Pienso que ese “camino” está rebosante de baches (cualquier relación con nuestras carreteras no es mera coincidencia) y en el último kilómetro; y cuando se proponen ideas novedosas para un avance provechoso, la respuesta es la siguiente: “ese es un asunto que próximamente se estudiará en el plenario”.
Como educador les digo a mis estudiantes que estudiar es más rico si se pone en práctica en el quehacer diario, que es mejor cuando no se queda en un aula o un cuaderno. Creo personalmente que la receta que necesita el país es la del hacer, dejarse de las discusiones donde se defienden los intereses partidarios y personalistas para recordar que el pueblo es el que debe progresar.
¿Cuál es el miedo de cambiar la forma para concretar proyectos de bien social? ¿Será que manteniendo el statu quo pueden seguir con la manipulación de intereses como se da en los megaproyectos turísticos de Guanacaste? Me parece que la democracia directa es el camino. En varios lugares he tenido la dicha de escuchar gente que posee ideas sencillas y eficientes para solucionar problemas. Las cúpulas del gobierno deben recordar que, aunque con un alto abstencionismo, el poder es de las personas, que el pueblo llano es el que mayoritariamente se enfrenta día a día con los problemas que se dan en el país, y, por lo tanto, tienen más criterio para decir qué es lo que hay que cambiar. No he visto a los políticos haciendo fila a las cuatro y media de la mañana en un EBAIS para sacar cita médica, o en un colegio para matricular sus hijos; tampoco los diputados han vivido por más de seis meses en un salón comunal esperando una pizca de ayuda para reconstruir sus viviendas y caminos para poder ir a trabajar; y sería impensable verlos por doce días sin comer para lograr algo…
Descentralicemos el gobierno y hagamos a la gente protagonista. Denle al pueblo no solo voz, sino mecanismos y espacios para que las personas que en el diario vivir enfrentan las situaciones difíciles de nuestro país, puedan generar soluciones factibles y con buen grado de eficiencia. Solo viviendo la realidad se puede saber la mejor forma de confrontarla; no basta una oficinita de iniciativa popular, se necesitan espacios reales de acción para la ciudadanía. En última instancia: si los políticos son nuestros “representantes”, ¿por qué no les decimos que nos dejen de representar para tomar nuestras decisiones como sociedad?