La fracasada “guerra” contra las drogas

La verdad es que la guerra contra las drogas ha sido un enorme fracaso. Después de gastar miles de millones de dólares en todo

La verdad es que la guerra contra las drogas ha sido un enorme fracaso. Después de gastar miles de millones de dólares en todo el mundo durante décadas, arrestar a millones de personas y sobrecargar la policía, los tribunales de justicia y las cárceles, la disponibilidad, el precio y el uso de drogas prohibidas se mantienen virtualmente iguales que antes de comenzar esta “guerra”.

Es cierto que hay drogas peligrosas pero, como escribió Mises, si se acepta que el Estado debe protegerlo a uno contra su propia ignorancia, no pueden objetarse otras intromisiones. ¿Por qué limitar la «benevolencia» estatal a la protección de nuestros cuerpos? El daño causado por malas ideologías, como el nazismo o el comunismo, ha sido mucho más grande que el daño provocado por las dro­gas. ¿Debería entonces el Estado «pro­tegernos» contra las «malas ideologías»?

Cuando se prohíbe algo, a los costos usuales de su producción se les deben sumar los costos de evadir la ley. De ese modo productos como las drogas se encarecen  y, para poder pagarlos, el adicto debe robar. Pero los bienes robados no son fáciles de vender, ya que quien los vende también actúa en forma ilegal. Así que el adicto debe robar propiedad con un valor de varias veces lo que debe pagar para sostener su hábito. No hace falta decir que todo esto resulta en una cantidad astronómica de robos. Así que quien dice que las drogas deben prohibirse porque conducen a una vida de crimen debería saber que la prohibición de las drogas causa más crímenes que las drogas mismas.

¿A quién le sirve esta guerra contra las drogas? Los mayores beneficiarios son los narcotraficantes que pueden mantener carteles con altísimas ganancias, las cuales no podrían tener si se legalizaran las drogas. Y la enorme cantidad de dinero que el Estado  gasta en espías e informantes, en helicópteros, satélites espías, policías y ejércitos,  solo ha servido para encarecer las drogas y mejorar las ganancias de los narcotraficantes. Además, estos están dispuestos a pagar multimillonarios sobornos, para que las autoridades los ayuden a mantener sus altas ganancias, lo que beneficia a funcionarios corruptos.

En contraste, Holanda legalizó la marihuana en 1970; quince años después, los estudiantes del último año colegial en Estados Unidos, donde seguía su prohibición, tenían diez veces más probabilidad de ser fuertes consumidores de marihuana que sus similares en Holanda.

Además, la prohibición de drogas causa muchas muertes. En Estados Unidos cada año mueren unas 11.000 personas a causa de drogas alteradas, por contraer sida al compartir agujas para inyectarse, en luchas pandilleras por territorios donde vender drogas, e individuos inocentes mueren al ser asaltados por usuarios de drogas ilegales. Estas 11.000 personas son más que las que mueren por sobredosis –la prohibición causa más muertes que las drogas mismas−. Si estas se legalizaran, como en Holanda, la drogadicción bajaría y muchas menos personas morirían.

La Prohibición estadounidense contra las bebidas alcohólicas (1920-1933) era conocida como el Noble Experimento. Sus resultados son claros: personas inocentes sufrieron, el crimen organizado creció hasta convertirse en un imperio; la policía, los tribunales de justicia y los políticos se hicieron cada vez más corruptos y el consumo de alcohol per cápita subió en forma espectacular, año tras año, durante los trece años de este “Noble Experimento”. Uno esperaría que un fracaso como ese no se repetiría. Sin embargo, sí se está repitiendo, solo que las sustancias prohibidas cambiaron; pero los pésimos resultados son los mismos.

Al buscar la legalización de las actividades consensuales como el consumo de drogas, quienes defendemos la libertad personal tenemos como opositores a las mafias por un lado y a las autoridades que hacen cumplir la ley por el otro. A las mafias se les acabarían sus operaciones si se legalizaran estas actividades. Y los políticos, policías y jueces que las mafias tienen en su planilla o que les adeudan favores se opondrán a legalizar actividades consensuales –y lo harán mediante hipócritas justificaciones−. Porque mediante la legalización, las autoridades policiales y judiciales: 1) perderían financiamiento, como los millones o miles de millones de dólares que reciben para su fracasada guerra contra las drogas y 2) tendrían que perseguir y atrapar a verdaderos criminales (los que son violentos).

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