¿Quién manda realmente en Zapote? ¿Quién le pone rumbo al país? ¿Es la presidenta quien toma las decisiones trascendentes o hay alguien que mueve los hilos tras bastidores? Luego de dieciséis meses de gestión del actual gobierno, las señales son confusas y las especulaciones abundan en medios políticos y entre la ciudadanía en general.
Algunas decisiones recientes en campos como la economía o la política exterior, han levantado especulaciones respecto de una influencia determinante del segundo vicepresidente Luis Liberman, un rico banquero a quien muchos consideran la cuota de poder del capital financiero en el gobierno de Chinchilla.
El plan de reforma tributaria original, presentada por el ministerio de Hacienda al Congreso, pareció reforzar este criterio, en tanto que la propuesta cargaba todo el peso del ajuste fiscal en los sectores populares y medios, dejando incólumes los intereses del sector bancario.
Las declaraciones del economista y presidente del Partido Liberación Nacional (PLN), Bernal Jiménez, a un diario nacional, en el sentido de que el ministerio de Hacienda soportaba fuertes presiones para dar un sesgo regresivo al proyecto, vinieron a reafirmar las sospechas.
Otro asunto que hizo arreciar las especulaciones fue el giro que dio la política exterior en el tema del reconocimiento del Estado palestino, episodio en que fue evidente la influencia de la comunidad judía costarricense, de la que Liberman también es miembro.
Las opiniones en torno a este tema van de un extremo a otro, aunque existe una cierta coincidencia en que, si bien el vicepresidente es una pieza clave del sector económico dominante en el engranaje político, la presidenta Chinchilla tiene su propia agenda y ha sabido moverse inteligentemente para hacerla valer.
MÁS QUE UN HOMBRE, UN PODER ECONÓMICO
El politólogo y dirigente político Luis Guillermo Solís, aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Acción Ciudadana (PAC), considera que el problema no debería plantearse como una disputa de poder entre personas, sino como un juego de grandes intereses.
“Desde hace 20 años, la transición política del poder se dio de los grupos oligárquicos tradicionales ligados a la producción agropecuaria y a la exportación, a los sectores financieros del gran capital nacional y transnacional”, explicó Solís.
El momento en que más claramente se evidenció esa hegemonía fue durante el proceso de aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, en el que los bancos asumieron un papel rector de la campaña a favor del “sí”.
Sin duda, “Luis Liberman es la cara visible de ese sector, y tampoco cabe duda de que ejerce una importante influencia en el Gobierno”, agregó.
En ese contexto, “lo que veo es una presidenta cuya capacidad de maniobra está muy reducida, pero de ninguna manera creo que sea un títere ni un mascarón de proa de esos grupos”.
Solís resaltó que uno de las limitaciones más importantes que tiene la presidenta es el hecho de no tener un peso político propio, realmente significativo, dentro del Partido Liberación Nacional (PLN), como el que ha tenido Óscar Arias o el que en su momento tuvo el expresidente Daniel Oduber.
“Es cierto que ejerce un liderazgo en algunos sectores que la apoyaron y continúan cerca de ella, pero no es todo el que requiere para llevar adelante su agenda”, por lo que ha tenido que recurrir a construir alianzas fuera del partido que la llevó al poder.
El acuerdo recientemente negociado con el PAC para impulsar una reforma fiscal mucho más progresiva que la original, “es un golpe de banda importante para abrirse espacio y tener un desfogue de la presión que estaba soportando sola”.
Pero, indudablemente, una reforma de este tipo afectará a los sectores más poderosos. Si se cumplen los 17 puntos de ese acuerdo, “se le habrá dado un horizonte de gobernabilidad tributaria a este país como pocas veces en la historia reciente”, aseveró.
UN TEMA COMPLEJO
El analista político Víctor Ramírez afirma que “un gobierno siempre es una compleja unión de intereses representados con más o menos claridad, intereses de tipo político, empresarial, partidario y de una gran variedad de fuerzas sociales”.
Dentro de ese concepto, es claro que Liberman representa los intereses del gran sector financiero y que alguna incidencia debe tener en la administración de la presidenta Chinchilla.
Sin embargo, Ramírez coincide con Solís en que el acuerdo negociado con el PAC para impulsar la reforma fiscal, que es su plan estrella, ha sido un movimiento hábil, que además demuestra independencia de criterio.
“Por supuesto que la introducción de la renta mundial y la renta global al sistema tributario es algo que podría afectar seriamente al capital financiero, y el establecimiento de un impuesto a las zonas francas afecta a otro poderoso sector del capital transnacional”, señaló Ramírez.
El acuerdo no sólo ha incomodado a Liberman, “que guarda silencio seguramente porque le da vergüenza exhibir el juego”, sino también a la ministra de Comercio Exterior, Anabel González, y al propio ministro de Hacienda, Fernando Herrero.
“No tengo duda de que en este asunto ella hizo lo que le dio la gana, negociando en secreto durante meses y utilizando un canal de su más absoluta confianza (externo a la institucionalidad), como es su hermano Adrián”, apuntó Ramírez.
Otro aspecto en que Chinchilla ha demostrado una capacidad de mando fuerte es en el otro gran tema económico del momento, el de la apertura en el sector eléctrico, considera el analista.
El proyecto de contingencia que impulsa el gobierno “es distinto al que había anteriormente del distanciamiento de Chinchilla con los hermanos Óscar y Rodrigo Arias.
UNA VISIÓN ESCÉPTICA
Desde otro ángulo, el Secretario General de la Asociación Nacional de Empleados Públicos (ANEP), Albino Vargas, es escéptico respecto al poder real que pueda ejercer la presidenta.
“A nivel global, la hegemonía es del capital financiero neoliberal y en Costa Rica ese sector también tiene una gran preponderancia en la conducción política del país. Uno de los rostros más importantes de ese sector es Luis Liberman. Él representa una concepción de mundo y de entender la política que está causando una tragedia planetaria, expresó el dirigente sindical.
Vargas estima que la tarea principal de este o de cualquier gobierno de Costa Rica en la actualidad es atajar el crecimiento de la desigualdad, que a su juicio es el principal problema. Pero eso pasa, afirma, por una transformación profunda de la estructura tributaria.
“Gravámenes al gran capital, a la riqueza acumulada, al capital ganado en el exterior, un impuesto a las transacciones financieras internacionales”, pero esos cambios entran en colisión con los sectores que ejercen la hegemonía.
En el caso del acuerdo negociado por la presidenta con el PAC, “no sé si esta ensalada de justicia tributaria tenga posibilidades de abrirse paso en Costa Rica”, aun cuando llegue a ser aprobada por la Asamblea Legislativa.
Porque una cosa es que los diputados aprueben la reforma y otra es que la administración tributaria respete su espíritu y la implemente de manera adecuada.
“Pueden suceder dos cosas: una, que se logre cambiar la gestión tributaria en sí para poder materializar los cambios de manera efectiva, o que se hagan las transformaciones en el papel y que no pase nada en la realidad”, manifestó el dirigente sindical.