El proceso de destrucción del empresariado nacional

Podemos analizarlo desde muchos puntos de vista, pero lo haremos desde uno en particular: el impacto del tipo de cambio.

En memoria de Jose Rafael Echeverría.

Podemos analizarlo desde muchos puntos de vista, pero lo haremos desde uno en particular: el impacto del tipo de cambio.

Hoy tenemos un tipo de cambio para la venta de divisas de ₡526 colones por dólar. Igual al de hace nueve años. A principios del 2006, tomando como referencia un trabajador no calificado una hora costaba 1 dólar, hoy esa misma hora cuesta $2.25 dólares más cargas sociales, es decir, el costo en dólares de la mano de obra ha subido un 125%, aun cuando la inflación acumulada ha rondado el 60%. Esto significa que el costo de lo que importamos se vuelve muy barato y lo que producimos para exportar o para el mercado local se vuelve caro.

Esta situación se ha visto agravada en el último año porque muchos países socios comerciales de Costa Rica han devaluado sus monedas para ser más competitivos, incentivando la exportación de sus productos y servicios y desestimulando la importación. Este es el caso de los países de la Unión Europea que ha devaluado su moneda en un 27%, Colombia 46%, Brasil 44%, México 17%, Chile 14%, Japón 18%, Perú 11%, Corea 10%, Suiza 10%, Gran Bretaña 15%, y así otros países más. Mientras tanto en Costa Rica la moneda se apreció un 3%. Esto significa que hoy una piña, un palmito o un kilo de café exportado a Europa vale 27% menos por la devaluación del euro y un 3% menos por la revaluación del colón, es decir recibimos un 30% menos por el trabajo del país que hace un año.

En estos nueve años hemos tenido una balanza comercial desfavorable entre lo que exportamos e importamos entre 3.600 y 7.000 millones de dólares por año. No parece haber explicación lógica con este déficit comercial tan desfavorable y un colón cada vez más fuerte. Lo que si vemos es la informalización de la producción y el empleo, el cierre o la venta de empresas a compañías extranjeras, pasando en muchos casos total o parcialmente la producción y el empleo a otros países.

No solo los costos de las empresas las hacen competitivas en la exportación y el mercado local, también los países con su infraestructura, trámites, etc. y especialmente con un tipo de cambio no real, se convierte en el peor de los costos para la producción y si se quiere, en un impuesto solapado.

Vemos crecer el desempleo, el subempleo y la economía informal. A finales del siglo pasado alrededor del 20% de la población que trabajaba en el país lo hacía en la economía informal, a mediados del 2014 ya eran 42 personas de cada 100. También fuimos informados que entre el 2010 y el 2012, en tres años la economía informal creció en 200.000 mil personas llegando a más de 800.000. La semana pasada, el INEC nos informa que la economía informal ya cubre a 929.000 personas; representando 45 de cada 100 trabajadores.

Hoy tenemos una inflación muy baja, pero poco ayuda al productor agrícola, agroindustrial, industrial, pecuario, artesanal, turístico, etc., que produzca dentro de la frontera costarricense con el acumulado de varios años de pérdida de competitividad país, que debe arrastrar.

Vemos generación de nuevos empleos por empresas que se establecen en Zona Franca, generalmente en actividades sofisticadas a las que el país ofrece condiciones especiales, pero es solo una solución parcial.

Tal vez no nos preocupe ver cada día en los supermercados, menos productos producidos en el país, pero sí nos va a preocupar tener cada día más desempleo y subempleo, más economía informal, menos cotizantes en la CCSS y en los sistemas de pensiones y más incertidumbre sobre nuestro futuro.

Don José Rafael Echeverría compartía las preocupaciones aquí esbozadas.

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