poder. Sin embargo, como individuos libres y con derecho al desarrollo pleno se nos niega el acceso a otras alternativas terapéuticas, algunas de las cuales resultan a veces más eficaces y menos costosas. Este problema constitucional habrá que solucionarlo en algún momento en la Sala Constitucional, para que se obligue a la CCSS a brindar otro tipo de terapias y no solo las que están tuteladas por el Colegio de Médicos y Cirujanos.
Lo anterior significaría que la CCSS debería abrir otras formas de tratamiento, para lo cual debe incorporar plenamente y con el mismo rango de la medicina tradicional, otras profesiones como la Psicología, la Nutrición, la Homeopatía, etc..El derecho a la salud debe ser redefinido en Costa Rica, se deben modificar leyes que obstaculizan esta medicina alternativa, entre ellas las del Colegio de Médicos y Cirujanos que es una muralla a estos cambios. Se deben reformar los sistemas educativos para que la respuesta a la enfermedad no sea únicamente desde la respuesta clínica sino de otras alternativas que responden a un modelo de salud integral y humanístico, donde el paciente sea el centro del proceso curativo y no al revés, como ocurre en la actualidad, donde el médico o el burócrata son los ejes centrales del aparato estatal. Un cambio de paradigma como el propuesto significa incorporar al sistema educativo en todos sus ciclos, donde la salud física y mental sean tan importantes como los símbolos patrios que nos enseñan desde las primeras clases.
Un cambio de esta magnitud le ahorraría al Estado miles de millones de colones y lograríamos una sociedad más sana tanto física como psicológicamente, con lo cual es probable reduciríamos otros problemas como la violencia. Pero, ¿podrán nuestros dirigentes políticos y burócratas dar este paso?
*Catedrático UCR