Los tres días que conmovieron a Costa Rica

En memoria de Adonay Arrieta P. Amigo solidario  que sigue presente. La llamada “mundialización neoliberal” apenas estaba en ciernes cuando un  veinticuatro de

En memoria de Adonay Arrieta P. Amigo solidario  que sigue presente.

La llamada “mundialización neoliberal” apenas estaba en ciernes cuando un  veinticuatro de abril de 1970 culminaba en el país la brega contra una de las 400 multinacionales que dominan hoy el mundo y la primera en materia de aluminio: Aluminium Company of America (ALCOA). ¡Nadie imaginaba que la culminación de la regulación monopolista privada a escala mundial conduciría a una reestructuración drástica y, sin duda, irreversible, de los Estados-naciones!

Investigadores de la talla de Stephen Heyner en 1970, apenas visualizaban en  “The efficiency (contradictions) of multinacional corporations” la discusión que hoy se mantiene en torno a  si hay un capitalismo enfermo de guerras, racismo, neofascismo y degradación ambiental, o si estamos frente a un capitalismo del “bienestar”, “estable” y “eficiente”. (Ver “El Capitalismo por dentro” parte IV y V, Alejandro Teitelbaum, Argenpress 23 /3/12). Pero ya en la Costa Rica del 70 preveían cientos de estudiantes y defensores de la soberanía nacional la transnacionalización de la sociedad, con el nefasto contrato firmado con ALCOA para extraer bauxita en el Valle de Pérez Zeledón.

Se cumplen 42 años de  aquella gesta donde a muchos de sus dirigentes todavía los tenemos vivos. Podemos conversar con ellos para que la vieja tradición de lucha  no se pierda. Otros  desaparecieron físicamente y se llevaron la luz de quienes ya están muertos en  vida por falta de decoro, pues como decía el poeta Martí: “en  el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”.

Todo comenzó en 1964, cuando el gobierno costarricense firmó con el gigante del aluminio ALCOA  un contrato administrativo  para la exploración de la bauxita en  Pérez  Zeledón. El contrato contemplaba un período de cinco años de estudio, para luego iniciar la explotación y exportación del mineral. La administración del expresidente José Joaquín Trejos luego trató de imponer a golpe de tambor en la Asamblea Legislativa la explotación de la bauxita, lo que produjo tres días de marchas que conmovieron el país, en defensa de la soberanía nacional y el bien común.

Para el ecólogo Gabriel Quesada A. la lucha contra ALCOA marcó el  nacimiento del movimiento ecologista costarricense. Precisamente, los defensores del ambiente acaban de ganar el pulso a la minera Crucitas (http://kioscosambientales.ucr.ac.cr/index.php?option=com_content&view=article&id=331:nacimiento-del-movimiento-ecologista-y-alcoa &catid=46:opinion&Itemid=67) . Y en ambos casos hay similitudes: ALCOA es al día de hoy de las grandes multinacionales del mundo, que prometía entonces “empleo” a la empobrecida región de Pérez Zeledón, en tanto la minera Crucitas se presentó como una firma  canadiense que ofreció “bienestar social” a una población olvidada de progreso y del “Estado del bienestar”. Ayer y hoy los costarricenses valoraron  los eminentes daños a la naturaleza, el respeto a la soberanía y la forma atropellada en que  entregaban los  recursos de todos los  ciudadanos.

Pero es justo recordar que las manifestaciones no comenzaron ni terminaron con  ALCOA. Ya por los años 40 en pocos países de América Latina se hablaba de seguridad social y garantías sociales, cuando en la aldeana Costa Rica estas  conquistas eran preocupaciones recurrentes entre artesanos, campesinos, zapateros y peones agrícolas, producto de las desavenencias entre  quienes “ordenan” y los que “obedecen”. (http://www.buenastareas.com/ensayos/Ensayo-Historia-De-Costa-Rica/3145522.htm).

Comparto la tesis de que estas luchas no son obra de generación espontánea ni de los “comunistas” -como decían en forma reducida cuando ALCOA-, ni  de “gente que no quiere el progreso” (de manera simplista razonaban  en el caso de Crucitas), sino producto de la incubación de angustias e injusticias sobre las cuales pasa de largo las  más de veces  nuestra clase política. Por eso, la lucha contra ALCOA no fue un capítulo cerrado; se escribió de nuevo  en  las jornadas contra el intento de despojarnos del  ICE y de imponernos sin resistencia un  TLC, acuerdo comercial que, con el mayor respeto, solo me convence en cuanto a la existencia de un gobierno multinacional del que pasamos a ser parte, con la consecuente renuncia al Estado Social y el resguardo del “bien común”.

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