Por ahí andan ciertas encuestas calificando al actual Gobierno como el peor que hemos tenido. Yo he visto ya muchos gobiernos y francamente no veo diferencia con ninguno de los anteriores. Lo que sucede es que nuestra miopía y amnesia política no nos permiten hacer reflexiones objetivas y olvidamos muy pronto todo lo malo que nos hacen los llamados “malos gobiernos”, que han sido absolutamente todos. “Malos” entre comillas, porque son malos exclusivamente para “Juan del Pueblo”, pero no para quienes los disfrutan, que aunque son minoría, es una minoría poderosa y no se debe descartar. Pese a lo que digan las encuestas, para ellos son “muy buenos gobiernos”.
Es patético, pero en medio de tanta corrupción, desfachatez, mediocridad y torpeza, aflora en los gobiernos una rara “inteligencia” y atípicas tácticas para hacer sus felonías contra sus vasallos, disfrazándose, eso sí, de “protectores”. De sus sutilezas e ingenio para montar nuestra tragedia va a depender su calificación como buenos o malos en las encuestas momentáneas. Encuestas que un par de días después de haber sido publicadas ya las hemos olvidado; y además: ¿Desde cuándo les importa lo que pensemos de ellos? El colmo sería que sus mismas jerarquías y “beneficiarios” los califiquen mal; lo que se da solo cuando no se pueden repartir el pastel, y eso aquí raramente ha pasado.
Tales sutilezas o argucias se observan en comportamientos que realizan sistemáticamente con dos objetivos: Hacer pensar que son beneficios sociales, y tratar de exprimir al pueblo para volver a llenar sus arcas vacías por la glotonería de sus dirigentes. En todo caso, no cabe duda que son formas “inteligentes” de actuar. Por eso pienso que el actual Gobierno, pese a su torpeza, no se queda atrás en cuanto a ese tipo de inteligencia, y desde ese punto de vista es, aunque solo para el sector reinante, un “buen gobierno”.
Cuando ya no alcanza lo que recogen con impuestos y otras rapiñas, se desesperan, y al no tener otros caminos para financiarse la fiesta recurren a esos comportamientos que los más incautos los digieren como medidas en favor del orden, de la justicia, de la paz, de la seguridad, de la solidaridad… Y son mansamente acatadas.
Un ejemplo de esa siniestra inteligencia: Con un modelo exótico de organización, insólito en el país, dispuso el Gobierno, desde hace muchos meses, cambiar las placas de toda la flota vehicular para sacarnos toneladas de dinero. Los usuarios llegamos a recoger las placas, y como estamos acostumbrados al caos de las agencias estatales, salimos contentos porque en la diligencia solo perdimos medio día. ¡Qué fácil resulta para el Estado obtener financiación de formas tan engañosas!
Decir que las placas actuales están deterioradas: No es cierto, algunas lo están y siempre habrá algunas que lo estén; la revisión técnica se encarga de obligar a cambiarlas cuando algún vehículo las presenta en mal estado. Decir que es necesario introducir el sistema alfanumérico: No es cierto, el sistema se puede implementar a gusto y conveniencia y el que quisiera lo podría adoptar individualmente; pero no es motivo para cambiar las placas de toda la flota. Ahora dicen que es por seguridad. ¿Seguridad de qué? Las nuevas placas no van a disuadir a ningún maleante de hacer sus pillerías. Decir, por último, que son más vistosas o elegantes tampoco es cierto; las nuevas son casi iguales a las anteriores, excepto por la innecesaria banderita. En todo caso, no hay absolutamente ninguna razón para que el cambio no fuera posible hacerlo individual, paulatino y sobre todo voluntario, ahorrándonos miles de millones en tiempo, dinero, instalaciones y burocracia.
La única verdad es que el Estado necesita urgentemente dinero para poder cubrir los saqueos diarios y esta es una forma atípica y paliativa de aliviar su voracidad. Ideal para aumentar el derroche sin nombrar las palabras “más impuestos” y haciendo creer que trabajan por nosotros. Cuando esta treta se agote y todos tengan la placa nueva, vendrá otra y otra… para seguir explotando nuestra paciencia y sumisión.
Este Gobierno, calificado como el peor que hemos tenido, no es menos inteligente, ni menos bueno para muchos, especialmente para sus saqueadores y usufructuarios.
Referente a sus funciones
Se dan dos tipos de Estado:
El quimérico y soñado
Que tan solo es ilusión;
Y el real, cuya condición
Es ser tramposo y malvado.