En los últimos días nos han bombardeado con la alarmante situación de la CCSS; es una situación que le incumbe a la mayoría de los costarricenses y de la cual se escucha hablar constantemente en los medios de comunicación.
Es alarmante, porque bien es sabido que en Costa Rica hay instituciones y personas o personajes intocables; podemos mencionar a Pepe Figueres, “la Virgencita”, el “chunche Montero” y hay que decirlo: el Seguro Social es uno de esos temas de los cuales cuesta discutir sanamente, sin caer en simplismos y discursos pasionales.
La situación es grave, la presidenta del país ha salido a reconocerlo y plantea una vez más una comisión. Parece solución típica en los gobiernos socialdemócratas, crear una comisión, crear un ministerio sin cartera o por qué no una institución autónoma. Dicha comisión al parecer ya ha recibido sus críticas, de parte de encargados de la CCSS que se supone son ya los encargados de buscar soluciones.
¿Tiene esta situación una solución? Personalmente creo que la CCSS está en estado terminal y cualquier intento de darle vitaminas o de pasarlo a un proceso doloroso de quimioterapia, nos dolerá más a los costarricenses en el bolsillo. El problema es estructural y no cuenta con una solución que una comisión vaya a recomendar. El problema es el modelo; el modelo se basa en una mentira, en un mito, el mito de la solidaridad.
La solidaridad del sistema consiste en el aporte tripartito empleado-patrón-Estado, pero es necesario analizar dicha ecuación. El empleado a quien se le niega la libertad de elegir, es un esclavo-beneficiario del sistema, no se le brinda la oportunidad de elegir otro proveedor, u otra aseguradora, ni siquiera se le deja elegir si quiere o no pertenecer al sistema. El otro miembro de la ecuación es el patrón; la idea típica es que el patrón toma de sus ganancias para pagar su parte de la cuota del empleado, pero esto no es así. El patrón decide al emplear a alguien su costo, en término de salario que le da al empleado, vacaciones, aguinaldo y los gastos adicionales como la CCSS o las pensiones. El patrón en muchos casos decide no emplear a un empleado adicional debido a que -pese a que podría pagarle su salario- no le alcanzaría para pagar los demás gastos generados por el Estado. En este sentido, el desempleado es el afectado y se favorece al empleado. Ahora analicemos el Estado, quien no es una entidad, sino una simple suma de individuos, el cual se alimenta de impuestos y redistribuye recursos destinándolos donde se cree darán efectos redistributivos, el Estado de nuevo subsidia al empleado desfavoreciendo al desempleado. Como vemos en toda la ecuación, el único que paga el sistema es el empleado que de una u otra forma se le obliga a colaborar. Es este el mito de la solidaridad del seguro social.
Por esto creo que el problema es de fondo; se debe dar la libertad de elegir a los trabajadores; se debe evitar subsidiar al empleado perjudicando al desempleado y se debe dejar de lado la falsa idea del patrono explotador que debe cargar sobre sus hombros al burócrata y su séquito de aduladores. El sistema está quebrado y merecemos que se reforme; merecemos oportunidades para elegir y generar riqueza. La Juventud no merece heredar un sistema quebrado, merece un sistema solidario, basado en la verdadera solidaridad, la voluntaria.