La actual crisis económica no se puede ver aislada de otras crisis y factores con los que está relacionada, entre ellos la dimensión ética, a fin de plantear estrategias adecuadas para enfrentarla, advirtió en entrevista con UNIVERSIDAD Jorge Arturo Chaves, sacerdote dominico y profesor de economía en la Universidad Nacional de Costa Rica y la Universidad Bolivariana de Santiago de Chile, entre otros cargos.
El papel de la ética, no solo en el plano personal, sino en el de las instituciones y las políticas empleadas en la economía, es parte de los candentes problemas abordados por el especialista.
Los economistas hablan de ciclos de expansión y de recesión para explicarnos las causas de la crisis económica ¿es suficiente ese enfoque?
– Con las crisis ocurren cosas que no sé si llamarlas curiosas. Una de ellas es que cuando aparece la crisis financiera los medios de comunicación nos la presentan como si fuera una realidad en sí misma, aislada de otros factores o sistemas. Se habla de una crisis de la economía o de las finanzas, como se podría hablar del huracán Mitch o del terremoto de Cinchona. Es decir, como si fuera una fuerza sobrenatural e impersonal, o fenómeno natural que una vez que pasa no queda más que recoger los escombros y ver como se levanta la casa destruida. Pero no es nada de eso. Se ignora otras dimensiones con las que está interrelacionada la economía.
Otro problema es que cuando se habla de la economía se la pone como si fuera un sistema cerrado en sí mismo, y entonces el buen economista es el que tiene conocimiento de una serie de variables y cómo se relacionan entre ellas. Si hay inflación, sabe qué mueve, qué tienen que ver los tipos de interés con la cantidad de dinero circulante, cómo influye eso en la producción y por lo tanto en el empleo. Es un juego muy atractivo, sobre todo para cierto tipo de inteligencias, aprenden muy bien las interrelaciones, y sale un excelente técnico economista. Eso es muy importante, como un instrumento, pero lamentablemente en la mayoría de las escuelas de economía no se sale de ahí, y la economía se sigue viendo en forma aislada de otros factores y otros sistemas de los que forma parte.
¿Por eso no se ve que la crisis financiera está relacionada con otras crisis?
– Con la memoria de la gente ocurre algo curioso. En febrero se cumplió un año de la primera gran crisis, la alimentaria; después vino la crisis del petróleo, y la gente no entendía por qué los precios del petróleo se disparaban y todo eso parecía extraño. Luego tenemos la otra gran crisis, la del cambio climático, que no es que sea del año pasado, sino que está llegando a extremos sumamente serios. Lo raro es que cuando estalla la crisis financiera, que se venía acumulando a lo largo de todo el año pasado, a la gente se le olvidan todas las otras crisis. Y es que en eso es muy importante el manejo que hacen los medios de comunicación, así como la falta de costumbre de analizar las cosas en forma interdisciplinaria e interrelacionada.
¿Entonces no estamos ante una simple crisis económica?
– Creo que es algo mayor, que liga todas las crisis que he mencionado, y todo lo mencionado se liga con rasgos del estilo de crecimiento –no me gusta hablar de “modelo” de crecimiento- que hay en América Latina y las otras regiones. Si uno no hace el esfuerzo de ver de una manera integral todas estas dimensiones, no va a entender la crisis, ni va a plantear las estrategias adecuadas. El economista jefe del Fondo Monetario Internacional decía que nos acercamos a la tormenta perfecta, porque por donde quiera que se mire está haciendo aguas. No lo digo con afán de dramatismo, ni para decir que llegó el final del capitalismo, o como piensan algunos, que es una crisis general de civilización. Eso planteado así es difícil de manejar. Creo que es más comprensible decir que las crisis son síntomas de contradicciones muy fuertes que hay en este estilo de crecimiento económico aislado de una concepción más integral de desarrollo humano.
¿Cómo se relacionan las diferentes crisis?
–Todo está interrelacionado. Se habla de la crisis financiera, pero la crisis financiera tiene que ver sin duda con la crisis del petróleo; ésta tiene que ver con el cambio climático, la crisis financiera tiene que ver con los precios de los alimentos, y todas ellas a su vez están relacionadas con la producción, porque si no fuera por la producción no habría necesidad de energía y no habría crisis del petróleo.
La crisis financiera se relaciona además con un rasgo del estilo de crecimiento actual, que es lo que se conoce como la “financiarización”, que es ese auge desmedido de la importancia que tienen las finanzas por encima de la economía real. Resulta que al cabo de los últimos veinte años la tajada de las ganancias que provienen del sector financiero supera enormemente lo que produce el resto de la sociedad. Es una contradicción, una irracionalidad, pero eso es lo que dinamiza todo lo demás.
Entonces lo que dicen algunos analistas es que esto es un problema sistémico, más que un problema puntual, y tiene que llegar el momento en que la “financiarización” hace aguas porque genera contradicciones muy fuertes. Es subordinar la producción y el empleo a las ganancias de los negocios financieros, y uno se puede imaginar todo lo que se puede derivar de eso. La subordinación de la economía real a lo financiero influye toda la organización económica. En primer lugar influye comprometiendo las necesidades presentes por el juego de apostar por ganancias futuras. Hay un autor francés que dice que tanto que criticaron la utopía optimista del comunismo, y lo que se está dando hoy es algo parecido: el afán desmedido de lograr ganancias a futuro acaba comprometiendo las demandas actuales de la gente.
La “financiarización”, facilitada por la desregulación -que lo que significa es que a las inversiones y la banca se les está dejando en libertad de movimiento- influye en la visión y las aspiraciones de la gente. ¿Qué se constituye en el valor supremo entonces? El énfasis en la eficiencia. Y ahí hay una serie de consecuencias.
Se dice que fue la codicia de los altos ejecutivos la que llevó al desastre económico de hoy. Pero no, eso no es más que resultado de una cadena muy larga: el esquema general de la economía facilita y promueve este tipo de intereses, que desbordados caen en la codicia.
Y aquí yo me atrevo a hacer algunas preguntas. Por ejemplo, ¿cómo se relaciona todo esto con la seguridad ciudadana, con la violencia en las calles? Algunos dirán que es “halarle el rabo a la ternera” demasiado. Pero es que cuando ha variado el ethos de la cultura actual y estamos diciendo que lo más importante son las ganancias rápidas y la acumulación de dinero por encima del trabajo, eso influye en las capas menos favorecidas, y entonces acuchillar a alguien por hacerse de un celular se ve como algo que se puede hacer.
No se niega que la economía tiene interrelaciones objetivas, y una vez que se echa a rodar una bola de nieve van ocurriendo ciertas cosas, pero también el cómo se eche a rodar unos mecanismos depende muchísimo de los factores culturales y los factores éticos y humanos.
¿Aquí es donde entra el factor ético?
– Si vemos para atrás recordamos que cuando estalló la famosa burbuja de empresas “las punto com” (negocios por Internet), los EE.UU. lo que hacen es decir que para evitar que se venga una recesión, bajan los tipos de interés. Los bajaron todo lo que pudieron y entonces se dispararon los préstamos de grandes cantidades de dinero para construir casas, vino el boom inmobiliario. Había mucha plata y bajos intereses, pero la intermediación financiera de los bancos es poca, y entonces buscan cómo colocar cada vez más dinero y vienen las llamadas hipotecas subprime o basura (sin valor). En cuanto empieza a extenderse esta práctica comienzan a aumentar las posibilidades de ganancia, no solo para los bancos, sino para los inversionistas y mucha otra gente pero, como se dice, la codicia rompe el saco.
Es cierto que uno puede hablar de ciclos en la economía, porque es objetivo, pero no puede despersonalizar toda la serie de acciones que disparan este tipo de dinámicas. Ahí es donde se pierde de vista la parte ética, y los profesionales de la economía pasan por alto estas cosas. La gente de a pie no lo pasa por alto porque lo sufre, pero no entiende por qué esto está pasando. Y los medios contribuyen al decir: bueno, esto nos cayó encima y ahora “salados”, todos tenemos que ver qué hacemos para hacer frente a lo que se viene. Pero en realidad las crisis las causan algunos, las desarrollan otros y las tienen que pagar todos.
¿En qué forma se debería asumir el compromiso ético?
– Yo lo suelo resumir diciendo que la ética entra en torno a dos preguntas: el para qué de la economía y a quién sirve la economía. Esto mismo se puede aplicar a cada problema específico, por ejemplo, en el “Plan Escudo” del Gobierno o la propuesta de la UCCAEP (Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones de la Empresa Privada) para enfrentar la crisis. La respuesta se puede hacer en el nivel genérico, en el plano de las buenas intenciones, al decir que es para que toda la situación vuelva a la normalidad y para bien de todos los costarricenses.
Hay que ver cada una de las medidas que se propongan y si efectivamente responden al para qué estamos enunciando retóricamente y si es para todos los costarricenses. Una forma de ‘operativizar’ esta retórica es partir de los grandes valores de la justicia, equidad, solidaridad y libertad, en los que supuestamente coincidimos en Costa Rica como parte de nuestra tradición democrática. Una manera de comprobar si estamos hablando en serio de esos valores es ver cómo se están empleando los factores de producción y sobre todo cómo se está distribuyendo el ingreso a nivel micro de la economía (en la unidad de producción que es la empresa, por ejemplo) y al nivel macro.
Y es curioso, pero hay cosas que no se mencionan. Por ejemplo, tanto el “Plan Escudo” como el plan de la UCCAEP hablan de que hay que proteger a los trabajadores, y para evitar que pierdan completamente el empleo, se les va a disminuir las horas de trabajo aunque eso sí, se dice, sin rebajarles el precio por hora trabajada. Es un eufemismo y uno quisiera creer que no es más que eso, pero apliquemos el esquema que estoy diciendo.
Nosotros no produjimos la crisis, porque si bien parte de lo que hay es responsabilidad local, es una crisis internacional que viene de afuera. Entonces poniéndonos pesimistas digamos que lo que podemos hacer es apenas repartir los costos de la crisis. Bueno, ¿cómo se están repartiendo esas cargas? Uno mira y remira el periódico y ve que hablan de cómo va a afectar el empleo, es decir, el sector laboral, pero no se habla nada de las utilidades. ¿Entonces donde está la equidad?
Dicen: es que si no se toman estas medidas va a haber grandes pérdidas. ¿Pérdidas de quiénes? Si es de la empresa, estamos viendo concretamente que las empresas están experimentando pérdidas en su sector laboral. ¿Pero el capital se está viendo afectado? “Sí claro –dirán- estamos viendo afectadas nuestras utilidades”. Bueno, cuéntennos cómo y qué proporción. Entonces podremos ver si hay equidad o no comparando con el empleo y el ingreso de los demás.
¿Es un asunto de ética personal o ética institucional?
– La ética se pueda dar en las personas pero la parte más importante de la ética en la economía está en mirar en qué medida son éticos los instrumentos que empleamos. Nadie habla de los medios que se utilizan. Dicen: “es que esas cosas no pasarían si la gente fuera honrada.” No. Claro que pasarían, aunque esta gente fuera honrada, si los medios que se utilizan en sí mismos no conducen a una mayor equidad, justicia, etc. Es que la gente no está acostumbrada a pensar que las políticas económicas y las instituciones financieras son las que marcan la pauta y las reglas del juego, y son fuertes determinantes en los resultados de la dinámica económica.
Pongo el ejemplo del niño que juega de policía con su amiguito, y de pronto saca una pistola que tiene el papá en una gaveta y el niño jugando le dispara dos o tres balazos al compañerito. En su ignorancia el niño no sabía que aquella arma era mortífera; sus intenciones y sus metas son absolutamente indiscutibles, pero usó un instrumento que es mortífero. Salvando las distancias, igual yo puedo tener una economía en la cual elimine a todos los sinvergüenzas, y tenga en el Ministerio de Hacienda a gente con muy buena intención, pero si no se cuestionan los efectos de las políticas económicas que se emplean desde el punto de vista distributivo, de ingresos, de capacidad y de oportunidades, pues se está jugando al azar.
He visto analistas y gente muy valiosa que han venido al país recientemente a decir que tener ética en la economía es poner más regulaciones. Eso es cuestión jurídica, muy importante, pero eso no es la ética. Otro error es decir que hay que formar a los niños, a los adolescentes, a los empresarios para fomentar los valores, y ahí se habla de comisiones de rescate de valores. Pero se olvida que detrás de la economía hay personas. Entonces si decimos que tiene que haber ética en los instrumentos, las políticas y en las instituciones, quiere decir que tiene que haber personas que éticamente contribuyan a escoger políticas éticas.
No es ético tampoco pensar que puede haber un sabio que va a traer la solución y decir esto que yo produje es bueno para todos los costarricenses. La única manera de saber qué es lo bueno para todos los costarricenses es lo que todos los costarricenses decidan de manera concertada.
La única manera de garantizar que unas políticas, unos planes, un TLC o lo que sea, van a responder a los intereses de todos, es organizando un proceso que permita conocer de primera mano los intereses y la forma como quedan afectados todos y todas.
En otras partes ha habido algunos intentos en ese sentido. Por ejemplo, un intento limitado, pero intento al fin, son los consejos económicos y sociales que hay en algunos países de Europa. Ya no son solo tripartitas (gobierno, empresas, trabajadores), sino que en algunas partes ya están incorporando organizaciones de la sociedad civil, ONG, ecologistas, mujeres.
Otra experiencia es la de los presupuestos participativos. Por ejemplo, era famoso el de Porto Alegre, Brasil, donde los presupuestos de ese Estado consideraban un proceso de consulta, discusión y participación de todos los sectores. Es decir, que no es tan difícil imaginar vías para lograrlo. Pero aunque no se estuviera haciendo en ninguna otra parte, nosotros podríamos decir: vamos a ser los primeros porque tenemos el enorme privilegio de ser un país relativamente pequeño, donde no ha habido en el pasado grandes distancias, por lo cual se podrían crear mecanismos en este sentido. Pero claro eso supone un cambio en la manera de entender lo que es el ejercicio del poder y de la política.