El país en serio

Incumplido todavía su primer año de gobierno voces diversas se crispan para condenar el estilo ocurrente de Abel Pacheco. No lo consideran agudo, sino

Incumplido todavía su primer año de gobierno voces diversas se crispan para condenar el estilo ocurrente de Abel Pacheco. No lo consideran agudo, sino abufonado. Más chocarrero que chistoso. No ven su modo apropiado para un presidente de Costa Rica. Un politólogo lo determinó como protagonista de un «país de opereta» (LN, 12/02/03). Su círculo político le pidió, hace poco, cerrar la boca. Desde antes,  con motivaciones más venezolanas, Julio Rodríguez sentenció «El país no puede seguir con este estilo de gobernar» (En Vela, 09/12/02). Más cerca, otro funcionario de La Nación S.A., hizo del joropo predicción: «… es difícil que nuestro país aguante ser gobernado tres años más a punta de ocurrencias» (LN, 12/02/03). Como se advierte, palos y deslegitimaciones.

Suele ocurrir con los cómicos, sin embargo, que sus detractores tienen otros ídolos. Quien resiente burdo a Cantinflas, adora la sutileza de Jerry Lewis. El que se aburre con Seinfeld tiene una videoteca de Clavillazo. Se rechaza al nuevo comediante porque hace perder brillo a los que se admira. No se aprecia a Sandrini después de reír con Bob Hope.

Por ejemplo, qué más cómico (el país entero aplaudió de pie) que un presidente que inicia su gestión subiéndose desmesuradamente el salario (y el de su ministro de Hacienda) aduciendo que el previo no era digno de sus calidades. ¡Esa fue buena chanza! Y qué agregar cuando el mismo, ante el fervor colectivo, ‘obsequia’ la presidencia por una velada a una compañera de equipo como «regalo de bodas». Ni Tin Tan y su carnal Marcelo lograron erizar públicos con las carcajadas e hipos que saludaron estas ocurrencias. Y la ciudadanía no se enteró que el mismo bromista, invitado a inaugurar magistralmente un programa universitario, llegó acompañado de su hijo a quien cedió la mayor parte del tiempo destinado para su comicidad. ¡Chascos que la gente ignora y que le darían tantas gratificaciones en tiempo de penurias!

Y el presidente que se colgó de Guimaraes y de la Sele para ganar puntos en los sondeos de opinión y se exhibió planetariamente con sus agüizotes. Ese sketch bizarro le significó una oferta de Don Francisco que el bufo, con humildad, rechazó. «Me debo a mi pueblo», dijo, mientras el auditorio moría de risa. Y es que el hombre, como Buster Keaton, tenía su estilo.

Y el éxito del chiste del pacto de «los hijos de los caudillos». Aún provoca explosiones en bares y gasolineras. El pacto se considera antecedente del Manicomio de la Risa. Y eso que el número se montó después que uno de los juniors, nada más entrando, reconfiguró el organigrama de gobierno, definió nuevos flujos de competencias y autoridades… e inmediatamente olvidó todo e improvisó. Laurel y Hardy jamás lograron conmover con un acto semejante. Y cuando apagó la luz y creó las generadoras privadas de electricidad. El país todavía se estremece de risa. Con ese número el hombre ganó fama internacional. Al lado de su jocosidad los chistes de Pacheco ciertamente pueden parecer sosos.

El asunto de los políticos cómicos no se agota con los susodichos. La vena comediante la adquieren en cuanto son candidatos. Cómo olvidar el show de la grabación clandestina en la que entre giros idiomáticos agudos y precisos para descalificar ancianos y enfermos, el aspirante, animado por funcionarios que aportaban el coro de huipipías y jueputazos, comenzó a enterrar su candidatura. Y el cierre de ese show, cuando declaró, augusto, que no tenía nada por lo que pedir excusas. Fue tanto el éxito que el público reclamó una segunda vuelta. Por primera vez en la historia un suicidio fue aclamado por bufidos. Inolvidable.

Y recuerdan el del contralor de la república que contrató un libro por innumerables fantastillones de colones, lo editó y lo enterró en una gaveta. Fue una comedia de mimos. Chiste de cine mudo. Genial. La gente desea ver esa silente película una y otra vez.

Y el expresidente que le pidió a Carlos Alberto Montaner, su chusco favorito, que le comentara su último (ojalá lo sea) libro y éste sale con que el ex ‘no dice las cosas de una manera clara’ y que estima, sin anestesia, que los ticos son ‘intercambiables emocional e intelectualmente con holandeses y suizos’ y, al mismo tiempo, que ‘la sociedad costarricense prefiere un aletargado destino tercermundista que pagar el alto precio de vivir en una sociedad incómodamente estresada’ (LN, 16/02/03). ¡O sea que el ex contrató a alguien para que le dijera «confuso» e «inconsistente»! Lo máximo en perfil cómico. Opereta o zarzuela es nada.

Lo que le queda a Pacheco es aprender. Que nunca el oficio de cómico se ha dado, decía la suegra de Agustín de Hipona, por naturaleza. Que está todo en el oficio. Paciencia, pues. Y para los venezolanos de La Nación S.A., vendas frías.

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