Hace muchos años en la ciudad de Heredia vivía un señor bueno y humilde, pero que sufría cierto desorden mental con una singular obsesión por la política. Algunos de sus conocidos y vecinos, tomándole el pelo, le decían que con sus ideas podría ser un buen candidato a diputado. Con la farsa de que recogían firmas en su apoyo, y ofreciéndole tragos, lo embaucaban a hacer discursos en las esquinas, con el fin de que se fuera dando a conocer para los próximos comicios de aquel tiempo, allá por los años 50.
En uno de sus discursos que hizo historia, dijo que cuando fuera diputado iba a aplanar todos los cerros y carreteras del norte de Heredia, hasta llegar a Sarapiquí, para que no hubiera pendientes ni precipicios peligrosos; y con la tierra sobrante iba a rellenar y tapar los volcanes, especialmente el Poás, que era un peligro por las erupciones que producía…Haciendo remembranzas, con el pasar de los años vemos que legislatura tras legislatura aparecen diputados que se muestran tan desubicados como aquel señor, con la diferencia de que aquel era inofensivo, mientras que estos dirigen el país y tienen en sus manos nuestro futuro.
Hace unos días, algunos legisladores propusieron un proyecto tan insensato, que nos mueve a pensar que algo muy especial se traen entre manos, para darse a conocer con una salida tan absurda.
Proponen, entre otras cosas, que cuando colisionen dos vehículos, los conductores deben moverlos antes de que llegue la aseguradora o la policía para que no obstaculicen el tránsito. Las pruebas del accidente las recogerá cada conductor con sus respectivas fotografías y con su versión de los hechos.
¡Señores, por favor, pónganse más serios; están en el Primer Poder de la República! Verdaderamente ¡hay que ser diputado! y estar totalmente desconectado de la realidad nacional, de nuestra idiosincrasia, forma de ser, y de todo lo que nos caracteriza para proponer tal sandez. Ni las personas que tienen un pensamiento ácrata o verdaderos libertarios estarían de acuerdo con fragmentar la ley existente de esa manera, especialmente en este país.
Las razones para considerar eso como un tullido adefesio −salido, ¡óigase bien, de una Asamblea Legislativa, no de un establo!− son muchas; y no hay espacio ni tiene sentido analizarlas todas aquí, pues el lector las supondrá mejor que nosotros.
Por más que los Tribunales de Tránsito estén abarrotados y colapsados, o que las presas por un choque lleguen a Japón, es infantil pensar que dos ticos al volante se pongan de acuerdo para aceptar recíprocamente la prueba de un accidente constituida por cada uno a su antojo. ¡Señores, sugieran mejor que ya que muchos conductores andan armados y con frecuencia ebrios, que resuelvan sus conflictos a balazos!
El espíritu de toda ley razonable y civilizada debe aspirar a la armonía social y al convencimiento de que los ciudadanos la acatan por su bienestar; y preferiblemente sin sentir su coacción. Pero para dictar leyes con espíritu hay que saber de esas cosas y no simplemente decir ocurrencias para estar en cámaras y no perder actualidad como políticos.
En las leyes de tránsito, su espíritu no puede ser otro que inducir al ciudadano a manejar con precaución para evitar colisiones con daños humanos o a la propiedad; y siempre dentro del sentido común, buscando la concordia en la convivencia. Si todos manejáramos con precaución, consideración, respeto y cortesía no habría accidentes. Eso, señores, es el ideal y el alma de una norma; y solo para el que no los acate se establecen las sanciones como “ultima ratio”. Pero el ideal supremo es que ni siquiera exista la ley y que los ciudadanos en sociedad actúen siempre solidaria y responsablemente.
Un proyecto como el que proponen estos genios solo llevaría a fomentar más la irresponsabilidad que ya gobierna nuestras calles, ¡precisamente, lo que se desea controlar! El sujeto irresponsable y culpable se dirá, por ejemplo: «Si choco, muevo inmediatamente mi carro de la escena y siempre voy a tener razón…”.
Señores, ¿a quienes quieren eximir de la responsabilidad de apersonarse en los accidentes? ¿Al INS, a las nuevas aseguradoras privadas, o tal vez a la policía? Como todos los proyectos de ley que se sacan de la manga los Señores Diputados, este huele a puro chorizo.
¡Proyectos tan desastrosos
Que vislumbran choricero
Nos cuestan tiempo y dinero;
No se deben tramitar,
Y deben de ir a parar
Directito al basurero!