La Universidad es laica, pero no antirreligiosa

La profesora Ana Lucía Fonseca Ramírez (Semanario UNIVERSIDAD 9 de mayo) se molesta porque en el campus se hacen portales y rezos del Niño,

La profesora Ana Lucía Fonseca Ramírez (Semanario UNIVERSIDAD 9 de mayo) se molesta porque en el campus se hacen portales y rezos del Niño, se bendicen edificios y se celebra alguna eucaristía.

Según sus palabras, “el culto y el proselitismo religioso de cualquier credo son inadmisibles dentro de la Universidad de Costa Rica”. Propone expulsar cualquier manifestación comunitaria de la fe (de cualquier fe) del ámbito universitario, aunque agrega que “la fe religiosa no está prohibida (mal sería si así fuese) en esta Universidad”.

 

Floja la argumentación de la profesora Fonseca. Comienza queriéndonos convencer de que, si en la UCR hay actos religiosos, es porque la Constitución establece que el Estado costarricense tiene religión; eliminado esto, según ella, desaparecería lo otro. Sin embargo, colocar un inofensivo “pasito” en algún rincón no se fundamenta en dicha confesionalidad, sino en la tradición, a la que nuestra profesora parece conceder poco valor, no se sabe a cuenta de qué.

Pero hay algo más que tradición en eso de hacer “portales”. Se hacen principalmente porque emociona contemplar la ternura de Dios –el Todopoderoso– en un establo, arropado por su Madre, solidario con los pobres, exaltando su dignidad. De este símbolo se puede aprender mucho sobre Dios y el linaje humano. Una profesional en filosofía, experta como debe serlo en la compresión de textos, signos y símbolos, debería percibirlo.

Celebrar un acto religioso en la UCR guarda cierta analogía con participar en un mitin para defender cualquier causa, comenzando porque nadie está obligado a asistir. Se apoya en el derecho a la libre expresión de las ideas, no en la confesionalidad estatal. Dicho sea de paso, esta puede desaparecer –lo vengo proponiendo desde hace décadas– y la Iglesia católica hasta saldría ganando.

Pretender excluir las manifestaciones religiosas de los ámbitos públicos es arremeter contra la libertad de expresión, coquetear con el totalitarismo. Y, exactamente en contra de lo que piensa la señora Fonseca, marchar hacia “la homogeneización del pensamiento, la censura previa, la discriminación y el favoritismo”, para usar sus propias palabras.

La laicidad, entendida como la expulsión de los espacios públicos de cualquier acto religioso, por la sola “razón” de que son religiosos, nos perjudica a todos. Los símbolos, religiosos y seculares crean y trasmiten valores.

Doña Ana Lucía: a los buenos laicistas no les duele practicar la tolerancia.

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