Mercedes Sosa y la formación de una conciencia

Y mientras las disfrutábamos, también, construíamos nuestra conciencia. Así como José Martí había vislumbrado que era posible hacer discurso sobre Nuestra América, nosotros, con

Durante la década del 80, fuimos muchos los jóvenes que, gracias a los casetes grabados de manera rudimentaria, escuchamos las canciones de Mercedes Sosa.

Y mientras las disfrutábamos, también, construíamos nuestra conciencia. Así como José Martí había vislumbrado que era posible hacer discurso sobre Nuestra América, nosotros, con las canciones que emanaban de los labios de aquella mujer argentina, creímos, fervientemente, que podría existir la unidad latinoamericana, en la cual pudiéramos festejar la diversidad y exorcizar los fantasmas del imperialismo, la desigualdad, la pobreza y la exclusión.

Con las canciones de “la Negra”, aprendimos una ética sobre la equidad, los Derechos Humanos, el género y la apertura al mundo. No dudo en afirmar que esa mujer, quien nunca hizo estudios superiores, me ha enseñado, mejor que nadie, a comprender el pasado, el presente y el futuro de Latinoamérica. El cancionero escogido por Mercedes Sosa constituye una escuela para hacerse a la vida.

Tal como lo describe su biógrafo Rodolfo Braceli, en el libro Mercedes Sosa, la Negra (2003), ella se definió, siempre, como una artista. A pesar de que algunas personas la reduzcan a una militante de los Derechos Humanos o a una activista política, ella fue, por sobre todo, una mujer que quiso hacer belleza con su voz, que creó una estética con la profundidad de sus acordes como soprano, en los inicios de su carrera, la cual alcanzó el dramatismo y la versatilidad de una contralto que supo entonar las alegrías y las desdichas de los pueblos latinoamericanos. Es muy grato y admirable que a pesar de los duros rasgos de algunos personajes que emergen de canciones como Te recuerdo, Amanda de Víctor Jara, El mundo prometido de Juanito Laguna de Armando Tejada Gómez y César Isella o Sudamericano en Nueva York de Ariel Ramírez y Félix Luna, se evidencia una profunda vocación por expresar belleza y, con ello, evocar a un pueblo que tiene derecho a la esperanza, al amor, a un futuro promisorio. Esto lo expresa, claramente, en la pieza Sube, sube de Víctor Heredia: “Los pueblos que cantan siempre tendrán futuro”.

En una entrevista concedida para la televisión, ella expresó que lo que la diferenció de otros artistas fue su capacidad de pensar; esto explica por qué Mercedes Sosa no se dejó seducir por la selección de canciones fáciles, de gusto y preferencia de un público que aplaude y olvida, con rapidez, a las figuras de moda. Ella escogió, con mucho cuidado, un repertorio compuesto por más de cuatrocientas piezas, las cuales fueron grabadas a partir de 1962, año en el que apareció su primer álbum La canción de la zafra.

Conocedora de las realidades que se entretejieron en Latinoamérica y el mundo, fue una asidua lectora. Lo repitió muchas veces: se debe escuchar a los poetas, se les debe leer. Por eso, ella mencionaba a Osvaldo Bayer, Osvaldo Soriano, Pablo Neruda, Pablo de Rokha, Mario Benedetti y Miguel Ángel Asturias. Un artista no sólo es alguien que crea una estética con su quehacer, es una persona consciente de lo que ocurre, es un ser de su tiempo… un artista es un lector voraz.

En la década del 40, con el seudónimo de Gladys Osorio, una joven tucumana se atrevió a concursar en un certamen de radio, el medio de mayor difusión, y ganó. Lo curioso fue que utilizó ese seudónimo para no despertar la ira de sus padres, quienes se mostraron intolerantes con que una “señorita criada para ser decente” se inmiscuyera en asuntos de la vida pública de los artistas. Sin embargo, su desempeño no se detuvo allí. Junto con Óscar Matus, su primer marido, se interesó en formar parte de lo que muchos jóvenes de su tiempo pretendían: la instauración de un nuevo cancionero, por medio del cual pretendían desprenderse del “folclor barato”, de la venta fácil a los turistas e incursionar en el sentir de las mujeres y los hombres de Latinoamérica, de conocer sus raíces, sus sentires y de proclamarlos al mundo. Los años del inicio fueron muy difíciles. En su biografía, Braceli (2003) consigna cómo Mercedes Sosa se desempeñó como conserje en una escuela primaria y cuando se presentó, en 1962, en Uruguay, -en su primer recital fuera del país-, alguien le regaló la guitarra que le hacía falta.

En 1950, se afilió al Partido Comunista y en la década del 70 ya se había convertido en una figura consagrada, en una de las voces más importantes de América. Esos fueron aspectos que pesaron para que, en 1978, fuera detenida en el escenario, durante un concierto que ofrecía en La Plata. En 1982 regresó a Argentina y realizó su histórica presentación en el Teatro Ópera de Buenos Aires, a pesar de que los militares no vieran con buenos ojos su posición política. Se radicó, definitivamente, en esa ciudad en 1983, cuando Raúl Alfonsín inició su gobierno. A pesar de que dejó de pertenecer al Partido Comunista, siempre fue una mujer comprometida. Sus duras críticas a la dictadura de Pinochet fueron determinantes y han hecho que hoy, todavía, sea tildada por algunas personas, como el diputado derechista chileno Alberto Cardemil, como “una activista política ligada a la extrema izquierda”.

De ella nos queda su voz. No sólo se trata de una voz privilegiada, sino de un ejemplo de esfuerzo y mejoramiento, pues Mercedes Sosa fue una mujer que nunca dejó de estudiar y de formarse como cantante. Aún en sus últimos años, recibía clases de canto y se ejercitaba diariamente en búsqueda de una perfección interpretativa. Por eso no es de extrañar que no sólo haya incursionado en la música folclórica, sino que se haya convertido en una figura prominente del rock, del pop y que haya grabado, con singular acierto, alguno que otro tango.

Curiosamente, “la Negra” nació en 1935, año en que falleció Carlos Gardel. De ella se podrá decir, al igual que del “Zorzal Criollo” que cada día canta mejor. Nosotros pudimos oírla gracias a los discos de acetato y a los casetes inolvidables. Las nuevas generaciones la escuchan en grabaciones digitales. No importa cómo se escuche, pues a pesar de su desaparición física, ella seguirá cantando y alumbrando el destino de Nuestra América mediante su espíritu, impregnado en sus canciones.

 

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